Meu amigo presidente”, debió saludar el mandatario de Brasil a su colega de Miraflores.

Aqui estou, o teu fillo”, es presumible que le haya machacado en portuñol su interlocutor, de quien se sabe, al menos, que tiene una ristra de padres.

El Palacio de Planalto, diseñado por el célebre Oscar Niemeyer, registra la llamada entre los presidentes de Brasil y Venezuela el miércoles de esta semana. Al final de la sucinta nota que oficializa la conversación se lee: “Ambos presidentes también abordaron el tema del proceso electoral venezolano. Lula reiteró el apoyo brasileño al Acuerdo de Barbados y resaltó la importancia de contar con una amplia participación de observadores internacionales. También manifestó su expectativa de que las sanciones en vigor contra Venezuela puedan ser levantadas, para contribuir a que el proceso electoral pueda avanzar bajo un clima de confianza y entendimiento”.

El recordatorio de Lula da Silva a Maduro -con las afabilidades posibles entre quienes, en principio, comparten un tronco ideológico- pone de relieve la importancia regional de la elección del 28 de julio. Tanto Brasil como Colombia, naciones vecinas, como otros países de la región, están a la expectativa del desenlace venezolano por lo que supone de muro de contención para otra oleada migratoria que tiene las maletas preparadas ante la eventual continuación del actual sistema político en Venezuela.

Haber revocado la invitación a la Unión Europea (UE) para que envíe una misión de observación electoral mantiene prendidas las alarmas sobre lo que puede ocurrir en el país el 28 de julio. Una nota de Europa Press también del miércoles refiere que España, según fuentes diplomáticas, lamenta la retirada de la invitación a la UE y reitera que apuesta por “unas elecciones creíbles, inclusivas y competitivas” en Venezuela.

Lula, por cierto, había conversado el lunes con Pedro Sánchez, el presidente del gobierno español. En el resumen de Planalto de la charla están los grandes temas de la agenda mundial: las negociaciones de paz entre Ucrania y Rusia, y en Gaza. También la victoria de Claudia Sheinbaum en México. ¿Es posible que no hayan tocado el espinoso tema venezolano? ¿No hay relación entre un telefonazo y el otro?

Para infortunio de Jorge Rodríguez, quien ya sabe que la oposición cantará fraude  y que Nicolás Maduro logrará una “inmensa victoria” el 28J, el mundo democrático, incluidas esas naciones próximas en lo físico y en lo político, aunque con matices, pone la atención en la pulcritud del acto electoral. No en lo que diga Rodríguez, que es un actor interesado y parcializado, aun cuando su alto cargo lo obliga al cumplimiento de un rol institucional.

Los antecedentes de inhabilitación de candidatos, empezando nada menos que por María Corina Machado, ganadora de la primaria opositora; el bloqueo sin explicación alguna de la candidatura de Corina Yoris; el escaso tiempo y recursos dedicados a la inscripción de nuevos electores o a la modificación de su lugar de votación, por encontrarse fuera del país o en otro lugar de residencia en territorio nacional; las tarjetas políticas y electorales secuestradas a partidos opositores; y la persecución obstinada y vejatoria de líderes sociales y políticos y de gente de a pie en diversos lugares del país, constituyen suficientes razones para demandar la observación electoral independiente y calificada de la elección del 28 de julio.

Hay evidencias públicas de que Lula da Silva lo sabe. Quien puede hacer fraude es quien tiene el poder y carece en este momento de la mayor parte del apoyo que algún día tuvo.