El chavismo le regala la última humillación a Alberto Fernández
Luego de invitarlo como veedor internacional, el régimen le quita la invitación al exmandatario argentino por una declaración que el chavismo consideró que afectaba la "imparcialidad" a pesar de ser una obviedad
El vínculo histórico de Alberto Fernández con el chavismo manifiesta dos características muy propias del expresidente argentino: la tendencia a humillarse y a arrastrarse. Desde que asumió el poder a finales de 2019, el régimen venezolano le faltó el respeto y él decidió agachar la cabeza. Actitud que mantiene hasta el día de hoy ante los maltratos de una dictadura que no se anima a condenar.
Luego del proceso electoral que lo llevó a la Casa Rosada, Diosdado Cabello le marcó la cancha diciéndole que no creyera que lo eligieron “por ser él“, dando a entender que el poder era prestado y que pertenecía exclusivamente a Cristina Kirchner. Apenas comenzó a transcurrir su gobierno, Cabello empezó a tratarlo de “tibio”, incluso de “tibio tirando a frío“, por sus posiciones ambiguas frente al régimen de Nicolás Maduro.
Esta actitud, que mantuvo durante los cuatro años de mandato, fue un pésimo negocio para Fernández. No conformó ni a los kirchneristas chavistas, ni a los venezolanos exiliados en el país, que sintieron que el expresidente no los respaldó como debía, al evitar manifestarse sobre la situación en el país caribeño.
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Ya alejado del poder, todo esto se mantiene. Tanto su ambigüedad como su actitud rastrera.
Fernández había comentado en una entrevista radial que el Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano lo había invitado a participar como veedor, por lo que en las próximas horas viajaría a Caracas. Sin embargo, esto quedó en la nada, ya que el régimen chavista se comunicó el día de hoy para pedirle que se abstuviera de viajar.
¿Por qué lo “desinvitaron”? Simplemente por decir que, en el marco de las elecciones democráticas, “el que gana, gana y el que pierde, pierde”. Esta obviedad ofendió a la dirigencia del régimen, que le hizo saber a Fernández que era mejor que “desistiera” (en palabras del mismo expresidente) de viajar.
¿Qué tendría que haber hecho Fernández ante esta situación? Además de hacerla pública, confirmar que ahora existen muchos más motivos que antes para participar como veedor. Si una mera declaración imparcial sirve como para generar el rechazo y la preocupación de la dictadura, todo parece indicar que es más que necesaria la fiscalización internacional. El argumento hubiera sido inapelable: que el CNE que lo invitó a participar como veedor no es (o no debiera ser) el Poder Ejecutivo, ni el partido de gobierno. El llamado y el predecible acatamiento del exmandatario argentino no hace más que confirmar que el régimen y el CNE es lo mismo y que Fernández carece por completo de dignidad.
El excompañero de fórmula de CFK se limitó a decir que no comprende el “malestar” y que decidió no viajar para no “enturbiar” la jornada electoral. Si en algo siempre tuvo razón la dictadura chavista es que Alberto Fernández es un tibio. Tibio, tirando a frío, como dice Cabello.
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