El tracoma enceguece y ahoga a pastores rurales de Kenia
ELANKATA ENTERIT, Kenia – Envuelto en el rojo vibrante de su shuka (manta) masái, Rumosiroi Ole Mpoke, de 52 años, está sentado con las piernas cruzadas sobre una gastada estera de cuero de vaca fuera de su choza, con el rostro marcado por una tristeza más profunda que las líneas de la edad. Sus ojos, antes agudos y ahora nublados por el tracoma, apenas distinguen las sombras del ganado que antes cuidaba con orgullo.
«Debería haber hecho algo cuando aún podía ver», dice en voz baja, con un deje de pesar en la voz. «Ahora soy un inútil con mi ganado y mis hijos tienen que guiarme por nuestra tierra. Ya no puedo mantenerlos como debería un padre», lamenta.
En Elankata Enterit, en el condado de Narok, una remota aldea situada a unos 150 kilómetros al noroeste de Nairobi, Rumosiroi ha sido despojado no solo de su vista sino de su papel de proveedor, atrapado ahora en un ciclo de pobreza y dependencia que roe su espíritu.
Los masái, conocidos por su resistencia y su profundo vínculo con la tierra, forman parte de las comunidades de pastores de Kenia, especialmente vulnerables al tracoma.
El entorno árido y polvoriento en el que viven favorece esta enfermedad infecciosa, que se ceba con las comunidades ya aisladas de los servicios sanitarios adecuados.
La organización Sightsivers, dedicada a luchar contra la ceguera en poblaciones vulnerables del mundo, y la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto con el Ministerio de Sanidad de Kenia trabajan para atajar la enfermedad en el país, pero para comunidades como la de Rumosiroi la lucha es incesante.
En las duras y soleadas tierras del valle del Rift y el norte de Kenia, donde escasean las fuentes de agua y el saneamiento es deficiente, lo que ayuda a prosperar el tracoma.
Se trata de una enfermedad ocular provocada por la infección por la bacteria Chlamydia trachomatis. Es un problema de salud pública en 38 países y causa ceguera o discapacidad visual a 1,9 millones de personas, que soportan un sufrimiento crónico, entre ellas hay muchas en las comunidades de pastores que dependen del ganado para sobrevivir.
La lucha contra el tracoma es esencial para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas para 2030, en concreto el ODS 3, que pretende proporcionar cobertura sanitaria universal, incluido el acceso a una atención sanitaria de calidad y a medicamentos asequibles.
Lejos de Elankata Enterit, en el Hospital Chemolingot de East Pokot, en el condado de Baringo, en el valle del Rift y el oeste de Kenia, un grupo de ancianas se sienta en el patio, no para recibir atención médica, sino para recoger alimentos de asistencia distribuidos por el gobierno del condado.
Seis frágiles figuras se apoyan pesadamente en bastones, guiadas por muchachos jóvenes hasta el lugar indicado. Todas son ciegas, con la vista robada por el tracoma. Con los ojos enrojecidos e hinchados, se frotan sin cesar, tratando de aliviar el implacable dolor que marca sus rostros con líneas de resignación y fatiga.
«Me han dado tanta pomada para los ojos», murmura Kakaria Malimtich, con voz cansada y derrotada. «Ya ni siquiera me importa el tratamiento; ahora, solo se trata de conseguir comida», reconoce.
Malimtich, como muchos aquí, ha perdido la batalla contra el tracoma, que afecta principalmente a regiones pobres del mundo. En las áridas tierras de Baringo, la gente lucha contra la ceguera junto con el hambre, la pobreza y la falta de recursos básicos.
Cheposukut Lokdap, una residente de 68 años de Chemolingot, se sienta cerca y se frota los ojos para aliviar el agudo dolor punzante.
«Es como si algo me estuviera cortando», susurra, medio para sí misma, medio para quien quiera escucharla. Hace dos años, su resto de visión se desvaneció, sumiéndola en «el mundo oscuro». Recuerda ese día vívidamente: el ojo del que dependía para ver el sol y las sombras finalmente falló.
El tracoma está muy extendido en Kenia, sobre todo en regiones de pastoreo como Turkana, Marsabit, Narok y Wajir. Según la OMS, es la principal causa infecciosa de ceguera en el mundo y, sin embargo, sigue estando infrafinanciada y en gran medida ignorada.
La enfermedad prospera en comunidades con acceso limitado al agua potable y a la atención sanitaria, condiciones habituales entre los pastores.
Según datos de abril de 2024 de la OMS, aproximadamente 103 millones de personas viven en zonas endémicas de tracoma y corren el riesgo de padecer ceguera por esta enfermedad.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
«Aquí en Marsabit, el agua limpia es un lujo, no un derecho», dice Naitore Lekan, de 40 años, cuyo marido es pastor de ganado. «Nuestros hijos sufren infecciones oculares todo el tiempo, y no hay una clínica adecuada a la que llevarlos. A veces usamos hierbas o esperamos que se curen solas, pero a menudo no es así», cuenta.
La experiencia de Naitore pone de manifiesto problemas más amplios en las comunidades de pastores, donde las creencias tradicionales y la falta de concienciación dificultan el tratamiento y la prevención eficaces.
Naitore cuenta la lucha de su familia contra el tracoma.
«Mi hija, Aisha, empezó a perder la vista el año pasado. Pensábamos que era una simple infección ocular, pero en la clínica nos dijeron que era tracoma. Le dieron antibióticos, pero no pudimos volver para el seguimiento porque la clínica está demasiado lejos y no podemos permitirnos el transporte», narra con voz queda.
Para familias como la de Naitore, la distancia a los centros sanitarios y las limitaciones económicas hacen que el tratamiento del tracoma sea todo un reto.
En Marsabit, el trabajador sanitario comunitario Hassan Diba está decidido a luchar contra el tracoma. «La concienciación es la clave», afirma.
«Viajo a diferentes hogares, enseñando a las familias sobre el tracoma, sus causas y la prevención. Pero solo puedo llegar a un número limitado de personas. Necesitamos más recursos y apoyo para abordar este problema a mayor escala», detalla.
El impacto del tracoma va más allá de la salud; perturba la estabilidad económica de las familias de pastores y nómadas.
«Cuando alguien de la familia está enfermo, todo se para», dice Rumosiroi. «No puedo ir a pastorear a los animales, y si nuestro ganado no está sano, no podemos venderlo. Entonces no podemos comprar comida ni pagar la escuela», detalla el circulo vicioso que provoca la enfermedad,
Según la OMS, la carga económica del tracoma agrava la pobreza, ya que las familias desvían recursos a gastos médicos.
El sistema sanitario de Kenia se enfrenta a grandes retos, sobre todo en las remotas zonas de pastoreo.
El compromiso del gobierno con la cobertura sanitaria universal es considerado encomiable, pero su aplicación se retrasa en regiones donde el acceso a los servicios sanitarios se ve obstaculizado por la geografía y las infraestructuras.
«La mayoría de los centros de salud carecen de personal y recursos suficientes», afirma el médico Wanjiru Kuria, funcionario de salud pública de Marsabit.
Por ello, explica, «tenemos que dar prioridad a la financiación de medidas preventivas como el agua potable y el saneamiento, y formar a los trabajadores sanitarios para tratar los casos de tracoma. Sin estos elementos básicos, la lucha contra el tracoma no tendrá éxito».
Moses Chege, director de la organización Sightsavers Kenia, explica que «el tracoma afecta de forma desproporcionada a las comunidades más pobres, y eliminarlo tiene profundos beneficios para los individuos y sus comunidades en general»
Y añade: «Kenia ha logrado avances significativos en la lucha contra el tracoma, lo que está transformando vidas: permitiendo que más niños vayan a la escuela y que más adultos trabajen y mantengan a sus familias».
«El reto de eliminar el tracoma en Kenia es inmenso: más de 1,1 millones de personas siguen en riesgo», dice a IPS.
Chege explica que «mantener las manos y la cara limpias es esencial para prevenir la propagación, pero es difícil mantener una buena higiene cuando las comunidades carecen de acceso a agua limpia».
Y detalla que «para grupos nómadas como los masái, llegar a ellos con servicios de salud consistentes es un reto».
«También hay un aspecto cultural: algunos masái ven la presencia de moscas domésticas como un signo de riqueza y prosperidad del ganado. Sin embargo, estas moscas son portadoras de la bacteria que causa el tracoma», añade.
Según Chege, Kenia tiene potencial para eliminar el tracoma mediante inversiones estratégicas basadas en pruebas y medidas urgentes, uniéndose a las filas de otros 21 países que ya han erradicado la enfermedad.
Desde 2010, Sightsavers Kenia ha sido un socio fuerte del Ministerio de Salud, distribuyendo más de 13 millones de tratamientos contra el tracoma, incluyendo 1,6 millones de tratamientos solo en 2022 para proteger a los kenianos de la enfermedad.
También se espera que el reciente lanzamiento del plan maestro de Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD) de Kenia por parte del Ministerio de Salud acelere los esfuerzos para prevenir, erradicar, eliminar y controlar el tracoma y otras ETD en todo el país.
Organizaciones como Sightsavers y el Ministerio de Sanidad han puesto en marcha programas para combatir el tracoma mediante la administración masiva de fármacos y campañas educativas. Estos esfuerzos no sólo pretenden tratar a los infectados, sino también promover prácticas de higiene para prevenir la propagación de la enfermedad.
«Estamos viendo cambios positivos», afirma Wanjiru, el funcionario de salud pública. «Cuando las comunidades comprenden la importancia de la higiene y tienen acceso al tratamiento, pueden romper el ciclo del tracoma. Pero requiere el compromiso de todos», añade.
En 2022, Malauí se convirtió en el primer país de África meridional en eliminar el tracoma, mientras que Vanuatu logró este hito como la primera nación insular del Pacífico.
A medida que el mundo se acerca a la fecha límite de los ODS para 2030, abordar el tracoma en las comunidades de pastores es esencial para cumplir la promesa de salud para todos. Exige un enfoque polifacético que combine la educación de la comunidad, el desarrollo de infraestructuras y el acceso equitativo a la atención sanitaria.
Para pastores como Naitore, Rumosiroi y Malimtich, estas intervenciones no son solo una promesa de recuperación de la salud, sino un salvavidas hacia un futuro mejor.
T: MF / ED: EG
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