Chips, inteligencia artificial y la politización de los mercados
La libertad económica ha sido un motor trascendental en la creación de riqueza, bienestar social y desarrollo tecnológico de la humanidad.

El libre comercio es un enfoque económico que defiende la eliminación de las trabas a la actividad económica de los agentes económicos. En el interior de una nación, se traduce en libertad de empresa con mercado libre y una intervención estatal muy limitada. En el exterior, implica el libre intercambio de bienes y servicios con mínimas o inexistentes barreras al comercio internacional y al desplazamiento de los factores de producción en aras de una optimización eficiente de la producción y distribución, beneficiando a los consumidores globales en términos de calidad y precios de bienes y servicios.
La libertad económica, por ende, ha sido un motor trascendental en la creación de riqueza, bienestar social y desarrollo tecnológico de la humanidad. Sin embargo, siempre ha tenido que enfrentarse o acompañarse de diversos grados de intervención estatal, no solo a escala nacional sino también internacional.
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No obstante, es importante resaltar, de cara al actual escenario geoeconómico global, la reflexión de Andrew McAfee, citado anteriormente, según la cual la batalla por la supremacía en los semiconductores no solo es vital geopolíticamente, sino también económicamente para la prosperidad de las naciones. Esta reflexión lleva implícita una fuerte intervención estatal, pues los imperativos geopolíticos y de seguridad nacional mencionados por McAfee anteceden en su reflexión como condición previa para alcanzar la prosperidad económica de las naciones, en especial de las grandes potencias, según nuestra interpretación. Esto conlleva implícitamente un contenido mercantilista y de intervencionismo estatal.
El cálculo estratégico, el desarrollo de la IA y la guerra de los chips
El cálculo estratégico podría concebirse como un proceso en el cual un gobierno u organización privada o pública de cualquier género evalúa la efectividad de un plan para alcanzar sus objetivos, sean de naturaleza política, económica, empresarial o social, entre otros. Dicho plan estaría conformado por un conjunto de decisiones condicionales que definirían los actos o pasos a ejecutar en función de los objetivos perseguidos y de las circunstancias susceptibles de presentarse en el futuro.
El desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) y su incidencia en la evolución de una nueva generación de chips de alta capacidad han creado una relación simbótica en la que ambas tecnologías se retroalimentan en un frenesí de avances. Las implicaciones de esta relación no solo se han limitado al ámbito empresarial y tecnológico, sino que también han impactado ámbitos como la economía civil, la seguridad nacional, la ciberseguridad y el sector militar.
Por ende, el cálculo estratégico de los actores gubernamentales y empresariales que han desarrollado estas dos industrias posiblemente no previeron la multiplicidad de efectos ambivalentes en las áreas mencionadas, así como el impacto que estas industrias tendrían en los conflictos geopolíticos y geoeconómicos a escala global. Como prueba irrefutable de este escenario, podemos mencionar la guerra comercial entre China y EE. UU., cuyas secuelas acumuladas en los últimos seis años han incrementado el riesgo geopolítico e introducido mayor incertidumbre en el comercio internacional y en las cadenas de suministro globales. En este contexto, la seguridad nacional se ha impuesto sobre el crecimiento económico y se ha convertido en el principal riesgo en los flujos de capital, acciones, bonos, divisas y materias primas.
La fabricación de estos chips también ha planteado desafíos logísticos y estratégicos significativos. La producción de semiconductores de alta tecnología requiere materiales raros y procesos de fabricación complejos, lo que implica una cadena de suministro global sometida al estrés de los enfrentamientos geopolíticos y económicos internacionales. En este escenario, los países poseedores de tierras raras vitales para la fabricación de estos dispositivos comienzan a ser considerados objetivos de alto valor estratégico en la lucha por la supremacía tecnológica mundial.
Conclusiones
Todo el escenario descrito y sus respectivas secuelas han comenzado a delinear un nuevo orden internacional donde la incertidumbre política, motorizada principalmente por la intervención de las grandes potencias económicas y militares bajo imperativos netamente geopolíticos y de seguridad nacional, ha terminado por politizar el libre desempeño de los mercados globales, en especial en las líneas de producción de microchips.
Este conjunto de políticas parece tener una tendencia difícilmente reversible, que está llevando al surgimiento de un nuevo orden geopolítico y geoeconómico internacional compartimentado en tres bloques principales: el chino, el estadounidense y el europeo. Aún está por definirse el rol que desempeñarán Japón y Corea del Sur, ambos gigantes tecnológicos a escala global.
Lo que sí es cierto e irrefutable es que todas las ventajas en términos de calidad, precios e innovación en la producción de bienes y servicios a escala global, promovidas por la globalización económica bajo el Orden Económico Liberal posterior a la Segunda Guerra Mundial, han comenzado a perderse de manera gradual y escalonada debido a la alta politización de los mercados, en especial el de los microchips y la inteligencia artificial.
¿Será posible que los altos niveles de interdependencia económica inherentes a la globalización puedan servir como contención ante esta creciente tendencia intervencionista, proteccionista y de compartimentalización global? Por ahora, el cálculo estratégico de los actores inmersos en esta nueva guerra fría apunta a la prevalencia de los criterios geopolíticos y de seguridad nacional sobre las políticas de libre mercado.
Artículo escrito por George Youkhadar y publicado originalmente por el Instituto Juan de Mariana
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