240 años de la Universidad de los Andes
Con profundo fervor y orgullo nuestra Alma Mater arriba estos días a sus 240 años de vida institucional, de trayectoria, prosapia y de matrimonio con la iglesia, Mérida y el país. No un ápice de duda que la Universidad de Los Andes ha sido el proyecto académico, intelectual, cultural, científico y humanístico más ambicioso y acertado pensado, labrado y fraguado en los últimos siglos en nuestra ciudad Mérida y porque no decirlo en el país junto a la fundación de nuestra hermana Universidad Central de Venezuela.
Se dice fácil celebrar y conmemorar una fecha que involucra casi dos siglos y medio. Lo meritorio y a destacar está en la continuidad, en el papel que ha cumplido y seguirá cumpliendo nuestra institución, la misma a la que le ha correspondido sobrevivir a terremotos, conmociones, gobiernos de izquierda y derecha, dictaduras, maltratos, ataques de distinta naturaleza en el pasado y en el presente.
Somos una institución no milenaria pero si con algunos lustros de trabajo, reflexión, madurez y aporte a Venezuela, fundamentalmente al haber formado centenares de miles de profesionales, y seguir haciéndolo en condiciones muy exiguas o precarias, y el celebrar y conmemorar un nuevo aniversario estando de pie, recibiendo bachilleres, graduando profesionales en todas las áreas, lo cual no implica olvidar que en toda nuestra historia republicana nunca antes fuimos sometidos a tanta precariedad en términos de salarios, pulverización de las prestaciones sociales, violación de las normas de homologación social y las propias convenciones colectivas del sector universitario, deterioro de los programas de salud y previsión, ni hablar del deterioro de nuestras bibliotecas, auditorios, aulas, laboratorios, y sin embargo, al menos la Universidad de Los Andes por el esfuerzo sobre humano de sus obreros, sus empleados, sus profesores y por supuesto sus estudiantes (que hoy aparte de estudiar pintan aulas, reparan baños y mil cosas más) costean muchas cosas para medianamente funcionar y evitar el colapso de laboratorios, escuelas y facultades como ha ocurrido lamentablemente en otras casas de estudio.
Es una gran paradoja que en un país petrolero y plagado de minerales y recursos naturales (gas – petróleo – coltan – aluminio – oro- etc – etc – etc) donde se derrocha y malversan recursos en experimentos y proselitismo, no se cuenten con los recursos para que los universitarios tengamos una vida digna y las casas de estudio pueden hacer su labor con naturalidad, como ocurre en cualquier país del mundo donde la educación en cualquier nivel, y más la educación superior es algo sagrado por la transcendencia que cumple la misma, al ser nada más y nada menos que el elemento de transformación social, humana, espiritual, material de toda sociedad y para muestra un botón Venezuela se trasformó en un país y sociedad profesional, de crecimiento, desarrollo y progreso por el papel que nuestras universidades cumplieron con el advenimiento de la democracia a partir de los años 60.
Pero retomemos los aspectos que hay que resaltar (muy a pesar de la situación vejatoria a la condición humana) nuestra Universidad de Los Andes no sólo figura según las mediciones y ranking mundial dentro de las primeras casas de estudio del país por su matrícula, oportunidades de estudios, profesores, doctores, investigadores, carreras, revistas científicas, libros, aportes, grupos, patentes, centros e institutos de investigación, sino que ha sido una bujía y motor fundamental para el desarrollo de Mérida, los Andes y el país nacional.
La ULA es sin equívocos una Universidad moderna, abierta, crítica, inclusiva e innovadora, es una casa de estudios con peso específico, con impronta, con valor agregado, con un pasado y presente labrado con mística, tradición y esfuerzo. Hoy más que nunca la Universidad y los universitarios asumimos enormes desafíos en todos los órdenes, a pesar de los recortes presupuestarios, incomprensiones diversas, malos salarios, tenemos una institución con capacidad real, instalada y verdadera de investigar, diseñar e iniciar procesos culturales y científicos para bien de todos, una Universidad que ha sido la responsable de la profesionalización del país en todas sus áreas, que ha beneficiado a la sociedad aportando una riqueza espiritual, científica y humanística.
Los universitarios demandamos una serie de cambios cualitativos y cuantitativos que estén encaminados a profundizar la academia, los valores democráticos, la amplitud y la autonomía en aras de lograr una Universidad mucho más en sintonía con la globalidad y con el entorno cercano del país eso es indiscutible. Pero requerimos ser vistos con otra óptica, no como enemigos sino como actores relevantes justamente por lo que hacemos como ocurre en las grandes y sociedades europeas o latinoamericanas o americanas donde las casas de estudio son un actor central y vital en todo proceso social, económico, tecnológico, científico, cultural y demás.
Nuestra matricula no es la de hace un par de décadas atrás donde llegamos a tener más de 50 mil estudiantes. Hoy estamos en el caso de la ULA con una matrícula disminuida, sin embargo, nada que lamentar, el que tengamos una matrícula cercana a los 20.000 estudiantes es una cifra muy meritoria en medio del deslave o hecatombe actual como expresión de la diáspora nacional y universitaria y de las propias condiciones de precariedad en las que todo el sector universitario se desempeña. Más allá de todo en la ULA tenemos una docena de facultades, varios núcleos y extensiones, un centenar de programas al computar carreras de pregrado, especializaciones, maestrías, doctorados, y tener presencia no sólo en Mérida, Táchira, Trujillo, sino en Tovar, El Vigía, Barinas, Portuguesa y otros ámbitos.
La impronta de la Universidad de los Andes está escrita en letra mayúscula en Venezuela y fuera de ella. No hay pueblo o rincón del mundo, institución pública o privada donde no tengamos un título y egresado laborando. Nunca nos cansaremos de expresar lo acertado que fue para los patriotas de la época y connotados merideños, además de curas preclaros con visión y amplitud, el haber colocado en el surco una semilla tan noble como fue la fundación de un colegio y seminario como origen de lo que posteriormente sería la Universidad de los Andes.
Mucha agua ha pasado debajo del puente y los lustros no han sido en vano, esa modesta universidad fundada por el obispo Ramos de Lora, creció y se fortaleció, a lo largo de su vida institucional y académica que supera largamente los doscientos años, época en la que nuestra casa de estudios no ha dejado nunca de hacer el bien, de impactar positivamente a Mérida, a los Andes y al país nacional.
Reiteramos, nuestros egresados están diseminados y esparcidos por todo el país y el mundo. Entes públicos y privados, fundaciones, embajadas, consulados, gremios, investigación, universidades, sector bancario, ciencia, tecnología, bienes y servicios en fin no hay espacio adonde la Universidad de los Andes no haya llegado y tenga además algún egresado trabajando. Pero más allá de eso no hay área, proceso y demás de la sociedad venezolana donde la Universidad no intervenga lo hemos repetido mucho, desde un tratamiento médico, una cirugía, una taller, especialización o diplomado, el desarrollo urbano local, un puente, una prótesis dental, un programa de alfabetización, un urbanismo, el manejo de enfermedades, la administración de un bosque y aguas, la edición de libros texto, la publicación de revistas científicas y mil aspectos más que son la expresión de la labor benemérita y acertada que la Universidad lleva a cabo día a día, paradójicamente en medio de recortes, incomprensiones, limitaciones financieras, físicas y humanas.
La Universidad de Los Andes no ha detenido su marcha y logros. Nos ha correspondido hacer grandes esfuerzos y sacrificios para mantener programas abiertos, para seguir publicando, para no cerrar cátedras y laboratorios, para no claudicar en varios departamentos que prestando servicios muy puntuales y de primerísima importancia no tienen los recursos necesarios, además de registrar una cantidad apreciable de jubilados en una multiplicidad de áreas, departamentos y cargos que no pueden reponerse a no estar las partidas y recursos. Repito ese calvario lo hemos vivido en los últimos años acompañado de una realidad lesiva al ser el sector universitario venezolano (profesores – empleados y obreros) uno de los peores retribuidos en términos de sueldos y salarios a nivel mundial.
Creemos que los venezolanos todos sin excepción debemos, sobre todo, incluso sobre el proceso de polarización que divide al país, defender su labor encomiable y su honra en una etapa de miopías, donde se llega al extremo de mancillar a nuestra Alma Mater y a quienes laboramos en ella. Nuestras universidades sin excepción han sido unas instituciones promotoras de proyectos, de bienestar y progreso, material, espiritual y humano. Las universidades son el recurso activo más importante que Venezuela tiene incluso sobre el propio petróleo.
Los núcleos, facultades, dependencias tenemos todo el mes de marzo organizando actividades académicas muy variadas (foros, talleres, jornadas médicas, actividades culturales, etc.) en medio de la conmemoración de estos 240 aniversario, este jueves 27 de marzo de 2025 tendremos los actos centrales con una ofrenda floral ante nuestro fundador Fray Juan Ramos de Lora y la disertación como orador de orden de nuestro muy querido monseñor su excelencia cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo en el Aula Magna para finalizar con un Concierto de Gala. Viva la ULA hoy y siempre.
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