Freddy Javier Guevara: “Tenemos que sobrevivir desde nuestro mundo interior”
POR Hugo Prieto
PRODAVINCI 22/09/2024
Sabemos qué condiciones y circunstancias han sido impuestas desde el poder. Y la forma en que los venezolanos han reaccionado: unos emigrando y otros quedándose en el país. Tanto unos como otros buscan lo mismo: sobrevivir de la mejor manera. Superando el sufrimiento, el duelo y la depresión. Lo hacen desde la condición humana, adentrándose en lo desconocido de su mundo interior. Un aprendizaje que pasa por crear y desarrollar nuevas herramientas. El esfuerzo es mayúsculo y el desafío es titánico.
Quien habla es Javier Guevara*
A lo largo del trabajo que realizo, tengo la impresión de que la sociedad venezolana tiene una salud mental comprometida. Los síntomas de ansiedad, de depresión y miedo son ya materia de salud pública. Las farmacias deben estar vendiendo ansiolíticos, antidepresivos y medicamentos para conciliar el sueño como Clonazepam. ¿Hay alguna fecha, algún momento en el que pueda señalar el quiebre emocional de los venezolanos?
En mi opinión, el punto de inflexión de la sociedad venezolana, desde el punto de vista emocional, se dio en 2017. Ese fue el momento crucial, en el que el ánimo de los venezolanos era de una euforia muy grande. Pero apareció una sombra, que hizo añicos esa euforia. Es decir, había como ilusiones irreales de la situación que estábamos viviendo en Venezuela. Y esas ilusiones irreales se quebraron, se rompieron y se hicieron polvo. Ese año, sin embargo, también arrojó un aprendizaje: les restó brillo y potencialidades a cosas que no lo tenían y ubicó a la gente en la realidad. Desde entonces, los venezolanos viven a expensas de sí mismos. Es decir, la gente empezó a pensar en el núcleo de su supervivencia, que no es otro que su familia y sus posibilidades de trabajar o de emigrar. Ahí, en 2017, se produjo un verdadero tsunami de emigración. Por ejemplo, conozco a una colega que había parido a un niño ese año, tenía los medios para comprar los pañales, pero no había. Esa sensación le resultó tan apremiante, tan desagradable, que se fijó como meta ahorrar el dinero necesario para comprar los boletos de avión (para ella y su familia), e irse del país. Y así lo hizo.
Esa sombra ha aumentado de tamaño. Actualmente, tiene otras dimensiones, otros impactos y otras secuelas. Conozco gente que viene arrastrando una depresión desde 2017. Al día de hoy se medica con antidepresivos, ansiolíticos y medicamentos para el sueño. Es una sensación que te aplasta, te subyuga.
Si ubicamos el punto de partida en 2017, estamos hablando de un hecho histórico. Aunque la depresión puede originarse por muchas causas. No necesariamente, por un evento político. Si fuese el caso, tendríamos que citar las expectativas exageradas (o lo que se proyecta sobre un resultado dado), como algo tan importante que deja vacía a la persona, desde el punto de vista emocional. No debería ser así. Es decir, la persona no debería hacerse grandes expectativas, sobre asuntos que no están en sus manos. En el momento en que dependes de las expectativas del colectivo, lo individual se abandona y pierde importancia. Se cree, entonces, que cualquier solución tendría que partir del colectivo cuando eso no es así. Las soluciones son individuales, porque son las que dan beneficio a las personas.
Al escucharlo pienso en el título del libro de Elías Canetti: Masa y Poder. Podemos decir, entonces, que la gente se involucra de tal manera en el colectivo, que se deja arrastrar. Pierde su individualidad y se sumerge en la masa. En el momento en que esa masa se difumina, por diversas razones, una de ellas es la represión y el uso de la fuerza bruta, el individuo queda desamparado.
Esa es la alienación del individuo. Carl Gustav Jung plantea que el colectivo es inconsciente por naturaleza y como tal, cualquier persona que no tenga eso presente puede ser arrastrada por las funciones del colectivo. El poder es una de las principales fuerzas del inconsciente que existen, entre otras cosas, porque el poder lo que busca, justamente, es colectivizar y volver inconscientes a una masa para subyugarla. Si el individuo no se percata de esa realidad, por la razón que sea (cultural o antropológica), a partir de la cual tú formas parte del inconsciente colectivo y el inconsciente colectivo eres tú (hablamos de un concepto tribal), pues si eso desaparece, repentinamente, la alienación del individuo sucede, porque queda en total aislamiento. Yo creo que eso pudo ser una función de frustración en el individuo. Ya no hay referentes para su propia frustración, ni referentes a los cuales atarse. Entonces, cuando no perteneces, aparece el aislamiento ejerciendo una función de frustración, muy propensa hacia la tristeza, la depresión y el pensamiento fatalista, donde no se tiene un objetivo futuro para la vida.
Los venezolanos vivimos en un entorno en el cual muchas decisiones no dependen de uno. No tienes acceso a casi nada. Eso por un lado y por el otro hay una serie de decisiones políticas que tampoco dependen de ti. Se toman y santo remedio. Esas dos cosas, cuando se combinan, también ejercen esa función de tristeza y de depresión.
En momentos difíciles de la existencia humana, las soluciones son individuales, no son colectivas. La decisión de sobrevivir, por ejemplo, no depende de una decisión política, venga de donde venga. Dependen del individuo, de lo que él quiere para sí mismo y cómo lo puede conseguir. Y lo que quiere el individuo es sobrevivir. Por eso es que vemos esa gran ola de emigración. La gente emigra pensando que en algún lugar del mundo va a tener acceso a las cosas que son básicas para la vida. En realidad, es una ficción que nos creamos, como incentivo para la emigración. Eso tiene que ver con la supervivencia, así como hay personas que deciden quedarse en el país, haciendo lo que pueden hacer para sobrevivir de la mejor manera y con los mejores instrumentos que tienen. Es una forma honorable y respetable. Esas son las personas que mantienen los valores y la condición humana. El que emigra o el que se queda, ninguna de esas decisiones es discutible. Por supuesto, cada quien lo hace desde una posición estrictamente individual.
Detrás de cada éxito de un migrante hay un ejército de derrotados. ¿Qué podemos ver ahí?
Sí, es cierto. Eso es lo que uno ve muchas veces. Migrar es una de las cosas más complicadas que existen, porque esa ficción que la persona lleva consigo, una vez que llega al lugar de destino, le toca construírsela él. Nadie se la va a regalar. En ese proceso de construcción es cuando vienen las derrotas, cuando la persona no encuentra el camino para hacerse una realidad, al menos, vivible y útil para sí mismo. Ahí se queda mucha gente. Ahí se doblegan mucho las voluntades y se rompen mucho los corazones. Aparece el desaliento, la desazón y la sensación de aislamiento también, porque donde quiera que vayas, se es un extranjero. Por eso la gente tiene tanta necesidad de buscar la manera, la que sea, de formar parte de esa sociedad de acogida. De buscar reconocimiento. De ofrecer un trabajo para alguien que lo necesite, creándose una red emocional que le permita la vivencia donde quiera que esté. Para el venezolano es más difícil, porque nunca fuimos migrantes. Nos enfrentamos a un hecho inédito. También se están aprendiendo cosas en el camino y nuevas habilidades que el venezolano no tenía presente en la órbita de su conciencia o de su psique.
¿Por qué no queremos entender que la migración no es para todos? ¿Por qué somos tan crueles con ese ejército de derrotados? ¿Por qué no nos hacemos esa pregunta como sociedad?
Porque eso requiere de una reflexión individual. En esa reflexión es donde está la capacidad del individuo para conocer cuándo tiene la fuerza, las herramientas, para una migración y cuándo no las tiene. Si la persona no se hace esas preguntas antes de emigrar, se va con la ficción más que con la realidad. En ese momento es cuando se encuentra con la crueldad de la derrota. Sin embargo, como sociedad, estamos aprendiendo otras cosas. El venezolano que emigra ha comenzado a tener una solidaridad inusitada con el otro venezolano que está intentando apoyarse para poder sobrevivir. Eso me ha resultado una cosa positiva. Creo que habla bien del gentilicio venezolano. Entonces, es un rasgo de humanidad del venezolano que ha logrado insertarse en una sociedad distinta, hacia otro venezolano que se encuentra en una posición más débil.
La condición humana no está dada. Nos la tenemos que ganar. Tenemos que construirla, como parte de un proceso individual. Es un punto común en esta conversación, así como la idea de que estamos sobreviviendo dentro y fuera del país.
Eso es una realidad del tamaño de una Iglesia. Sin duda, estamos sobreviviendo tanto adentro como afuera, porque adentro sabemos cuáles son las condiciones a las cuales estamos expuestos, las conocemos, y quienes se miran al espejo que refleja esa realidad, se aterrorizan y se van del país. Quienes se quedan piensan que pueden sobrevivir, porque tienen la capacidad para ello. Unos y otros tienen que construir los instrumentos para adaptarse a una realidad distinta. Los tienen que construir día a día, paso a paso, con mucha paciencia, con mucha determinación y con un esfuerzo sobrehumano. Los migrantes que se adaptan a una sociedad distinta alcanzan un logro muy importante. Pero siempre serán personas que no pertenecen a esa sociedad, aunque te acostumbren. Estamos hablando de la sobrevivencia, del instinto (y esto es muy importante) que nos ayuda a retomar nuestras vidas bajo condiciones que no son las nuestras. Lo que estamos buscando es nuestra condición humana. Eso es lo que buscamos los venezolanos dentro y fuera del país. No es otra cosa. Es una llama encendida en los venezolanos, porque el sufrimiento al que hemos sido sometidos, nos ha traído ese aprendizaje.
Tenemos una fecha: el 10 de enero. Ese día sabremos si Edmundo González Urrutia toma posesión de la presidencia o, por el contrario, la presidencia sigue en poder de Nicolás Maduro. ¿No estamos, realmente, frente a un dilema que es una tontería?
Yo no quisiera hablar peyorativamente de las cosas, porque no me gustaría calificarlas. Yo creo que poner la vida de uno en esas expectativas es volver a caer en el error de vivir, una y otra vez, de expectativas en expectativas. Independientemente de lo que ocurra en esa fecha, tú tienes que seguir viviendo y tienes que sobrevivir, donde quieras que tú estés. Eso es fundamental. El 10 de enero no es el D Day (no vamos a desembarcar en Normandía). Esa fecha no le da a tu vida el significado que tiene. Lo que tiene significado en tu vida es lo que tú haces por ti y por tu familia, por tu mundo emocional, por tu mundo interior que es, verdaderamente, donde está la condición humana. El 10 de enero, simplemente, es una fecha como cualquier otra. ¿Qué será un momento importante en la vida de Venezuela? Sí. ¿Un antes y un después para las condiciones políticas? Sí. Pero para el individuo, no. El individuo tiene que seguir viviendo confrontando y enfrentando los problemas de su mundo interior y los problemas internos que esa persona pueda tener. Ese dilema lo hemos visto muchas veces. Las circunstancias que nos rodean son eso: circunstancias. Pero el trabajo hacia adentro, hacia el mundo interior, es fundamental.
¿Está hablando de las emociones? ¿De cómo las confrontamos y nos enfrentamos a ellas? ¿O estoy equivocado?
Sí. Eso es lo que nos hace humanos. Eso es lo que nos aproxima a nuestras propias complejidades. A final de cuentas, eso es lo que tenemos que resolver y con lo que tenemos que convivir, independientemente de lo que pase afuera. Sabemos que las circunstancias influyen, pero la convivencia con nosotros mismos es, incluso, mucho más importante, porque caer en una expectativa es caer en lo colectivo y, como ya lo hablamos, lo colectivo es el inconsciente y si te atrapa la inconsciencia del colectivo, también te va a atrapar su frustración, si el resultado dado no es el que esperabas.
Esta entrevista será música para los oídos de las personas que tienen un pensamiento liberal. Y lo digo porque el liberalismo lo primero que reivindica es el papel del individuo. Es la importancia que tiene el individuo, mucho más allá de las circunstancias, del colectivo y de la política.
Del individuo es que se construye el ciudadano y, desde ahí, establece relaciones con su entorno, pero siempre desde su individualidad, respetando los valores de la sociedad. Y esto vale para el sentido contrario. Así es que se construye una sociedad. Una sociedad no se construye con súbditos, ni con esclavos. Se construye con ciudadanos, al menos las sociedades modernas y democráticas. Y los ciudadanos se hacen cuando comprenden cuales son sus valores, sus derechos y sus deberes, en el entorno social. Y que, de la puerta hacia adentro de sus casas, su vida privada les pertenece, cosa que está en entredicho en muchas sociedades modernas. No se trata de ponerse en posiciones políticas, estoy viendo esto desde lo humano. Desde la condición humana que, como hemos hablado, es realmente lo importante.
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