Lo que debía tomarse unos cuantos minutos para cambiar una foto y un nombre ha abierto otro período de incertidumbre. Recuerda lo que ocurre en el Consejo Nacional Electoral la imagen del boxeador que hinca la rodilla en la lona y el árbitro tiene que darle un conteo de protección. En este caso los 10 segundos se alargan a 72 horas, el tiempo que se autoconcedió el órgano electoral para aceptar la postulación presidencial unitaria de la oposición en la figura del diplomático Edmundo González Urrutia.

El mundo opositor, que es amplio y heterogéneo, debe aguardar con sosiego y entereza la nueva jugada del gobierno, en la convicción plena de que cada día desde aquí, y un poco antes, hasta el 28 de julio es una batalla de estrategias y de calma si se quiere obtener el premio de la victoria electoral.

Desde el 25 de marzo, como consecuencia del bloqueo a la postulación de Corina Yoris, la oposición democrática ha vivido días de debates y desencuentros hasta encontrar la fórmula que permitió salir adelante con la candidatura de González Urrutia con el respaldo unánime de las diez organizaciones de la Plataforma Unitaria Democrática, de María Corina Machado y Vente Venezuela.

La decisión candidatural es tomada, como debe ser, en el seno de las fuerzas democráticas. Nunca antes en los 25 años de lucha por la recuperación democrática, el gobierno intentó condicionar hasta este extremo la elección del nombre del abanderado opositor, aun cuando siempre han habido inhabilitaciones y exclusiones. El descaro con el que se impidió la inscripción de Yoris produjo rechazo nacional e internacional, como lo evidencian las posiciones de los gobiernos de Brasil y Colombia, que han compartido simpatías con Nicolás Maduro.

El resultado de la reunión de la dirigencia opositora del 19 de abril confirma su decisión de perseverar en la ruta electoral y también confirma, para los incrédulos, la disposición a pelear cada round de este desigual combate. Frente a quienes se rinden ante las imposiciones oficialistas, la respuesta unitaria y firme de la oposición consolida su compromiso con el cambio y le hace ganar respeto nacional e internacional.

Las 72 horas del lapso que se dio el CNE deben concluir el martes de esta semana. Es posible que hoy o mañana haya, entonces, un nuevo escenario en el panorama electoral. Cualquiera que sea, obliga a redoblar la confianza en la dirigencia opositora, liderada por María Corina Machado.

La gran pregunta es cuál será la respuesta oficial. ¿Obligará Maduro a las candidaturas creadas para dividir el voto opositor a sumarse, sin argucias, a su campaña? ¿Habrá algunas otras candidaturas que también tomen estas 72 horas para reflexionar y llegar a la conclusión de que la superación del conflicto político venezolano lo dirimen las urnas entre la opción de gobierno y la opción de las fuerzas que promueven el cambio político?

Las organizaciones reunidas en la PUD más Vente Venezuela y otras que no forman parte orgánica de la alianza opositora son, con algunos matices, las que han mantenido la lucha democrática durante los 25 años de gobierno de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Han acumulado errores, ciertamente; han rectificado y acertado, también. Y, sobre todo, han mantenido siempre con mayor o menor apoyo la esperanza de ese cambio esquivo pero nunca desechado.

El regreso de Venezuela a la senda democrática es de urgencia nacional y será una bendición, además, para América Latina, temerosa de otra avalancha de migrantes venezolanos. El proceso electoral tiene que ser la solución. El gobierno no puede seguir obstaculizando la participación de las fuerzas que lo adversan y que están resueltas a seguir en la ruta electoral, a pesar de las trabas enfrentadas. El mundo es testigo del aplomo y de la convicción democrática de las organizaciones políticas y sociales que aúpan el cambio político.