«Jesús, Jesús": ¿eco o repetición? Si el primero resuena en el vacío, para volver aún más interrogante, el otro resuena como el ostinato de una melodía. Porque alguien es persistente en su búsqueda: la monja carmelita de Lisieux no cesa de examinar el Cuerpo de Amor que asalta su intimidad. Si tenía su plena confianza, hasta el punto de consumar su abandono, ¿qué más podía pedir?
Muchos años más tarde, a finales del siglo pasado, la voz igualmente obstinada del poeta Louis-René des Forêts se hundiría, pero a la inversa, en esta obstinación de un lenguaje descifrador. Cada uno de los fragmentos de su Ostinato da la vuelta a la frase autobiográfica: ningún sujeto afirmado, ningún consuelo divino. Y sin embargo, ¡no hay eco ensordecedor! Aquí, si un cuerpo ha sido disociado del amor por uno de esos crímenes silenciosos de la Iglesia, una Palabra sigue mordiendo tranquilamente sin violencia pero no sin constancia.
¿Y si Santa Teresa, en su empeño por arrancar estos secretos al Príncipe del Amor, Jesús, aunque fuera apoyándose en su Santo Nombre, no estuviera abriendo a todos estos lectores, introducidos en estas santas confidencias, la posibilidad de un despertar cuando el eco amenaza con devorar el interior de los santuarios profanados?
No hay comentarios:
Publicar un comentario