« S. (Francia), 11 de julio de 1917
Vengo con profunda gratitud a comunicarle la gracia conmovedora con la que Sor Teresa del Niño Jesús me ha favorecido a pesar de mi indignidad.
Al principio de mi matrimonio, vivía con mi marido en casa de sus padres, que tenían un pequeño negocio. Pero llevada por el demonio de la codicia, había tomado la triste costumbre de robar dinero del mostrador de la tienda, y poco a poco, robé una suma bastante importante.
No tuve remordimientos hasta noviembre de 1915, cuando compré un volumen de la vida de sor Teresa de Jesús. Un día, mientras lo leía, me invadió una dulce fragancia y, al mismo tiempo, sentí un profundo arrepentimiento por mi pecado.
Pronto, incapaz de resistirme, resolví devolver lo que había adquirido indebidamente, pero quería hacerlo sin que nadie lo supiera. Sabiendo dónde solían guardar el dinero mis suegros, y aprovechando un momento en que me encontraba solo en la casa, me acerqué a su caja fuerte. Pero estaba cerrada con un secreto que yo desconocía por no haberla visto nunca abierta, y además, no había tocado una caja fuerte en mi vida. Así que, en mi extrema e insuperable vergüenza, llamé a Sor Teresa para que me ayudara. Y he aquí que, en el mismo instante, sin que yo hubiera hecho el menor esfuerzo, ¡la pequeña y pesada puerta de la caja fuerte se abrió ante mí! Temblando de emoción, deposité la suma robada, y aquella noche tuve otra señal notable, que me hizo comprender con gran consuelo que Dios se había complacido en el hecho realizado bajo la inspiración de Sor Teresa.
Para mayor gloria de esta santa, autorizo la publicación de este hecho, y me encomiendo a ella más que nunca.
Señora X. »
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