Enrique Krauze (Ciudad de México, 1947) es uno de los pensadores liberales más importantes de América Latina. Director de la revista Letras Libres, que fundó en 1999 y se declara heredera de la “tradición y el ánimo” de la revista Vuelta, creada por Octavio Paz, Krauze escribe con cierta  regularidad en las páginas de opinión de El Nacional. El tema de su artículo de esta semana es sobre nosotros y comienza así: “Algo extraordinario está ocurriendo en Venezuela”.

La voz de Krauze es una voz poderosa en nuestro ámbito. Con capacidad para influir en otros pensadores, en instituciones de la región y en gobiernos, quizás no tantos como deseáramos, preocupados porque América Latina dé un paso al frente, rompa con viejos y perniciosos mitos y construya un camino propio hacia el progreso, la justicia y la democracia.

Una frase de Krauze, destacada por la BBC años atrás, dice: “El respeto de los derechos individuales, del Estado de derecho y de las leyes: todos estos rubros son capítulos en construcción. América Latina es una obra en construcción”. Ese es el gran objetivo de fondo de la lucha democrática en Venezuela. Hay que salir de la autocracia y construir un país sobre nuevas bases, robustas, armoniosas, flexibles y firmes.

Pero vayamos al texto de Krauze y detengámonos en las estadísticas –“en verdad aterradoras”— que cita sobre nuestro país: “…prueban que la destrucción de Venezuela no comenzó con la muerte de Chávez sino que es obra de ambos: Chávez y Maduro, el original y su caricatura”, valora.

En 1998, el PIB per cápita era el segundo mayor de América Latina, hoy es inferior al de Haití; la producción de Pdvsa era de 3,5 millones de barriles de petróleo al día, hoy es 0,75 millones de barriles. “Hacia 2018, un exministro de Chávez calculaba que 300 BDD (billones de dólares) habían sido robados de los ingresos en 20 años (de un total de 800 BDD) ¿Cuál será la cifra actual?”. Leer la fría magnitud del desastre en esas cifras, publicadas por un atento observador foráneo, aunque las sepamos ciertas y hasta manidas, produce escalofrío, es como si el dolor inmenso que suponen se hiciera insufrible un solo minuto más.

En su análisis de la realidad venezolana, no se le escapa nada a Krauze, cómo murió la separación de poderes, la libertad de expresión, las garantías individuales y la confianza en el sistema electoral; cómo languideció la oposición en el desánimo, la deserción, el destierro y la división; y cómo fortaleció su legitimidad y popularidad María Corina Machado. Y un remate esclarecedor para quienes tienen una mirada superficial sobre la hondura de la crisis venezolana: “Cuando los populistas hablan de detener la migración venezolana atendiendo a las ‘causas de fondo’, se refieren a la pobreza. Lo que no dicen es que la ‘causa de fondo’ de esa pobreza ha sido la falta de democracia y libertad”.

Vale mucho, muchísimo, la pena leer a Enrique Krauze. Ahora, en la víspera del 28J, tan esperado por los venezolanos, como después, cuando si la victoria se consolida y el poder se traspasa, se entre en la enorme tarea de rehacer el país, que mejoren los datos económicos y sociales, que funcionen las escuelas de lunes a viernes, que regrese la mayor parte del exilio y que haya más y mejor democracia, y millones y millones de ciudadanos libres, responsables y celosos guardianes de sus derechos.