Los rostros del 8 de marzo en el infierno antillano
Solo por las mujeres cubanas que no han dejado de luchar por el bien de todos, tiene sentido reparar en que hoy es 8 de marzo.
LA HABANA, Cuba. – Cada fecha importante en Cuba se ha convertido en un fastidio. Desde el nacimiento de José Martí hasta la Navidad, pasando por San Valentín, el Día de la Mujer, las madres, los padres, los niños… Todas llegan con una carga insoportable de mismidad y pereza, de hastío y resignación, porque nos recuerdan cuán reñida está nuestra realidad con cualquier celebración.
No se trata únicamente de los altos precios, las opciones limitadas o la separación familiar. Son también la hipocresía y el automatismo de una sociedad cada vez más distante del pensamiento del Apóstol, del amor de Dios o del sentido de la justicia, pero que insiste en aparentar lo contrario.
Así como los actos públicos y las loas oficiales no logran acercar a los cubanos a José Martí, ni los arbolitos de Navidad en el rincón más visible de la sala los han vuelto más compasivos y empáticos, tampoco los desbordados homenajes de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) hacen del día 8 de marzo una fecha para la reivindicación de los derechos de la mujer.
Hoy, mientras las capitales de Occidente se estremecen con las exigencias de sus mujeres, el Gobierno arrastra la vergonzante rutina de diplomas, gladiolos y consignas para agasajar a un grupo selecto de cubanas comprometidas con eso que llaman “proceso revolucionario”, y que solo ha servido para empobrecer a la inmensa mayoría de las mujeres en la Isla.
Del otro lado del homenaje oficial, en ese abismo que no visibilizan los medios de comunicación fieles al Partido Comunista, libran sus batallas las opositoras, las presas políticas, las periodistas independientes y todas aquellas mujeres que son blanco de la represión por denunciar sin ambages a la dictadura.
A ellas se han unido, en los últimos tiempos, las ancianas que malviven en soledad y con una pensión de miseria; las madres que, tras haber visto desaparecer primero los culeros desechables y las toallitas húmedas, ahora deben soportar que el Gobierno retire la leche de sus niños y el pan de cada día, recortes que han arrojado a casi toda la población por el despeñadero de la hambruna y la indigencia.
Este 8 de marzo la mujer cubana es aún más pobre, y su desesperación crece conforme aumentan los cortes eléctricos, la escasez de agua potable, los precios de cualquier alimento, por nimio que sea, y de las medicinas. Este 8 de marzo la mujer cubana es esclava del cúmulo de necesidades inaplazables creado por un régimen machista y deliberadamente cruel, en una sociedad amenazada por la ola de crímenes de género que ha ido escalando de manera alarmante en los últimos cinco años.
Solo en 2023 se produjeron en Cuba 89 feminicidios, todos confirmados por la plataforma YoSíTeCreo en Cuba y el Observatorio de Género de la revista Alas Tensas. Mientras, en diciembre pasado, el Gobierno reconocía el problema a regañadientes, sin proponer medidas ni protocolos para prevenirlo.
Este año la mujer cubana goza de menos derechos, en tanto la violencia política se extiende más allá de sus predios habituales, para caer sobre cualquier ciudadana que señale al régimen de Miguel Díaz-Canel como el culpable de una crisis que no encuentra siquiera alivio momentáneo.
La imagen internacional sobre un paraíso insular donde todos los derechos son respetados, hace años que perdió el color; pero la mordaza sigue funcionando para garantizar el silencio, asumido por muchos que desconocen la realidad de Cuba como una señal de que las cosas marchan bien.
Si el miedo se hubiese quedado dormido esta mañana, ahora las calles estarían llenas de cubanas reclamando libertad, porque es eso lo que se necesita para que haya todo lo demás. Libertad y coraje para acompañar a esas mujeres que están revindicando el derecho de los cubanos a tener derechos.
Mujeres como la profesora Alina Bárbara López, cuya protesta pacífica y tenaz en el Parque de la Libertad de Matanzas parece ser el último reducto del decoro que sostiene a Cuba. Mujeres como Lara Crofs, que defienden a capa y espada su derecho a convocar a sus semejantes en pos de una noble causa. Mujeres como Milagros Ortiz, que avanzó sin miedo para salvar la vida de su hija Amanda, pese a las presiones de la Seguridad del Estado. Mujeres como Angélica Garrido, que desde el presidio político ama y resiste. Mujeres como Amelia Calzadilla que, sin proponérselo, dio a las cubanas el único argumento que necesitaban para tomar las calles y arrancar de cuajo el mal que corroe a esta Isla. “Mi postura política es ser madre”. Esas palabras suyas habrían bastado para cambiar el sino de la nación.
Solo por esas mujeres que no han dejado de luchar por el bien de todos, tiene sentido reparar en que hoy es 8 de marzo. Lo demás es convencionalismo apolillado y oportunista para que las camajanas de la democracia occidental pasen de largo, mirando siempre hacia otro lado.
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