Desmontando las falacias kirchneristas de Ernesto Tenembaum en seis minutos
¿Cuántas falacias se pueden decir en solamente dos minutos? El periodista argentino Ernesto Tenembaum parece que quiere batir el récord, así que acá, en seis minutos de lectura, vamos a desmontar cada una de ellas.
Escuchar a Ernesto Tenembaum últimamente puede ser como una caja de pandora. Puede decir cualquier cosa y más cuando está enojado. Esta semana, en un breve segmento de dos minutos, dejó un compendio de conceptos memorables como para comprender que es todo al revés. La “víctima” en esta oportunidad fue Marcos Galperin, el fundador de la exitosa empresa Mercado Libre.
A vuelo de pájaro, porque no tiene sentido detenerse demasiado en estos aspectos, Tenembaum le dijo que es “un bruto y un facho”. Lejos de dar algún argumento, lo único que esbozó fue una crítica personal. Para el periodista, el empresario tiene una actitud reprochable, ya que supuestamente, como él fue exitoso, “tiene el derecho de explicarles” a todos los demás donde está el éxito. En todo caso, Tenembaum podría llegar a argumentar que el hombre de negocios es una persona egocéntrica o soberbia en todo caso. Ponerle el rótulo de “facho” evidencia una seriedad de análisis digna de una canción de Los herederos de Alberdi: la que dice “son todos fachos menos yo“. Claro que esto se trata de una sátira, no de un comunicador, considerando que está haciendo un análisis serio frente al micrófono y las cámaras.
La cuestión problemática detrás de esto es que el fascismo (simbiosis autoritaria del partido y el Estado, que persigue a las disidencias) siempre será una amenaza latente. Y cuando, por la completa distorsión idiomática, pasamos a ser todos fachos, nadie es facho. Por lo tanto se disocia el término de cualquier significado y olvidamos de que se trata la cuestión. Al hacerlo, bajamos las defensas ante la eventual irrupción de una verdadera aventura fascista de algún trasnochado que pueda surgir en cualquier país del mundo.
Ahora, donde sí es muy necesario reparar más en detalle es en el argumento económico que da, ya que suele ser el fundamento de pésimas políticas públicas que aplican los países. En resumidas cuentas, Tenembaum indica que los ricos deben pagar “más impuestos”, que es preciso investigar y analizar las externalidades que genera su empresa y su impacto en la sociedad y que su mera existencia se traduce en una supuesta “desfinanciación del Estado”.
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“Los mega ricos y los impuestos”
Aunque el conductor señala hasta el cansancio que “no es kirchnerista”, no puede dejar de reconocer que apela a las mismas políticas de este espacio político. En sintonía a los populismos de todos los países del mundo, Tenembaum considera que los que son “muy ricos” deben pagar impuestos, lo que no se dice es que lo hacen. Lo que tampoco dice es que quieren que paguen más impuestos que los demás, porque los que más facturan, inevitablemente tributan más que el resto en términos reales.
Los que abogan por los impuestos progresivos, es decir, donde la alícuota se incrementa con el aumento de las ganancias, se aferran al slogan que dice que los que más ganan “más tienen que pagar”, pero evitan poner la lupa sobre el asunto. Tenembaum se preocupa de las consecuencias en la economía general ante el éxito de algunos empresarios (con una conclusión equivocada), pero no hace lo mismo con los esquemas impositivos.
En el esquema de “flat tax”, de alícuota fija, donde, por ejemplo, siempre se paga el 10%, el que más factura más paga. Si se ganan 10, se paga 1. Si se ganan 100, se pagan 10. Si se ganan 1000, se pagan 100 y así. Aquí, el que más gana más paga, pero también suceden otras cosas que no alteran el crecimiento económico: no se produce el desincentivo ni se afectan las posiciones relativas. Todos tienen el incentivo a seguir ganando dinero, beneficiando a la economía en su conjunto.
Ahora, cuando la alícuota sube, y en algún momento se paga el 10 %, pero en otro el 25 % y más adelante el 50 % y así, suceden cuestiones diferentes: se desincentiva el crecimiento y se fomentan los exiliados fiscales. Además de, lógicamente, la evasión fiscal agravada. Es que estos esquemas fiscales de progresivos (si lo relacionamos con el “progreso”) no tienen nada. Son regresivos. La riqueza se deja de producir y los exitosos se van a otros países. (Es curioso que Tenembaum no se pregunte porque Galperin se fue al vecino país de Uruguay).
Si se trata de una ganancia bien habida, en el proceso ya se pagaron los impuestos. Inventar nuevos gravámenes “a los ricos” no es otra cosa que evidenciar la envidia socialista y atentar contra la creación de nuevos empleos y riqueza en los países. Todo esto sin mencionar, claro, el problema de la doble imposición. No hay argumentos lógicos para decir que, cuando se llega a un punto de “riqueza” se deban pagar nuevos impuestos. Incluso se trata de una idea contraproducente.
“Desfinancian al Estado”
Este argumento puede que sea el más complicado de refutar. No por la seriedad del punto, sino porque carece por completo de sentido y uno no encuentra fácilmente el camino metodológico para el cuestionamiento tradicional. Este es un viejo artilugio del colega que “sufrí” en carne propia en el debate que tuvimos en su programa. Comienza a hablar, dice como diez sinsentidos consecutivos, uno queda boquiabierto y solamente puede responder al último. Sin embargo, la enumeración que hace parece que reviste algún tipo de cordura, pero generalmente no es así.
Pero si uno hace un esfuerzo puede llegar a encontrar algo como para discutirle al asunto. Si existe una ínfima idea para refutar detrás de esto es que el Estado es dueño hasta de la riqueza que no se ha creado y “redistribuido”. Podría hacerse una analogía con la perversión comunista que lo que uno tiene se lo ha quitado a otro, pero ya con el Estado en el lugar de la víctima expoliada. Detrás de estos pensamientos están nuevamente los kirchneristas que calculaban como propias las retenciones de la soja que no se había ni siquiera liquidado. Es curioso que Tenembaum le diga a los demás “fachos”, cuando parece tener como ideología propia que “dentro del Estado todo y fuera del Estado, nada”.
“El monopolio no nombrado”
Aunque no menciona la palabra “monopolio”, Tenembaum hace referencia a un supuesto único jugador que “afecta” al mercado hasta un punto que tendría que ser “estudiado”. Lógicamente, aunque tampoco lo dice, sugiere que, eventualmente, el crecimiento de empresas como Mercado Libre debería ser interrumpido coercitivamente. Dudo mucho que su sugerencia de “analizar” sea exclusivamente para sacar una conclusión teórica o estadística.
Curiosamente, en todas las últimas presentaciones del presidente Javier Milei en el exterior se hace referencia a esta cuestión puntual y concreta. En el aporte descomunal de estos jugadores (que consiguieron sus lugares en base a ofrecer bienes y servicios voluntariamente, ante una competencia real o eventual abierta) al desarrollo económico. De la misma manera que la historia es inapelable en este sentido, también lo es un presente de híperregulación, donde el crecimiento económico comienza a estancarse en muchos países de la mano del decálogo intervencionista de los Tenembaum del mundo.
Aunque mucha gente ha encontrado un medio de vida gracias a las herramientas como Mercado Libre o Mercado Pago, el periodista desea hacer una “investigación” para saber si más comercios se abrieron o se cerraron ante sus apariciones. Aunque el balance es absolutamente positivo a simple vista, ¿se imaginan si cada innovación tendría que venir de la mano de una eventual “investigación general”, para determinar si la misma tiene que ser permitida o no?
Lo único que debe considerarse es si estas empresas tienen privilegios y/o competencia restringida. Si su éxito depende del favor libre del consumidor, cualquier intento de intervención para reprimirla es burdamente autoritario. Él también se enoja cuando le dicen “comunista”, pero lo cierto es que detrás de sus premisas, además de la fatal arrogancia (tendría que releer a Hayek, ya que dice que lo respeta), está el desastre de la planificación centralizada roja. Solamente hay que rascar un poquito…
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