Con Ginés González no muere la corrupción
El antikirchnerismo furioso celebró en redes sociales el deceso del exministro de Salud de Alberto Fernández. Sin embargo, está ausente del debate lo más importante en materia del combate a la corrupción
Hoy murió Ginés González García, exministro de Salud del kirchnerismo y cara visible de lo que se denominó como “el vacunatorio vip” que le terminó costando el puesto. Como era de esperarse, los que le soltaron la mano ante los lógicos cuestionamientos opositores, hoy despiden al que consideran “el mejor sanitarista” de los últimos tiempos en Argentina.
La política virulenta hace que más de uno celebre la desaparición física de González García. Claro que, para emitir opinión al respecto, por más que choque, hay que retrotraerse a lo que fue su gestión, sobre todo en época del COVID-19. Mientras las personas se fundían por no poder abrir y mantener sus negocios (mientras tenían imposibilitado despedir a los empleados), los funcionarios del Estado alineados con el oficialismo de entonces, también celebraban irresponsablemente, sin saber que estaban cavando su propia tumba. El plan de reemplazar los ingresos genuinos del Estado por emisión monetaria ante el colapso del sector privado terminó como todos ya sabemos.
Más allá de lo que piense cada uno de su labor como sanitarista o político, nadie puede negar que por lo único que pasará a la historia Ginés González para las grandes mayorías es el “vacunatorio vip”. Es decir, el sistema de vacunación privilegiado para los amigos del gobierno de Alberto Fernández, cuando las vacunas escaseaban para la población.
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Aquí es necesaria una reflexión acerca de algo que repite sistemáticamente el actual presidente Javier Milei: la corrupción es inherente al Estado. Hasta el gobierno actual ya tuvo confirmado un caso de un funcionario que pidió coimas en una empresa del Estado, que afortunadamente fue desvinculado instantáneamente. Aunque el presidente actual pueda ser más honesto que sus antecesores, lo que hará que esta gestión sea “menos corrupta” que las previas pasará por otro lado: por la eliminación de dependencias y prerrogativas de los funcionarios.
Desafortunadamente, ningún gobierno se irá del poder sin ningún caso de corrupción. Pero si la estructura burocrática es más pequeña y los funcionarios no tienen favores para vender, el problema de la corrupción será mucho más controlable. Cuando la cuestión se limita a temas morales, como insisten dirigentes políticos como Elisa ‘Lilita’ Carrió, el resultado es siempre un desastre.
Con Ginés González García pasó lo que tenía que pasar. La mala ejecución de las políticas públicas llevaron a la escasez de vacunas por un tiempo considerable y, cuando algunas dosis estuvieron disponibles, primero se vacunaron a los amigos del poder. Si cargamos todas las tintas sobre Ginés, vamos a perder una oportunidad importante para discutir los temas de fondo.
Nadie dice que el exministro debió evitar la renuncia o el proceso judicial que enfrentaba. Pero, hay que reconocer que fue el único que “cayó”. Muchos de sus compañeros de ruta fueron culpables de otros delitos vinculados con enriquecimiento ilícito para sus propias arcas y hoy continúan impunes. Pero el exministro de Salud no corrió con la misma suerte. Hoy, muchas personas muy enojadas, que hasta perdieron familiares por la desidia de una pésima gestión, destilan la bronca y tienen derecho.
Sin embargo, para que no se repita la desgracia de otro gobierno como el del Frente de Todos, hay que analizar un poco más a profundidad. No alcanza con repudiar al impresentable de Alberto Fernández, a Ginés González García o a la condenada Cristina Kirchner. Hay que entender cuáles son los incentivos que generan la perversión de la corrupción y la normalizan. Sin ese debate de fondo, al menos en algunas cabezas, estamos condenados a repetir los mismos errores y fracasos. Luego, nos enojaremos con los corruptos de turno sin haber comprendido el proceso que los genera y multiplica.
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