EL BICENTENARIO DE LA FIRMA DEL ACTA DE INDEPENDENCIA
Más de una vez he dicho que con personajes como el teniente coronel ®
Hugo Chávez y demás integrantes de la cúpula civil y militar del socialismo del
siglo XXI, todavía seríamos colonia española.
Al
cumplirse el bicentenario de la firma del Acta de Independencia, el 5 de julio
de 1811, Tulio Hernández escribió en el suplemento Siete Días, del diario El Nacional, el artículo “El
bicentenario soy yo”, cuyo título explicativo revela el carácter personalista
que el chavismo gobernante imprimió a tan magna fecha.
A
continuación, el texto íntegro de la mencionada epístola:
-Escribo
estas líneas hoy, 6 de julio, desde fuera del país.
-Lo hago
luego de leer varios diarios españoles intentando enterarme de cómo ha sido
tratada la conmemoración, ayer, en Caracas, del bicentenario de Venezuela.
Hasta el
momento no he visto ni escuchado ninguna de las transmisiones televisivas de
las pompas celebratorias. Y aunque he leído en Twitter las denuncias sobre las
agresiones a una diputada de la oposición en el Paseo Los Próceres, trato de
revisar sin más prejuicios de los que ya tengo cómo ha sido cubierto el
acontecimiento en la prensa del país de cuya corona se independizaron aquellos
primeros venezolanos.
Lo que
encuentro es muy uniforme. Sorprende la fuerte coincidencia entre el
tratamiento de El Público, un diario nítidamente de izquierda, y el ABC, uno
claramente de derecha y monárquico. El primero titula: “Chávez usa el
bicentenario para reforzar su figura”. El segundo: “Culto al ego de Chávez en
la fiesta de la Independencia de Venezuela”. Otros, como El País, diario del
centro socialdemócrata, si es que el término todavía define algo, y La
Vanguardia, vocero de las élites ilustradas catalanas, resultan un poco más
discretos pero igual de contundentes. “El bicentenario de la Independencia de
Venezuela galvaniza el chavismo”, titula el primero, y destaca en el sumario:
“El desfile fue un despliegue de poderío militar”.
El
segundo resalta también el protagonismo de Chávez, y en el interior relata: “La
revolución bolivariana exhibió con fanfarrias la musculatura militar que su
líder ha ido abultando en los últimos tiempos”. Sin anestesia: “La musculatura
militar”.
Es El Periódico, un diario catalán de
calado popular, el que, a mi juicio, con menos palabra y mayor contundencia
define lo que una buena parte de los venezolanos sintió el 5 de Julio.
Luego de
titular: “Chávez hace del bicentenario un autohomenaje”, describe con un dejo
de nostalgia: “Debió haber sido una fiesta nacional. No lo fue.
El
Gobierno convirtió los fastos en una ocasión para exaltar a su `comandante
presidente”.
Eso,
efectivamente, fue lo que ocurrió. Lo que debió haber sido una fiesta nacional,
un acto de comunión entre todos y cada uno de los nacionales, dentro y fuera
del territorio, quedó convertida en celebración privada de los venezolanos que
se visten de uniforme verde y rojo.
Lo han
captado muy bien los españoles. La celebración del bicentenario ha sido un
arrebatón más de los tantos que a diario cometen los bolivarianos en Venezuela:
contra los derechos humanos, la propiedad privada, el derecho a la vida y, el
mejor planificado de todos, contra la interpretación plural de nuestra historia
sustituida ahora por el enfoque único del pensamiento militar.
La
operación es elemental: la conversión de un acto civil, la firma de un acta de
naturaleza jurídica, en una celebración militar. Armamentista. Belicista.
Bravucona. Uniformada. Y sectaria. Nuestros doscientos años de historia como
república independiente han quedado reducidos al alarde de unos tanques de
guerra rusos recién comprados y al paso de ganso de unos soldaditos que tratan
de parecer fieros, sin lograrlo, bajo su camuflaje de Rambo del Caribe con la
Bandera Nacional pintarrajeada en el rostro.
Según
los bolivarianos, no hubo en estos doscientos años grandes escritores,
políticos civiles prominentes, médicos sacrificados, arquitectos geniales,
empresarios innovadores, enfermeras piadosas y lúcidas, cantantes y pintores,
deportistas. Y artistas. Y buenos zapateros. Y costureras. No hubo un grupo de
civiles que redactó una extraordinaria pieza jurídica para comenzar juntos lo
que ahora somos. No hubo Andrés Bello, Fermín Toro, Rómulo Gallegos, Armando
Reverón o Arnoldo Gabaldón.
En el
imaginario político chavista, en el fresco inmenso y único que vienen pintando
a muchas manos para demoler la pluralidad civilista nacional, la patria es sólo
obra de militares de testículos descomunales, hombres de a caballo a quienes
todo se lo debemos. El país, un triunfo de la caballería, y al frente, en el
corcel más grande y fuerte, con la espada reluciente entre sus manos, el jinete
que vencerá la muerte, el nuevo Jesucristo que, en vez de un bordón en las
manos, lleva un Kalashnikov.
(Según la
disparatada historia del chavismo gobernante,
los únicos héroes de Venezuela fueron el teniente coronel ® Hugo Chávez
y Simón Bolívar. Los generales José Antonio Páez, Santiago Mariño, Rafael
Urdaneta, Carlos Soublette, Manuel Piar y muchos otros próceres de la
independencia no existen)
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