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En América Latina, el terror ha sido una parte fundamental de la cultura. Historias de aparecidos y criaturas misteriosas inundan el folclore de cada país, desde México hasta la Patagonia. Algunas son endémicas de ciertas regiones, mientras otras se mantienen como un gran relato común que une a todos bajo un mismo gentilicio: el del respeto por los muertos.

Un fenómeno que se repite a lo largo de Latinoamérica y partes de España e Italia es el culto a las ánimas del purgatorio. Se trata de los espíritus de aquellas personas que, al no tener grandes virtudes en su vida, no pudieron entrar al cielo y ahora están condenados a vagar por la eternidad en el limbo. Sin embargo, sus devotos les atribuyen la propiedad de conceder favores a los vivos, a cambio de que intercedan por ellos para que puedan ascender a otro plano celestial.

El trato es sencillo: la persona que se encomienda a las ánimas debe presentar alguna ofrenda. Dependiendo del tamaño del favor solicitado, pueden dedicarles un rosario, una misa, o simplemente encender una determinada cantidad de velas en el altar de la casa por varios días. 

Aunque los espíritus del purgatorio normalmente son benévolos, también hay veces que se pueden utilizar para el mal por algún brujo. Estos los utilizan para hacer “amarres” a personas. Algunos son para someter la voluntad de la víctima y que haga lo que pida su invocador. Otras veces, es para darles un susto o, incluso hacerles daño. 

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En cualquier caso, cuando el ánima pasa mucho tiempo amarrada a una persona, hace que comience a experimentar una profunda melancolía, seguida de otros síntomas como insomnio o paranoia. Algunos expertos en el espiritismo aseguran que en estos casos, una persona con sensibilidad a lo paranormal puede ser capaz de escuchar los lamentos de las ánimas, arrepentidas del trabajo que les obligaron a hacer.

Orígenes

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Representación popular de María Celestina Abdégano, personificación del Ánima sola. Foto: Cortesía

Normalmente, en el folclore latinoamericano se suele representar al Ánima sola con la forma de una mujer. Se trata de María Celestina Abdégano, una de las primeras almas de la historia en ser condenadas al purgatorio. Cuenta la leyenda que ella vivió en Jerusalén en los tiempos en los que Jesucristo fue crucificado. 

Precisamente María Celestina era parte del grupo de mujeres encargadas de dar agua a los condenados del monte El Calvario. Aunque extendió su cántaro a Dimas y Gestas, los ladrones que fueron crucificados junto a Jesús, se rehusó a atender al mesías por miedo a los judíos y todo el revuelo que provocaba. En cambio, los romanos en un gesto de burla, le dieron a Jesús un sorbo de vinagre cuando pidió agua. Por esa acción, cuando María Celestina murió se le negó la entrada al cielo, destinada a sufrir de una perpetua soledad en un plano intermedio. En el culto de las ánimas, muchos fieles directamente le rezan a ella para obtener favores, como una suerte de santa extraoficial de la Iglesia católica.

Otra versión popular en Andalucía, España, afirma que en vida fue la hija de un importante noble local, que se dedicó a ayudar a los más desfavorecidos. Su padre, furioso por la mancha al honor familiar, ordenó ejecutarla en la hoguera por su desobediencia. Desde entonces, su fantasma, que por alguna razón tampoco ascendió al paraíso, sigue ayudando a las personas que oren por ella.

Promesa cumplida

Fallas eléctricas persisten en varios estados de Venezuela después del bajón de luz
Foto: Cortesía

Un punto muy importante es que al pedirle un favor a una de las ánimas, la persona también cumpla su parte del pacto. Es decir, si promete encender una vela por siete días, debe hacerlo diligentemente. De lo contrario, el espíritu se manifestará para cobrar su deuda, y son conocidos por ser bastante vengativos con quienes no honran su palabra.

Quizás la historia más conocida en Venezuela es la de una mujer de Guatire, estado Miranda, que al contarle sus problemas económicos a sus compañeras de misa, estas le recomendaron encomendarse al ánima sola. Intrigada, esa noche en el borde de su cama pidió que se le resolviera su problema, a cambio de prenderle sus respectivas velas. A los pocos días, y como por arte de magia, recibió un dinero inesperado que le permitió cubrir sus gastos.

Aunque al principio cumplió el acuerdo y mantuvo encendidas las velas del altar de su humilde sala, un día se le olvidó hacerlo. Esa noche, estando sola en su casa, escuchó que alguien tocaba la puerta. Al abrir vio a una vieja amiga que desde hacía tiempo no veía, y aunque sorprendida, la invitó a pasar. Grave error. Al darle permiso de entrar a la casa, la mujer se convirtió en un enorme velo negro que comenzó a flotar, y toda velocidad dio vueltas sobre el techo atacando a la pobre víctima. La golpeaba, le tiraba del cabello y la empujaba hasta terminar en el suelo. 

Como pudo, la señora se arrastró por el suelo hasta el altar, y con el pulso tembloroso, sacó un fósforo y encendió un cabito de vela que había quedado de la noche anterior. Apenas lo hizo, el torbellino paró y el ánima sola desapareció con su deuda saldada. Desde entonces dicen que la mujer mantiene encendidos los velones de su casa todos los días, aunque más nunca volvió a pedirle un favor a las ánimas del purgatorio.