EL DERECHO DE VOTARE
El derecho de votar lleva implícito el derecho de elegir. Es como respirar para poder vivir, pues votar es tener la potestad de definir el destino que aspiramos para nuestros países, en cada caso en que se convoca a sufragar a los ciudadanos de cada nación.
Los venezolanos votamos y lo hicimos superando las más formidables adversidades, esa sola conducta, por demás heroica, debería bastar para que todos los ojos del mundo se fijen en esa proeza adelantada por millones de ciudadanos, que aceptaron el desafío de confrontar a una feroz dictadura que tenía presupuestado el fraude más descarado que se haya podido concebir en estos tiempos, en que las tecnologías permiten obtener resultados de votaciones y escrutinios en tiempos prácticamente reales.
Tal como lo acaban de hacer en los Estados Unidos, en menos de 24 horas de mostraron actas y se aceptaron resultados, María Corina y Edmundo hicieron lo propio, en concordancia con la Ley de Procesos Electorales venezolana. Pero Maduro se resiste a admitir su estruendosa derrota y se empeña en ocultar las actas que confirman la victoria de la resistencia cívica opositora.
Cuando se escucha a algunos líderes del mundo-a estas alturas del proceso realizado en Venezuela el pasado 28 de julio-insistir en pedirle a Nicolás Maduro que presente las actas, es como darle latigazos a los ciudadanos que simplemente ejercieron ese derecho de votar para elegir.
O sea, que se castiga al que cumplió legalmente con sus obligaciones, al mismo tiempo que ejercía sus derechos ciudadanos y políticos. ¡Es insólito que se dé la sensación de que por haber votado, aun en medio de ese escenario plagado de irregularidades, con un aparato persecutorio activado sin parar ni reparar a la hora de ejecutar arbitrariedades, al que se le da la espalda es a ese noble y valiente pueblo que ha sabido sobreponerse a esa escalada de hostigamientos que, en el menor de los casos, tendría que ser exhibida en los continentes de este planeta Tierra, como un modelo de resistencia cívica a emular!
Resulta alucinante, que transcurridos más de tres meses de esas votaciones, Maduro tercamente desafía al resto del mundo, prácticamente les dice, en tono arrogante y con estampa de socarrón, “aquí estoy, y aquí me quedo, porque me da la real gana”.
Pero más extravagante resulta, que se someta a requisitoria a los factores democráticos que cumplieron cabalmente con las normas que sirvieron de reglas del juego, a sabiendas, diseñadas a su antojo por Maduro, y sin embargo, los que son interpelados para explicar ¿cómo obtuvieron esas actas?, son María Corina Machado y Edmundo González Urrutia.
No estoy exagerando al escribir estas reflexiones que me ayudan a desahogar la indignación que pone de manifiesto, con justa razón, la ciudadanía venezolana, mientras espera que la llamada comunidad internacional haga algo para evitar que la dictadura derrotada con votos, siga haciendo de las suyas con los fusiles y las balas que como recursos represivos, son los insumos de los que restan para pretender usurpar la soberanía popular, puesta de manifiesto en esos históricos comicios celebrados el pasado 28 de julio.
¡No dejaremos de luchar hasta que se haga respetar esa determinación soberana! ¡Tenemos Presidente Electo, porque se dio ese hito del 28 de julio, fecha atada al esperado 10 de enero de 2025!
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