El viernes 12 de abril 2024 encuentro en la Revista Ellas un artículo de Roxana Muñoz titulado “Chat bot, no me simpatizas”. No dejo de leer los textos de Roxy porque siempre vienen cargados de sabiduría y/o de protestas subliminales. El mencionado no decepcionó. Mientras leía no pude menos que viajar a un pasado lejano y a una pieza que se publicó en esta columna el 20 de marzo de 1998 con el título “Buenas tardes, Maritza le habla”. Tecnología más, tecnología menos el tema es el mismo: es imposible comunicarse con cualquier empresa en este dichoso país.

Maritza, la “telefonista” de 1998, vivía en un eterno loop intentando conectar a quienes llamaban a la compañía en que trabajaba con los colaboradores que interesaban a dichas personas. Ocurría de todo, la llamada llegaba a la persona equivocada o a cualquier destino indefinido en el cual no se conseguía respuesta alguna, y eso que había un ser de carne y hueso recibiendo, en primera instancia, todas las llamadas. No tengo que entrar en más detalle pues seguramente muchos de ustedes habrán vivido la experiencia, o por lo menos quienes llevan más de veinticinco años en la fuerza laboral, por no mencionar edades.

El personaje de la telefonista hace años fue sustituido por unas grabadoras, supuestamente inteligentes, que logran que uno permanezca en la línea (de celular pues el teléfono fijo es otro animal en peligro de extinción) por hoooorrrrassss para luego morir de la misma forma que moría “Maritza le habla” en una dimensión desconocida donde no vive nadie.

El escenario que describe Roxana es aun más tétrico pues cuando se trata de localizar a una persona o institución, supuestamente…. Y digo supuestamente con un tonito irónico, utilizando los medios modernos que nos ofrece la tecnología el resultado es exactamente el mismo: lograr el contacto es imposible.

El robotcito saluda y cuando uno le escribe vuelve a saludar y en ese saludar y volver a saludar nos quedamos sin tener respuesta ni posibilidad de conocer de la existencia de un ser humano. Es frustrante que con tantas opciones no pueda uno hablar con una persona de carne y hueso.

Por supuesto, que movilizarse al destino donde supuestamente —nuevamente en tonito irónico— debe habitar la persona que buscamos es una aventura de la cual no conocemos el resultado pues hoy en día son pocos los que trabajan en un sitio fijo, es decir son pocos los que salen de su casa para completar un día laborable. Muchos negocios no tienen oficina física, asunto que no critico pues para qué gastar combustible y tiempo en movilizarse cuando uno puede empezar a trabajar desde las cinco de la mañana en casa y a nadie le interesa si uno se ha bañado o no.

Esta flexibilidad distorsiona los horarios de trabajo pues nada impide que uno a las once de la mañana salga a hacer un mandadito, o dos, con la excusa de que se está “siempre conectado” lo cual sabemos que no es del todo cierto. En resumidas cuentas, podemos concluir que a pesar de la evolución de los sistemas de comunicación en los veintiséis años transcurridos seguimos exactamente igual que “Buenas tardes, Maritza le habla”.

ELLAS