Una lección magistral
POR Virginia Rosales
PRODAVINCI 23/09/2024
La salud de una sociedad democrática puede ser medida por la calidad de las funciones realizadas por ciudadanos privados.
(Alexis de Tocqueville)
1. Trabajo de campo
Reconozco que me daba miedo. Eso de irme por la noche a hacer encuestas en los barrios marginales de Valencia era y supongo que sigue siendo peligroso. El “te estás buscando lo que no se te ha perdido”, de mi mamá, repetido como mantra cientos de veces en la cabeza. Intentaba sobreponerme. “Quien algo quiere, algo le cuesta”, me respondía a mí misma. Una lucha agotadora de voces internas donde continuamente forcejeaban la mía y la de ella. Aquella vez había ganado la mía. Terminé de vestirme, cogí las llaves del carro y me fui camino al punto de encuentro. Habíamos acordado vernos en la Mansión del Pan, una panadería-cafetería que nos quedaba relativamente cerca a varias de las personas que trabajábamos en el Proyecto Valencia 2020.
‒Honestamente, MJ, esto es una temeridad ‒le solté al director del proyecto en cuanto se subió a mi carro.
‒Ya te dije que es necesario ir de noche porque es cuando los líderes vecinales están en sus casas. Esta gente nos puede dar información muy valiosa ‒contestó MJ en tono seco, cortante, con evidente intención de no querer dar lugar a pataleo. Aun así, insistí con la secreta esperanza de que cambiara de idea:
‒Ya lo sé, pero sabes tan bien como yo que es un peligro andar a estas horas por esos barrios.
‒No se puede vivir con miedo ‒respondió tajante.
Y como tenía razón dejé de insistir. Puse música para calmar la tensión que surgió entre los dos tras la breve charla. Un casete del concierto de Simon and Garfunkel en el Madison Square Garden de Nueva York. Mientras sonaba «The sound of silence» cada uno se sumergió en sus pensamientos. No sé cuáles serían los suyos, pero yo me puse a rezar. Era mi último recurso. Mientras rezaba deseaba con todas mis fuerzas que el Sagrado Corazón de Jesús me mandara alguna señal.
Pasamos por la Alcaldía de Valencia a recoger al resto del equipo. Hoy no está tan mal, pensé en cuanto nos dijeron que tocaba empezar por La Isabelica. Nos pusimos en marcha. Tras un rato siguiendo al otro carro llegamos a una zona de casas bajas: humildes y desvencijadas. Cuando el coche que seguíamos se detuvo, también paré. El conductor nos hacía señas con las manos. Bajé el cristal de la ventana.
‒Aquí es ‒señaló el hombre, entusiasmado.
‒Vamos ‒contestó MJ en tono resolutivo.
‒Voy ‒dije resignada.
El hombre de la alcaldía tocó el timbre. Salió una mujer de mediana edad: piel morena, cabello abundante y rizado, robusta, labios encarnados. Dice que acaba de llegar de trabajar. Es la líder vecinal de su sector en La Isabelica. Nos invita a pasar. El pecho me da un vuelco nada más entrar: al fondo del salón veo, pintado, un Sagrado Corazón de Jesús que ocupa toda la pared. ¿No querías una señal? ‒pensé impresionada. Acto seguido, me tranquilicé. Que sea lo que tenga que ser.
Esa noche entrevistamos a varias personas que la mujer había convocado en su casa. Las fuerzas vivas de su sector. Nos contaron los problemas que tenían: inseguridad, alta criminalidad, irregularidad en el suministro de los servicios básicos, atropellos por parte de la policía. La mayoría de estos problemas se repetían en los diferentes testimonios que fuimos recolectando barrio por barrio. Algunas veces íbamos de noche; otras, de día. En ocasiones hacíamos encuestas casa por casa u organizábamos reuniones los fines de semana en centros comunitarios como escuelas o iglesias. ¿Cómo podía la gente soportar tales niveles de pobreza, abuso de poder e inseguridad? La clave estaba en las redes de capital social: el nivel de cooperación entre los habitantes de los diferentes barrios era muy alto: se prestaban dinero, compartían comida. Muchos decían que, pese a todo, preferían seguir viviendo en el sur de la ciudad porque en el norte de Valencia la gente era muy cerrada y no se ayudaban.
A pesar de mis miedos, durante el tiempo que duró el trabajo de campo nunca ocurrió nada que pusiera en peligro a quienes íbamos a hacer entrevistas y encuestas por aquellos barrios. Por el contrario, la gente se volcaba con nosotros, nos abrieron sus casas, compartieron aquello que tenían en sus platos, nos liberaron de prejuicios absurdos provocados por el desconocimiento de una realidad que nos tocaba tanto como a ellos.
2. MJ Cartea, la educación y el capital social
Pocas veces tiene uno la oportunidad de conocer a alguien de la talla de MJ Cartea. Una fuerza de la naturaleza, como dirían en España. Una tormenta con rayos y truenos. Un toro bravo saliendo al ruedo. Así lo recuerdo.
Lo conocí un 17 de noviembre de 1996. Había ido como ponente invitado a dar una conferencia para celebrar el día del economista en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de Carabobo, donde yo cursaba tercer año de la licenciatura en economía. Nunca antes había visto a alguien con tanto carisma ni con esa extraordinaria capacidad comunicativa. A muchos nos cautivó su energía vital y su inteligencia, pero sobre todo su rebeldía e irreverencia. Nos hablaba de los últimos avances en economía, la mayoría de ellos críticos con los modelos ortodoxos que nos enseñaban en clases. Su discurso revolucionario resultó ser un disparador para muchos de nosotros. Sobre todo para aquellos que estábamos descontentos con la economía abstracta de fórmulas en la pizarra y queríamos pasar a la acción, verle el queso a la tostada. Al terminar la conferencia me acerqué a saludarle. Nos presentaron. Nos dimos un fuerte apretón de manos. Intercambiamos teléfonos y durante un tiempo, por esa vía, tuvimos largas conversaciones acerca de lo divino y de lo humano.
MJ Cartea era muy generoso con el conocimiento, le encantaba compartir todo lo que sabía acerca de economía, historia, arte, literatura, viajes. Era una persona muy culta y singular; también tenía mucho mundo. Me mandó leer varios libros antes de aceptar dirigir mi tesis de grado. Recuerdo que muchos de esos libros me los enviaba por autobús desde Caracas a Valencia en los Aeroexpresos Ejecutivos, y luego conversábamos sobre ellos por teléfono. Por aquel entonces no había correo electrónico ni WhatsApp, ni mucho menos redes sociales. Después de leer y comentar las referencias que él consideraba básicas para cualquier estudiante de economía, y que no se estudiaban en la carrera ‒como Jon Elster, Gerbert Simon, Daniel Kahneman, Gary Becker, Joseph Schumpeter y Amartya Sen, entre otros‒, MJ Cartea accedió a convertirse en mi tutor, así como lo era de varios estudiantes de la licenciatura en economía de la Universidad Católica Andrés Bello, donde daba clases de «Economía del bienestar y equilibrio general».
En palabras de la profesora Rocío Guijarro, directora del Think Tank CEDICE Libertad, MJ Cartea:
Fue un gran economista, brillante, adelantado a su época, irreverente, pero siempre con un consejo para sus alumnos en cómo ver la economía. También fue, si no me equivoco, el primer economista venezolano en ir a la Universidad de Chicago. Destacó por su carácter beligerante. Cartea tuvo la oportunidad de conocer a Hayek y lo invitó a Venezuela, corrían los 80’s y Hayek estuvo en la Universidad Central de Venezuela.[1]
Y del doctor Abel Lucena, profesor titular de la Universidad de las Islas Baleares:
MJ nos desafió intelectualmente, y siempre se interesó en desarrollar y mejorar la enseñanza de la microeconomía en las universidades venezolanas. En lo personal, siempre le estaré agradecido por todos los consejos que me dio. Por ejemplo, fue una de las primeras personas que me animaron a considerar la posibilidad de hacer mis estudios doctorales en la Pompeu Fabra.
Y es que MJ tenía siempre el consejo adecuado para cada uno de sus estudiantes. Nos conocía muy bien a todos, sabía dónde podíamos destacar de acuerdo con nuestras capacidades intelectuales y sociales. Se fijaba mucho en la personalidad y en la forma de pensamiento de cada uno. Así nos orientó a varios de nosotros sobre el camino que debíamos tomar en los estudios de posgrado y de doctorado. Si debíamos optar por el ámbito de las políticas públicas, de la empresa privada o de las finanzas. Nos sugería lecturas, universidades donde estudiar, cuestiones sobre las que reflexionar. MJ era como uno de esos maestros de la Grecia antigua, su método de enseñanza se asemejaba mucho al de los grandes filósofos de aquella época.
Por supuesto, tanto el método de enseñanza de Cartea como su contenido no eran del gusto de todos sus estudiantes. Había en aquella época quien prefería una educación más ortodoxa, con lo cual no faltaron voces críticas dentro de su alumnado. Sin embargo, muchos de sus discípulos y estudiantes más allegados han tenido una trayectoria brillante, realizando importantes aportes en el ámbito del diseño de políticas públicas, de la investigación, de la educación y, en definitiva, en la sociedad en general; tanto en Venezuela como en otros países de América y Europa. Hoy en día muchos de ellos reconocen la influencia que MJ Cartea tuvo en sus carreras, como por ejemplo la doctora Yoskira Cordero, directora de programas de posgrados de la Universidad Tecnológica Empresarial de Guayaquil.
En mi formación como economista hizo replantearme la teoría económica estudiada en ocho semestres. Con sus interrogantes contribuyó a reflexionar en que lo obvio no era tan obvio, y con ello nos motivaba a que había un mar de acciones que podíamos hacer como ciudadanos y como profesionales. Como persona, agradezco al destino por darme la oportunidad de conocer en la etapa valiosa de la vida universitaria a personas como el profesor Cartea, un ser humano optimista, apasionado de las ideas, con convicciones, y sinceramente atento a todo su equipo de estudio y de trabajo.
O el profesor Pablo Polo:
Cartea fue un personaje. Definitivamente vino a retar muchas de las creencias que tenía sobre la economía y la enseñanza de la economía; desde ese punto de vista marco una diferencia en mi hacer como docente y profesional, impregnó la academia de la vivencia e hizo comprender lo vital del conocimiento local para ser exitoso en la elaboración de políticas públicas.
En 1999, MJ Cartea se mudó a Valencia en virtud de que fue designado director de la Cátedra Rectoral Alexis de Tocqueville, un espacio para el estudio de la democracia, la libertad, la pobreza, el capital social y el diseño de políticas públicas en el marco de las ciudades. “La Tocqueville”, como nos referíamos a la cátedra, fue producto de un convenio entre la Alcaldía de Valencia, en aquel momento liderada por el alcalde Paco Cabrera, y la Universidad de Carabobo. Recuerdo que MJ decía que para entender bien la realidad y poder diseñar políticas públicas adecuadas los economistas debían “embarrarse las manos en el fango de la empiria”. Es decir, salir a la calle, hablar con la gente, no quedarse en la burbuja de las oficinas, las aulas y los pasillos de la facultad teorizando sobre la economía a partir de modelos abstractos.
Tal como afirma su sobrino, el doctor Álvaro Cartea, profesor de la Universidad de Oxford y director del Oxford-Man Institute of Quantitative Finance: “Su pasión por entender todos los engranajes de la sociedad y sobre cómo funcionamos las personas era inigualable”.
En palabras del propio MJ Cartea:[2]
… es necesario que los diseñadores de políticas locales tengan un conocimiento profundo de las realidades diversas que existen en el espacio local. Es por esta razón que cada vez más, los organismos multilaterales y algunos gobiernos regionales y municipales a nivel mundial invierten tiempo, dinero y esfuerzos en diseñar instrumentos de investigación que permitan obtener la información pertinente para poder llevar a cabo una gestión regional o local cada vez más eficiente y adecuada al ámbito en el que se desenvuelve.
En este marco, Cartea planteaba la importancia de la investigación de campo. Salir a la calle, conversar con las personas y conocer de primera mano sus problemas. Él siempre decía: “No puedes resolver un problema sin comprenderlo”. Y comprender un problema en el ámbito local pasaba por recorrer el terreno, interactuar con sus habitantes, empaparse de la realidad que se quería mejorar desde el ámbito de la administración pública.
Ese era el espíritu que guiaba el convenio entre la Alcaldía de Valencia y la Universidad de Carabobo materializado en la Cátedra Alexis de Tocqueville y en los trabajos que allí se llevaban a cabo.
Tuve oportunidad de colaborar con MJ Cartea en el proyecto Evaluación de Capital Social en el Municipio Valencia, que tomó como casos de estudio los barrios populares Ambrosio Plaza, Bocaína II, Canaima, El Combate y Ezequiel Zamora. Ir a trabajar a esos barrios, en calidad de entrevistadora, fue un hecho que cambió mi forma de ver y entender el problema de la pobreza. Lo mismo les sucedió a muchas de las personas que trabajaron en aquel proyecto.
Según cuenta el profesor Pablo Polo:
Como docente y miembro de la cátedra tuve la fortuna de enseñar a muchos jóvenes que salieron de allí a tener roles importantes en la gestión pública y en la docencia, la forma de hacer política pública sobrevivió a la gestión, y todavía hoy hay muchos elementos de la manera de Cartea en la política pública del municipio.
MJ Cartea nos enseñó a analizar los problemas desde diferentes puntos de vista. Al tiempo que salíamos a la calle para conocer de primera mano la realidad de la gente que vivía en condiciones de pobreza, nos hacía leer filosofía, historia y economía para que tuviéramos una visión amplia y rica, y pudiéramos reflexionar profundamente sobre aquellos problemas que se deseaban solucionar. Tal como mencioné anteriormente, para Cartea la solución a esos problemas no podía provenir únicamente del gobierno local. Los ciudadanos también debían implicarse en los cambios deseados. Es por ello que el proyecto buscaba estudiar los niveles de capital social existentes en los barrios populares tomados como casos de estudio.
Pero ¿qué es el capital social y por qué fue tan importante en el marco de los estudios realizados por la Cátedra Alexis de Toqueville?
Putnam (1994) entiende el capital social como «las características de la organización social, como las redes, las normas de reciprocidad y la confianza social que facilitan la coordinación y la cooperación para el beneficio mutuo».[3] En ese momento, los resultados de diferentes estudios llevados a cabo tanto en el ámbito académico como en el de ciertos organismos multilaterales como el Banco Mundial, apuntaban que:
… el gobierno local debe generar mecanismos de propiciación de redes cooperativas entre los sectores organizacionales formales e informales, públicos y privados. Así mismo, la política local debe descansar en estas redes de capital social y debe surgir no con base en un modelo “asistencial-paleativo” sino más bien en un modelo de “producción de servicios integrado, descentralizado, participativo y pluralista”.[4]
La evaluación del capital social en los barrios populares tomados como casos de estudio nos permitió conocer el día a día de las personas que allí habitaban. Sus problemas, sus inquietudes. La trampa de la pobreza ya no era un concepto abstracto que leíamos en un libro de texto. La podíamos ver en las caras y ojos de la gente. Tenía nombres y apellidos. Tenía color. Tenía la forma de los sueños truncados. Y dolía, dolía mucho.
De acuerdo con la doctora Yoskira Cordero:
El impacto para los estudiantes (…) marcó un antes y un después en la preparación como economistas. Conocer de ciudades accidentales sin planeación, casas con letrina, familias que solo lograban comer una vez al día, familias que perdían un familiar por la lucha de bandas en las zonas, familias que pedían eliminar las canchas deportivas porque era centro para el consumo de drogas y peligro para transeúntes, en fin familias humildes que tenían amplias dificultades de acceso al bienestar. Todo el caos social era una realidad paralela a otro lado de la ciudad de Valencia, creciente en construcción de vida comercial, de dinámica de producción y consumo.
Trabajar en ese proyecto no solo fue una experiencia significativa desde el punto de vista profesional sino, más importante aún, se convirtió en una experiencia que nos cambió como seres humanos. Pasamos de ser investigadores que íbamos a estudiar una realidad determinada a ser personas que conversábamos con otras personas. En ese sentido pudimos entender plenamente el significado del concepto de «Desarrollo humano», de Amartya Sen, premio Nobel de Economía, quien establece que el desarrollo no solo implica el progreso material, sino un proceso de expansión de las libertades de las personas y de su capacidad de lograr los fines que se ha propuesto:
… el desarrollo como libertad se enfoca en los fines, o más exactamente, en la libertad para lograr los objetivos en la vida que una persona elige con su razonamiento. Ese es el cambio de enfoque que implica pasar del desarrollo como crecimiento económico al desarrollo como libertad.[5]
En aquel momento salíamos de los barrios preguntándonos cuántas de esas personas llegarían a lograr sus metas. ¿Cuántas de ellas se podrían librar de la trampa de la pobreza? Con nuestro trabajo buscábamos poner nuestro granito de arena para que salieran de aquella condición.
Ahora veo con mucha tristeza que el discurso y la práctica política en Venezuela no han hecho más que profundizar y agravar el problema de la pobreza en el país. En lugar de elegir modelos de desarrollo más adecuados con los tiempos que corren, desde la llegada de Hugo Chávez al poder los gobernantes optaron por seguir un modelo caduco, que históricamente se ha probado como un fracaso a la hora de promover el desarrollo humano.
Lamentablemente, MJ Cartea murió muy pronto. No tuvo tiempo de llevar a cabo todos los cambios y reformas que había ido hilando entre lecturas y conversaciones con gobernantes y ciudadanos en diversos ámbitos. Muchos de quienes lo conocimos y tuvimos la fortuna de trabajar con él al observar en lo que se ha convertido Venezuela no podemos dejar de preguntarnos: ¿Qué diría MJ? ¿Qué ideas propondría para salir de esta situación tan perversa en la que se encuentran sumidos sus habitantes? Lo primero que me viene a la cabeza es su imagen dando clases de economía y toma de decisiones en los barrios pobres, y entonces entiendo mejor la lección que quería trasmitirnos a todos y que todavía continúa vigente: la educación y el fortalecimiento de las redes de capital social, dos elementos fundamentales para el desarrollo en el ámbito local.
***
Agradecimientos
Me gustaría agradecer a los profesores Abel Lucena, Pablo Polo, Rocío Guijarro, Yoskira Cordero, Álvaro Cartea y a mi colega Rómulo Licón por compartir conmigo sus testimonios, los cuales han sido de gran ayuda en la realización de este texto.
También a mi profesor de literatura Ricardo Ramírez Requena, por sus valiosas enseñanzas, y a mis compañeros de taller literario: Julio Tupac Cabello, Valentina Guzmán, Lorenzo Figallo, Imelda Romero, Cecilia Hecht, Ana Garroni y Larissa Hernández por sus generosos comentarios.
Por último, pero no menos importante, a Lukas Cartea, hijo de MJ Cartea, por ayudarme a recordar algunos detalles de la vida de su padre, había olvidado con el paso del tiempo.
***
Notas:
[1] Friedrich von Hayek fue uno de los economistas más importantes e influyentes del siglo pasado. MJ Cartea fue su discípulo. Fue Hayek quien escribió la carta de recomendación de MJ para la Universidad de Chicago.
[2] Tomado de un texto inédito, escrito por MJ Cartea, titulado: «Capital Social: un elemento fundamental en el diseño e implementación de políticas públicas en el ámbito local».
[3] Putnam, R. (1994). Para hacer que la democracia funcione, Caracas, Editorial Galac.
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