No, los liberales no tenemos problemas ni con el sexo ni con los gays
El periodista Ernesto Tenembaum sacó una conclusión equivocada sobre el rechazo que generaba en el antikirchnerismo las burdas presentaciones que organizaba el gobierno en los días de Cristina Fernández.
“¿Qué problema tienen ustedes con el sexo?”, preguntó Ernesto Tenembaum al periodista liberal Mariano Pérez. Basándose en su conocida perspectiva, el conductor radial indagó sobre el supuesto rechazo del espacio oficialista hacia gays y transexuales.
La cuestión surgió luego de un comentario en las redes sociales del diputado bonaerense de La Libertad Avanza, Agustín Romo. En el posteo, el legislador provincial celebró el desfile militar del 9 de Julio y resaltó que se dejó atrás la época de los espectáculos estatales de “travestis comunistas y faloperos”
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Por su inquietud, es evidente que Tenembaum asocia las críticas de los partidarios de Milei a los espectáculos kirchneristas con una especie de prejuicio pacato relacionado con el sexo, además de un eventual rechazo a los homosexuales. Como que la estética militarista de la marcha, festejada por la platea oficialista, surge como algo más alto o virtuoso que un evento donde se haga referencia a lo sexual.
Sin embargo, la cuestión pasa por otro lado. No hay que ser demasiado conservador como para ubicarse y comprender que cada cosa tiene su espacio, en especial, cuando va en torno al Estado argentino que, supuestamente, nos representa a todos.
Cuando uno piensa en las celebraciones públicas del kirchnerismo, puede que la primera aberración que se le venga a la cabeza sea el “concierto” del conjunto llamado “Sudor Marika” en Plaza de Mayo, el día que asumió Alberto Fernández. Allí, con fondos públicos y transmitido en el canal estatal, un grupo de energúmenos cantaba canciones que nada tenían que ver, ni con el mínimo de buen gusto, ni con un espectáculo a la luz del día.
En medio de consignas políticas, como el pedido de libertad para la delincuente condenada Milagro Sala, la vocalista de la banda inmortalizaba bochornosas estrofas que hacían referencia explícita al sexo oral entre dos hombres compañeros de piquetes (cortes de calles y rutas en el marco de protestas políticas). Ahora, si la referencia al “pete” entre dos varones homosexuales piqueteros no era suficiente, también le cantaban a la “tijera” entre las lesbianas. Es decir, al acto sexual de dos mujeres que frotan simultáneamente sus genitales para alcanzar el orgasmo. Estas eran las cosas que se hacían desde los escenarios “públicos” durante las aventuras kirchneristas en el poder.
Nadie está pidiendo ningún tipo de censura para estos “artistas”. Ellos pueden cantar lo que se les antoje en libertad. Claro que su sustento debería estar vinculado exclusivamente a las personas que, con su propio dinero, decidan comprar sus discos o entradas para ir a verlos. Cuando los financiamos todos los contribuyentes, la cosa cambia. No se trata de un prejuicio conservador en contra del sexo ni de un rechazo discriminatorio a los homosexuales. Es, simplemente, comprender que nada de esto tiene que ser parte de la propaganda estatal.
Aunque los libertarios también celebraron el final de proyectos artísticos como las novelas subsidiadas de Andrea del Boca, nadie acusó a otro de un supuesto rechazo o discriminación hacia las pelirrojas. Cuando se terminaron producciones costosas como las de Cocineros Argentinos en la televisión pública, nadie dijo que los liberales estaban en contra de la gastronomía. Sin embargo, aquí, como puede apelarse a la falacia de la discriminación, se saca el conejo de la galera de un supuesto híper conservadurismo y una eventual homofobia.
Lo cierto es las fechas patrias tienen que apelar a los símbolos que nos representan a todos. Puede que los excombatientes de Malvinas, o los granaderos a caballo no sean del agrado de la totalidad de los argentinos. Sin embargo, al menos no se trata de un paupérrimo acto político partidario, de mal gusto y desubicado.
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