Contrastes y desigualdades en torno a un río de las tierras áridas de Brasil
JUAZEIRO, Brasil – Osmir da Silva Rubez se niega a incorporar al sistema de goteo, sigue como el único en mantener los surcos para llevar agua a sus siembras, entre las 51 familias asentadas en el Proyecto Público de Irrigación Mandacaru, en Juazeiro, un municipio del estado de Bahia, en la región del Nordeste de Brasil.
El río São Francisco, que nace en el estado de Minas Gerais, cerca del centro de Brasil, y fluye hacia el noreste, impulsó la agricultura irrigada en sus 2863 kilómetros de extensión, buena parte en territorio semiárido, con lluvias entre 200 y 800 milímetros como promedios anuales.
Se trata de una cuenca privilegiada, enclavada en una región que sufre la escasez hídrica especialmente en las sequías cada vez más recurrentes, donde los ríos menores y riachuelos se secan durante el estiaje.
“El polo fruticultor constituye un sistema artificial, que concentra los mejores suelos y el agua del São Francisco en islas y genera la ilusión de crecimiento en la Gran Juazeiro y Petrolina, donde solo 5 % de la tierra es apta para la irrigación y solo hay agua para 2 %”: Roberto Malvezzi.
La disponibilidad hídrica, inmensa por el gran caudal del río, se agrandó por la construcción de dos embalses hidroeléctricos, uno arriba y otro abajo de Juazeiro, una ciudad de 238 000 habitantes en cuyos alrededores se desarrolló una fruticultura volcada mayormente hacia la exportación.
Los mangos y las uvas son los principales cultivos locales, en grandes fincas privadas y en los proyectos irrigados de la estatal Compañía de Desarrollo del Valle del São Francisco y el Parnaíba (Codevasf). La actividad exportadora realza los contrastes y las desigualdades de la llamada ecorregión del Semiárido.
Irrigación por inundación
“Las zanjas que se usaron inicialmente para la irrigación son perdularias en el uso del agua, hoy se usa principalmente el goteo, que emplea solo el agua necesaria, es controlado por computadoras y medidas de la humedad del suelo”, explicó Humberto Miranda, presidente de la Federación de la Agricultura de Bahia.
“Antes se aprovechaba solo el 30 % del agua, hoy más de 90%, es decir se pierde poco”, acotó durante un recorrido de IPS por diferentes localidades de Juazeiro, para visitar explotaciones agrícolas y algunas organizaciones vinculadas al proyecto de irrigación.
En Mandacaru, el sistema que permite pasar al goteo, con estanques y bombeo, se implantó en 2011, acotó Manoel Vicente dos Santos, uno de los primeros asentados en el proyecto inaugurado en 1973. “La irrigación por surcos era irregular, llevaba más agua a una planta que a otras, un desperdicio”, recordó.
Pero Rubez se resiste al cambio. Además de las inversiones para su implantación, con bombas y mangueras, el sistema de goteo gasta mucha energía eléctrica, cerca de mil reales (200 dólares) al mes. “Y no tengo herederos para dejarles el sistema”, bromeó con IPS este hombre soltero de 60 años.
El goteo sí representa un avance en eso proyectos de irrigación, además de ahorrar agua, mejora el manejo del suelo, reduciendo la erosión, y el control de la fertilización química, al dirigirla directamente a las raíces a través del agua, reconoció José Moacir dos Santos, coordinador general del no gubernamental Instituto Regional de la Pequeña Agropecuaria Apropiada (Irpaa).
Pero los proyectos de irrigación, ya sean de la Codevasf o privados, no favorecen el desarrollo local, concentran ingresos, ofrecen empleos estacionales, durante las cosechas, y promueven la desigualdad, criticó Dos Santos.
Prosperidad para pocos
La riqueza generada por la fruticultura de exportación queda en pocas manos, pero genera una percepción de prosperidad que atrae muchos pobres a Juazeiro y a Petrolina, la ciudad vecina de 387 000 habitantes, separadas por el río São Francisco y unidas por un puente.
La migración hacia esas dos capitales de la fruticultura del Nordeste brasileño “inflama sus poblaciones, especialmente sus periferias pobres y sin infraestructura, mientras vacía las ciudades cercanas”, señaló el activista, hijo de Manoel Vicente, uno de los asentados del proyecto.
A su juicio se ha impulsado una “injusticia”, porque el río abastece la fruticultura que exporta su agua contenida en las frutas a Europa, Estados Unidos y Japón. Pero no hace lo mismo con toda la población ribereña, que tiene que recurrir también a otros manantiales, más lejanos.
Además la mayoría de los agricultores no cuentan con irrigación. Asentamientos promovidos por el gobierno hace muchos años y campesinos tradicionales de la cuenca no tienen acceso al agua del río, ni a la financiación y otras facilidades de los proyectos públicos.
El monocultivo dominante de frutales obliga a la importación de alimentos. Juazeiro y Petrolina juntos, que suman 625 000 habitantes, producen menos alimentos para el consumo local que Campo Alegre de Lourdes, un municipio a 350 kilómetros de distancia, de solo 31 000 habitantes, comparó Dos Santos, un técnico agrícola.
El vaivén de mercancías, con la salida de frutas y la llegada de otros productos de varias partes de Brasil, ha transformado al Mercado Productor de Juazeiro en la segunda central del comercio agrícola de Brasil, superada solo por la de São Paulo, una metrópoli de 12 millones de habitantes y de 22 si se suma su gran zona metropolitana.
“El polo fruticultor constituye un sistema artificial, que concentra los mejores suelos y el agua del São Francisco en islas y genera la ilusión de crecimiento en la Gran Juazeiro y Petrolina, donde solo 5 % de la tierra es apta para la irrigación y solo hay agua para 2 %”, evaluó Roberto Malvezzi, activista de la católica Comisión Pastoral de la Tierra.
Alternativas adecuadas
Para Malvezzi, graduado en filosofía y teología, la gran vocación económica y productiva del Semiárido son los pequeños animales, como caprinos y ovinos, más que la agricultura.
Un error que le costó muchas crisis y empobrecimiento, además de la destrucción ambiental del Semiárido, fue la expansión histórica del ganado vacuno en la región Nordeste de Brasil, cuyo interior es mayoritariamente semiárido.
Falta desarrollar la cadena industrial y comercial del ganado caprino, con frigoríficos y servicios como asistencia técnica y vigilancia sanitaria, apuntó Malvezzi, quien nació y estudio filosofía y teología en el estado de São Paulo, pero vive en el Nordeste desde 1979.
El Semiárido es la tierra de la agricultura familiar y vive hace cerca de tres décadas un proceso de transformación que busca adecuar su desarrollo a las condiciones locales, incluidas las climáticas. La gran consigna es “convivir con el semiárido”, lo que significa rechazar influencias e imposiciones coloniales del pasado.
La ganadería de pequeños animales, en lugar del vacuno que exige mucha agua, acopiar agua de lluvia de varias maneras, tanto para consumo humano y animal como para la producción agrícola, son algunos de los caminos probados y eficaces.
En el estado de Bahia se institucionalizó una singularidad agraria tradicional, el “fondo de pastizal”, una amplia tierra colectiva, de manejo para la extracción de productos nativos, como frutas, y la cría de caprinos y ovinos. La horticultura está en sólida expansión en todo el Semiárido.
La Cooperativa Agropecuaria Familiar de Massaroca y Región (Coofama), en el municipio de Juazeiro, es un ejemplo de fondo de pastizal, cuyas jaleas, licores y otros productos de frutas nativas, como el umbu, y la miel, son vendidos en la carretera cercana y en las ciudades.
“Quiosco da Umbuzada” es como se denomina la tienda de carretera, en el pueblito Massaroca, y la Central da Caatinga, un comercio en la ciudad de Juazeiro, vende los productos de la Coofama y de otras cooperativas de la agricultura familiar.
“Los caprinos sobreviven mejor en los estiajes prolongados, comen hojas incluso de los árboles altos”, explicó a IPS la productora de Coofama, Maciela de Oliveira Silva, responsable de la tienda en la carretera, donde atiende de 8:00 a 17:00 horas con un salario mínimo, equivalente a 280 dólares.
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Los huevos son otra producción de alimentos viable y prometedora en el Semiárido, comprueba la Asociación de los Pequeños Productores de Canoa y Oliveira, liderado por Gilmar Nogueira Lino, dueño de cerca de 1000 gallinas, también en el sur de Juazeiro.
Las 60 familias de la asociación produjeron 17 444 docenas de huevos en 2023, registró Lino. “las gallinas son más rápidas que los caprinos”, empieza a proveer ingresos en pocos meses y no exigen grandes espacios, justificó a IPS.
En la propiedad de media hectárea este productor tiene sus gallineros, una tienda en que vende alimentos, bebidas y gas de cocina, además de haber cedido el terreno para la sede de la asociación. Solo tuvo que superar los prejuicios de que “crear gallinas es cosa de mujeres”.
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