| Siria jamás se unificaráSiria necesita un modelo confederal que reconozca y respete su diversidad étnica y religiosa, no un Estado unitario impuesto desde el exterior.
Siria, una nación que ha sido testigo de convulsiones y conflictos durante décadas, se enfrenta ahora a un decisivo momento en su historia. Mientras los áulicos occidentales presionan por reconstruir un Estado sirio unitario, es imperativo que reflexionemos sobre las lecciones del pasado y contemplemos con visión estratégica las posibilidades que se abren para este complejo y diverso país. ¿Acaso un Estado centralizado y uniforme es la mejor opción para acomodar las múltiples identidades y aspiraciones de las comunidades que conforman Siria? ¿O quizás una solución confederal, que respete la autonomía y particularidades regionales, podría ser más efectiva para garantizar una paz duradera? Estos son los cuestionamientos que abordaremos en nuestro análisis a profundidad. Los invitamos a acompañarnos en este viaje hacia un futuro más estable y equitativo para Siria, una nación que merece encontrar su propio camino de acuerdo a la voluntad de su pueblo. Juntos, exploraremos las alternativas y presentaremos una visión que vaya más allá de los intentos de imposición externa. Porque solo a través de un entendimiento profundo de la historia y la diversidad siria podremos allanar el sendero hacia una reconciliación verdadera. Sin más preámbulo, les presentamos nuestro editorial "Siria jamás se unificará". Equipo Destacadas Siria se encuentra en un punto crítico, atrapada entre la presión internacional por la reconstrucción de un Estado unitario y la realidad de su compleja diversidad étnica y religiosa. En este contexto, es fundamental plantear una pregunta crucial: ¿puede Siria, con su rica pluralidad, ser gobernada efectivamente bajo un régimen centralizado y homogéneo? O, por el contrario, ¿debería optar por un modelo confederal que respete y valore su diversidad? La historia nos ofrece lecciones valiosas que deben ser consideradas en la búsqueda de un futuro sostenible. Pero claro, ¿quién necesita lecciones de historia cuando se puede simplemente intentar imponer un modelo que ya ha fracasado en el pasado? Desde los tiempos del dominio otomano, Siria ha demostrado ser un mosaico de identidades, donde las comunidades alauíes, drusas, kurdas, cristiano-ortodoxas, armenias, ismaelitas y chiitas árabes han coexistido, cada una con su propia historia y cultura. Este sistema de pluralidad fue reconocido y, en cierta medida, protegido durante el período otomano, lo que permitió que estas identidades florecieran. Sin embargo, la llegada de los mandatarios franceses en 1919 trajo consigo intentos de manipulación política, que, a pesar de crear dos estados separados (uno alauí y otro druso), no lograron establecer un orden duradero. Pero, ¿quién necesita orden duradero cuando se puede tener un poco de caos? Con la independencia en 1946, el liderazgo de Shukri al-Quwatli, un árabe suní, marcó el inicio de una serie de fracasos políticos que culminaron en la humillante derrota árabe de 1948, provocando el primer golpe de Estado en Siria. Esta era de inestabilidad dio paso a una sucesión de 17 presidentes en un periodo de 21 años, donde la búsqueda de una identidad nacional unificada resultó en un caos que solo fue contenido temporalmente por la dictadura de Hafez al-Assad, quien llegó al poder en 1970. Resulta irónico que, a pesar de todos los intentos de unificación, Siria haya sido gobernada con un puño de hierro, dejando claro que la unidad forzada no es más que un espejismo. Hafez al-Assad, un alauí, no solo se identificó abiertamente con su comunidad, sino que construyó un régimen basado en la lealtad étnica, favoreciendo a sus correligionarios en los altos mandos del ejército y en la administración pública. Esta estrategia, aunque aparentemente efectiva en el corto plazo, sembró las semillas de la desconfianza y el resentimiento entre las diversas comunidades de Siria. La concentración del poder en manos de una minoría no solo erosionó la cohesión social, sino que también debilitó a largo plazo el propio régimen, a medida que las nuevas generaciones de alauíes, ocupando posiciones privilegiadas, se distanciaron de su papel inicial como defensores del sistema. ¡Qué sorpresa! Quien lo iba a decir, que la opresión de las mayorías traería consigo un descontento generalizado. La intervención iraní en Siria a partir de 2011, en el contexto de la "Primavera Árabe", proporcionó un salvavidas al régimen de Assad, permitiendo que este se mantuviera a flote a pesar de las crecientes protestas de la mayoría suní. Sin embargo, depender de un apoyo externo tan cuestionable no es una solución viable para un país que necesita reconstruir su tejido social y político desde adentro. La reciente incapacidad de Irán para sostener a Assad frente a las derrotas militares, particularmente contra Israel, ha dejado al régimen en una posición vulnerable. Pero, claro, mantener el poder a través de la violencia y el miedo siempre es una estrategia a largo plazo, ¿no creen? Es evidente que la búsqueda de un Estado sirio unitario y centralizado, bajo la hegemonía de una mayoría árabe suní, no es la solución. La historia ha demostrado que la imposición de una identidad única solo exacerba las divisiones y la violencia. En lugar de ello, Siria podría beneficiarse enormemente de un modelo confederal, que permita a las diferentes comunidades gobernarse a sí mismas dentro de un marco común. Al igual que Suiza, que ha logrado mantener la paz y la estabilidad a través de un sistema de cantones que respetan las particularidades locales, Siria podría establecer un equilibrio que reconozca la diversidad de sus pueblos. Claro, sería un concepto revolucionario, permitir que las comunidades tengan voz en su propio destino. La confederación no solo ofrecería un espacio para que cada comunidad se sienta valorada y representada, sino que también facilitaría la reconciliación y la reconstrucción del país. Este enfoque permitiría a los ciudadanos sirios, independientemente de su origen étnico o religioso, participar activamente en la creación de un nuevo orden político que refleje sus necesidades y aspiraciones. La experiencia histórica de los países que han logrado gestionar con éxito la diversidad cultural y étnica puede servir como faro para Siria en su búsqueda de un futuro pacífico. Pero, por supuesto, eso requeriría un cambio de mentalidad que parece estar más allá del alcance de muchos.
A medida que el mundo observa cómo Siria intenta levantarse de las cenizas de la guerra, debemos recordar que la verdadera fortaleza radica en la diversidad y en la capacidad de las comunidades para autogobernarse. Un futuro confederal no solo podría allanar el camino para una paz duradera, sino que también permitiría a Siria reclamar su lugar como un ejemplo de convivencia y tolerancia en una región marcada por el conflicto. ¿Acaso no es hora de que se haga algo diferente, antes de que el caos sea la única constante? |
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