¿Por qué hablar del Corazón de Jesús?, por María García de Fleury
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¿Por qué hablar del corazón de Jesús?, pues porque en todos los idiomas, en todas las épocas, se considera el corazón como el símbolo natural del amor y el afecto; el objeto directo y material de la devoción al Sagrado Corazón es el corazón real y físico de Jesús, el corazón de carne, el corazón vivo y amoroso de nuestro bendito Señor, el corazón que latía en su divino seno en el momento de la encarnación, el corazón que nos amó durante la vida de Jesús en la tierra, que derramó su sangre hasta la última gota en el monte Calvario, el corazón beatificado, ahora glorioso en el cielo y aún morando entre nosotros en el Santísimo Sacramento, el corazón siempre unido a la persona del Verbo Divino, a quien se debe supremo homenaje y adoración.
En nuestra era de indiferencia religiosa, cuando el fervor y la caridad se han enfriado, Jesús exhibe al mundo su sagrado corazón como símbolo de amor infinito de Dios, el símbolo de su propio amor generoso y abnegado por los hombres. Jesús muestra su divino corazón como un horno cuyos rayos de amor ardiente son capaces de reanimar la fe, reavivar el amor en los corazones fríos e ingratos.
La Iglesia, regida y enseñada por el Espíritu Santo, aprueba, recomienda la devoción al sagrado corazón de Jesús. Porque la devoción al sagrado corazón de Jesús es devoción a Jesucristo mismo, pero una forma particular de meditar sobre su vida interior y sobre su triple amor, amor divino, amor ardiente y amor sensible. Amor divino porque les dio, amor ardiente porque alimenta su voluntad humana, que enriquece la voluntad de Cristo humana, que la ilumina, la gobierna, sus actos por el conocimiento, y su amor sensible porque afecta su vida interior.
El cuerpo de Jesucristo formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen María posee plenas facultades de sentimiento y percepción, de hecho, más que cualquier otro cuerpo humano.
La devoción general al sagrado corazón, lugar de nacimiento de la Iglesia y fuente del amor, fue popular en los monasterios benedictinos y cistercienses, especialmente en respuesta a la devoción de Santa Gertrudis la Grande hacia el año 1256, pero las devociones específicas se hicieron aún más cuando se popularizó Santa Margarita María de Alacoque en 1647, una monja de la congregación de la visitación, que tuvo una revelación personal que involucraba una serie de visiones de Cristo mientras oraba ante el Santísimo Sacramento.
Ella escribió: » Él me reveló las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su sagrado corazón», Cristo le enfatizó su amor y su herida causada por la indiferencia del hombre a este amor.
Consagrémonos al sagrado corazón de Jesús, reconozcámoslo como Creador y Redentor, teniendo plenos derechos sobre nosotros como Rey de Reyes, arrepintiéndonos, resolviéndonos a servirlo de manera de ayudar a reparar la indiferencia, la ingratitud con que se le trata y por haberlo dejado abandonado por la humanidad, porque nosotros sí somos conscientes de que con Dios siempre ganamos.
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