Leyendas venezolanas para contar en Halloween (III): fantasmas en el Metro de Caracas
- El Diario trae una serie de historias de miedo surgidas del propio imaginario venezolano. Rumores de fantasmas y hechos sobrenaturales que ocurrieron en esta tierra, y que pueden aparecer cerca durante la noche en que se conectan el mundo de los muertos con el de los vivos
Al entrar en el Metro de Caracas, los usuarios descienden hacia un submundo completamente surrealista. Cualquiera que haya utilizado este medio de transporte con cierta frecuencia tendrá al menos un par de anécdotas para contar. Desde las largas caminatas por los túneles y trenes que sueltan chispas para llegar a las estaciones, hasta crónicas de supervivencia a la delincuencia, peleas mortales entre vendedores ambulantes, o personas que mueren arrolladas al caer en los rieles, bien sea accidentalmente, por voluntad propio o empujadas.
Con un sistema tan salvaje y caótico, no es extraño entonces que sea el escenario perfecto para varias leyendas urbanas. Sin embargo, incluso mucho antes de su declive ya existían historias paranormales que se transmitían entre los trabajadores del turno nocturno para asustar a los novatos. La mayoría teniendo lugar en la madrugada, cuando ya el servicio al público ha finalizado y solo queda el personal de guardia.
Muchas de estas leyendas han logrado trascender fuera de su nicho. El escritor Rafael Mora compiló varias en el libro Fantasmas en el Metro (2019), publicado por la editorial El perro y la rana. Otras circulan libremente en Internet, dejando al juicio del lector su veracidad. Los usuarios también han alimentado en redes sociales el anecdotario con sus propias vivencias, demostrando que no solo los vivos pueden provocar sustos al viajar en el subterráneo.
Los espectros de Colegio de Ingenieros
Muchos trabajadores aseguran que en la estación Colegio de Ingenieros suele aparecer en la madrugada el espíritu de una mujer con un vestido de novia. En una oportunidad, dos empleados de guardia observaban las cámaras de seguridad, cuando vieron una figura blanca moverse por el andén. Les sorprendió no solo porque se suponía que ya no debían de haber pasajeros en la zona, sino también por el largo manto blanco que se desplazaba hacia los rieles. La aparición flotó sobre la raya amarilla hasta llegar al túnel, y se desvaneció.
La historia cuenta que una joven odontóloga iba a casarse en la iglesia Santa Rosa de Lima, que está al lado de la estación. Luego de esperar por horas sin tener noticias del novio, y sabiéndose plantada en el altar, la mujer huyó corriendo de ahí, y en un ataque de despecho, entró a la estación para quitarse la vida arrojándose a la vía.
La novia no es la única alma en pena que ronda por Colegio de Ingenieros. Otra leyenda popular es la de una niña que suele ser vista en la noche, también cuando ya el servicio está cerrado al público. Deambula por la mezzanina, y cuando algún vigilante se acerca a ella pensando que se trata de algún niño perdido, al momento corre de vuelta a la caseta al descubrir que la figura flota sin que se le vean las piernas. Hasta allí normalmente suele llegar su historia, aunque los trabajadores más antiguos conocen una versión mucho más trágica sobre su origen. Se trataría en realidad de una adolescente llamada Paola, la cual dormía en las adyacencias de la estación y era querida por el personal, quienes solían darle comida y hablar con ella.
Dicen que había llegado a la ciudad desde los Andes, y disfrutaba gastarle bromas a los hombres, aunque también era víctima de las circunstancias que pesan sobre las jóvenes en estado de indigencia de la avenida Libertador. Una noche, como ya había hecho en muchas otras ocasiones, se subió al vehículo de un desconocido y no volvieron a verla con vida. Su cuerpo apareció días después abandonado en el terreno baldío cercano. Años después, muchos reconocen algo de Paola en el fantasma de la chica, ya que afirmaban que solo le aparece a los empleados de sexo masculino.
Ojos negros
Otra niña suele aparecer también en la estación Maternidad. Su leyenda es bastante antigua, remontándose a la década de los años noventa. En una oportunidad, una pareja esperaba el tren en un extremo del andén, cuando se percatan de que había una infante dentro del túnel. Preocupados, se acercaron para llamarla, pero cuando la figura volteó a verlos, en su cara se veía un par de cuencas negras en lugar de ojos.
Existe una historia bastante similar en Plaza Venezuela. Una mujer relató que mientras esperaba, tenía a su lado a un hombre de edad avanzada que, a pesar de tener los párpados abiertos, tampoco tenía ojos. La joven trató de no inquietarse asumiendo que se trata de una persona con discapacidad visual, aunque le extrañó que no tuviera bastón. Al llegar el tren ambos se subieron, pero el sujeto se movió con perfecta claridad del espacio, quedándose de pie a pesar de haber asientos azules desocupados.
Cuando ya el tren iba en marcha, se sintió extremadamente incómoda. Al ver al hombre misterioso, se da cuenta que sus órbitas vacías apuntan hacia ella, como si de verdad fuese capaz de mirarla. Se mantuvo así todo el trayecto hasta Sabana Grande, cuando sin nunca haberle dirigido la palabra, se bajó caminando resueltamente, desapareciendo entre los demás pasajeros.
El reflejo
Una vez una joven narró un episodio bastante raro que le ocurrió durante un viaje a la estación Los Dos Caminos. Era la hora pico, por lo que el tren estaba lleno y la chica iba de pie agarrada del pasamanos y escuchando música en sus audífonos. En uno de los túneles, detalla en la ventana el reflejo de los pasajeros que la acompañan en el vagón. Ve a una muchacha sentada leyendo, y a su lado a dos mujeres de la tercera edad, aunque con la peculiaridad de que una estaba sentada sobre las piernas de la otra.
La usuaria no le presta atención a ese detalle y sigue en lo suyo hasta que en un momento voltea y se percata de que en el asiento efectivamente estaban sentadas la joven y la adulta mayor, aunque faltaba la que estaba en sus piernas. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando al regresar la vista a la ventana pudo volver a verla, aunque realmente no estaba allí.
Existe otra versión de esta historia en la que, en lugar de una mujer adulta, es una niña la que está en el regazo de una anciana. Al repetirse todo como en la historia anterior, la protagonista le cuenta a la mujer lo que vio y describe a la niña, lo que hace que esta rompa a llorar, al decirle que coincide con su nieta fallecida días atrás.
El mecánico
Propatria es una de las estaciones terminales de la Línea 1 del Metro. Más allá de su andenes queda el patio de maniobras donde se guardan los trenes cuando terminan su servicio y donde se les hace mantenimiento. Allí abundan múltiples relatos sobrenaturales entre los operadores que llevan los trenes al terminar su turno en la noche, o en la madrugada al encenderlo al iniciar la jornada.
La versión popularizada es la de un hombre alto y blanco con overol que aparece para alertar al resto de trabajadores sobre un evento (incidente) en uno de los trenes en la vía hacia la estación. Sin embargo, cuando llegan al lugar no solo se percatan de que no hay ningún problema, sino también de que la persona que les avisó ha desaparecido. Al parecer sería el fantasma de un antiguo mecánico que murió en las vías y busca informar sobre el accidente que le quitó la vida.
No obstante, esta historia parece ser desmentida por la gente que realmente trabajó allí, aunque no niegan que sí hay hechos extraños en los patios. Por ejemplo, altavoces de trenes que se encienden solos, o figuras humanas que alcanzan a ver por el rabillo del ojo sobre los rieles o dentro de los vagones. Niegan que alguna vez haya muerto un mecánico en Propatria, pero sí dicen que en Gato Negro falleció un técnico electrocutado cuando se hacían las obras para construir el Metro. Su espíritu aún deambula sobre lo que actualmente son las oficinas de la estación.
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