La política y la ética
Todos los políticos son iguales. ¿Cuántas veces habremos escuchado esa afirmación? ¿Cuántas veces la habremos pensado? La política la ejercen seres humanos y en eso son iguales todos, aunque algunos sean dolorosamente inhumanos. La frase inicial solo es buena para esas charlas distendidas en las que se quiere pasar a otro tema y se cierra el círculo con “es que los políticos son todos iguales”. Como los periodistas, como los médicos, los arquitectos o los comerciantes, según sea el tema enojoso del que se trate.
Hay políticos con ética, capaces de asumir con convicción, entereza y responsabilidad un oficio que en su concepción busca el bien público. Y hay luchas políticas cargadas de ese sentido de lo que es justo y noble, de lo que es pertinente e imperioso, de lo que no se puede transar porque en ello va la vida de la gente, el sujeto primordial de la acción política. De ese calado, de esa hondura, es la lucha política en Venezuela. No se trata de sacar a unos y poner a otros, aunque, ciertamente, es imprescindible alejar del poder a quienes se apoderaron de él para su vulgar provecho personal y político, mientras sembraban escombros a su alrededor.
Estos últimos días el país ha asistido indiferente, de tal tamaño es el hartazgo, a los dos últimos hechos escandalosos del régimen: el nombramiento de Alex Saab, un corrupto de marca mayor, al frente del ministerio de Industrias y Producción Nacional y, sin anestesia, el anuncio madurista de una nueva operación “caiga quien caiga” , que ya se llevó por delante a Pedro Tellechea, el hombre al que sustituye Saab.
El barranquillero Saab —no es este un señalamiento menor a juzgar por lo que dice la Constitución sobre la nacionalidad de origen de quien ocupe cargos como el de la producción nacional— no es un político, es un comerciante sin escrúpulos, que utiliza dineros públicos para lucrarse él, sus socios y sus jefes.
También esta semana se recordó la gesta del 22 de octubre del año pasado, la de la primaria de la oposición, autogestionada, impecable, multitudinaria. Es la otra cara de la política: una, al mando, de negocios sucios que solo hunden al país en la miseria; y la otra, expresión de un sentimiento de cambio que se extiende por todo el país, que reclama la gente más sufrida y necesitada, y entiende un liderazgo que pone la piel en cada acto político.
El camino de la primaria del año pasado estuvo lleno de obstáculos, muchos de ellos éticos. ¿Cómo se mantiene la moral alta en medio de la desesperanza? La perseverancia ética se convirtió en un recurso esencial para los venezolanos. Mantenerse firmes en sus principios permitió a la ciudadanía superar dificultades, y enviar también un mensaje claro: la lucha por la justicia y la libertad no podía ser comprometida. Cada obstáculo superado no fue solo una victoria táctica, sino una afirmación de que el camino elegido era el correcto.
Es una genuina revolución ciudadana, una que va más allá de una historia de resistencia. Al optar por la cooperación, la organización y la ética, los venezolanos reescribieron las reglas del juego político en el país. Y en ese proceso han construido algo más que un movimiento: han forjado una nueva identidad colectiva que, sin duda, será la clave para el futuro de la nación.
El camino sigue estando lleno de zanjas, emboscadas y persecución, pero cuando se actúa con unión, confianza y ética no hay meta que sea inalcanzable.
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