«Había mejorado, y le extrañaba. Tenía que esforzar por no dejarse llevar de la tristeza.
"...La Santísima Virgen cumple bien mis encargos, ¡volveré a dárselos! Le repito con frecuencia: «Dile que por mí nunca se moleste». El ha comprendido, y eso es lo que hace. Yo ya no entiendo nada de mi enfermedad. ¡Ahora resulta que he mejorado! Sin embargo, me abandono y me siento feliz. ¡Qué sería de mí si abrigase la esperanza de morir pronto! ¡Cuántas decepciones! Pero no llevo ninguna, porque me contento con todo lo que Dios hace y sólo deseo su voluntad"».
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