Venezuela: el fin de sus glaciares y el impacto del cambio climático en la salud de las mujeres
Hasta hace pocos años, Venezuela, conocida por su biodiversidad y paisajes naturales, contaba con 6 majestuosos glaciares en las cimas del pico Bolívar, en la Sierra Nevada de los Andes venezolanos. Sin embargo, estudios recientes han confirmado una realidad devastadora: el glaciar Humboldt, último glaciar activo restante en el país se ha derretido a menos de 2 hectáreas, lo cual oficialmente lo convierte ‘en muy pequeño y demasiado derretido` para ser catalogado como glaciar por la comunidad científica, así lo confirmaron las entes de la unidad satelital del programa Copernicus de la Unión Europea.

Foto Crédito: @environment
Este hito, marca un antes y un después en la lucha contra el cambio climático, ya que si bien el derretimiento de los glaciares de los Andes no es exclusivo a Venezuela, y ha impactado a países como Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina. El derretimiento del glaciar Humboldt, convierte a Venezuela en el primer país del mundo en perder por completo sus glaciares debido al calentamiento global.
Lo cual según explica el último informe del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), tiene profundas implicaciones para la salud y el bienestar de las comunidades locales, impactando desproporcionadamente la salud de las mujeres, especialmente aquellas que viven en comunidades rurales y urbanas marginalizadas. ¿Pero cómo se relaciona la desaparición de los glaciares con la salud femenina?
1. Acceso al agua y la carga sobre las mujeres
Los glaciares, aunque pequeños en Venezuela, desempeñaban un papel crucial en la regulación de los sistemas hídricos locales. Su desaparición agrava la ya crítica crisis del agua en el país, afectando el acceso de muchas comunidades a este recurso vital. En sociedades donde las mujeres son las principales responsables de la gestión del agua en los hogares, la falta de acceso a agua potable las sobrecarga. Pasan más tiempo buscando fuentes de agua, lo que reduce su capacidad para participar en actividades económicas y educativas.
«La falta de agua potable tiene un impacto directo en la salud de las mujeres en nuestras comunidades. Sin acceso a fuentes seguras, las enfermedades relacionadas con el agua, como las infecciones gastrointestinales o los problemas de la piel, se vuelven cada vez más comunes. Esto afecta especialmente a las mujeres embarazadas, que enfrentan mayores riesgos de complicaciones debido a estas infecciones. Aquí en Lara, hemos visto cómo la ausencia de agua segura pone en peligro la vida y el bienestar de nuestras familias» Así lo expresó Rosa Rodríguez, lideresa comunitaria del estado Lara y coordinadora de la Red de Guardianas del Agua.

Mujeres de las comunidades rurales de Venezuela recogen agua y lavan ropa en ríos turbios pese a su alta contaminación por la falta de agua que se vive en el país / Foto: Radio Noticias Venezuela
2. Impacto en la seguridad alimentaria
El derretimiento de los glaciares también afecta la agricultura local. Los campesinos venezolanos que dependían de los ciclos de agua estacionales ahora enfrentan sequías prolongadas, lo que reduce la producción de alimentos y encarece los productos básicos. Las mujeres, muchas de las cuales trabajan en la agricultura o son responsables de alimentar a sus familias, sufren directamente estas consecuencias.
Cuando las familias no pueden acceder a alimentos nutritivos, las mujeres son las primeras en experimentar desnutrición, ya que suelen priorizar la alimentación de sus hijos y parejas antes que la propia. Esta inseguridad alimentaria crónica afecta también la salud reproductiva de las mujeres, complicando su capacidad para llevar a cabo embarazos saludables. A esto se suma el factor crítico de la escasez de agua, que incrementa la desnutrición infantil, especialmente entre las niñas. La nutricionista y defensora de derechos humanos Susana Raffalli subrayó en una reciente entrevista que desde inicios de 2024 el índice de retardo en el crecimiento de niñas y adolescentes supera el 30 %, un impacto en gran medida atribuido a la crisis hídrica que atraviesa Venezuela, lo que subraya la estrecha relación entre el cambio climático, el acceso al agua potable y la nutrición adecuada.

Foto: Fundación Fe y Alegría
3. Salud mental y estrés
El cambio climático también afecta la salud mental de las mujeres. Las pérdidas materiales, el agotamiento de los recursos y el temor constante a un futuro incierto generan altos niveles de estrés y ansiedad. En Venezuela, donde la situación política y económica ya es precaria, la carga adicional del cambio climático agrava estos sentimientos. Las mujeres, que a menudo son el pilar emocional de sus familias, enfrentan una doble carga: cuidar de los suyos mientras intentan gestionar su propio bienestar emocional.
Además, la desaparición de los glaciares tiene un impacto simbólico devastador. Para muchas comunidades andinas e indígenas del país, estas masas de hielo no solo eran fuentes de agua, sino también símbolos culturales y espirituales de tradición milenaria. Razón por la cual, su pérdida esta generando un sentido de duelo cultural, exacerbado por la incertidumbre de una crisis climática creciente, que trae consigo un sinfín de desastres naturales de menor a mayor escala, como lo son los recurrentes deslaves y desplazamiento de tierras que se viven en la zona de Mérida por el derretimiento de los glaciares de la sierra nevada y las constantes lluvias.

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A pesar de los desafíos, las mujeres venezolanas no son meras víctimas pasivas de esta crisis; Pues a lo largo de la historia, han demostrado ser resilientes y adaptarse a situaciones adversas. Muchas ya están liderando iniciativas para mitigar los efectos del cambio climático en sus comunidades. Desde proyectos comunitarios de captación de agua hasta campañas de concienciación sobre la gestión sostenible de recursos. Algunas de las iniciativas más prominente actualmente activas en el país, incluyen:
- Proyecto «Cosecha de Agua» en Mérida: Este proyecto comunitario, ubicado en la región andina de Mérida, busca soluciones sostenibles para la captación y almacenamiento de agua de lluvia. Las mujeres de la comunidad lideran la implementación de tecnologías de recolección de agua, lo que ha permitido mitigar la escasez de agua en zonas rurales donde los glaciares solían ser una fuente vital de este recurso.
- «Mujeres y Clima» de la Fundación Azul Ambientalistas: Este programa tiene como objetivo empoderar a las mujeres en la lucha contra el cambio climático mediante la educación y la acción local. Promueve la participación activa de las mujeres en proyectos de reforestación, conservación de cuencas hídricas y educación sobre reciclaje y reducción de la huella de carbono, especialmente en áreas urbanas de Caracas afectadas por la contaminación y el calentamiento global.
- Red de Guardianas del Agua en Lara: Esta red, conformada mayoritariamente por mujeres rurales, tiene como objetivo promover la gestión sostenible del agua en zonas semiáridas del estado Lara. A través de talleres de capacitación y la instalación de sistemas de riego eficientes, las mujeres de esta red ayudan a sus comunidades a adaptarse al estrés hídrico causado por el cambio climático.
- Fundación Tierra Viva: Con más de 20 años de experiencia en temas ambientales, esta organización ha trabajado con comunidades locales en proyectos de educación ambiental y sostenibilidad, centrándose en la protección de recursos naturales y la adaptación al cambio climático. Sus programas han capacitado a mujeres en la creación de huertos ecológicos y técnicas de conservación de suelos y agua.
La desaparición de los glaciares en Venezuela es un recordatorio de que el cambio climático no es un problema del futuro lejano, sino una realidad que ya está aquí afectando a millones de personas y profundizando desigualdades. En este sentido, el reciente acuerdo sobre cambio climático de la COP29 en Bakú, que compromete 300.000 millones de dólares anuales hasta 2035 para países en desarrollo, es un paso importante, pero insuficiente para la magnitud de la crisis, especialmente en contextos como el venezolano, ya que si no se integran medidas concretas que coloquen a las mujeres y sus necesidades en el centro de las estrategias de financiación climática, lo que ocurre hoy en los Andes venezolanos podría repetirse en otras regiones del mundo, arranstrando consigo a un sinfín de comunidades que hoy en día dependen de las mujeres como pilares de resiliencia.
El caso venezolano debe ser una llamada de atención global: el tiempo apremia, y aunque la pérdida de glaciares es irreversible, aún hay tiempo para mitigar los peores efectos del cambio climático si los gobiernos, las organizaciones y las comunidades actúan con determinación.
El futuro de Venezuela, y del mundo, depende de las decisiones que tomemos hoy. Y es vital que esas decisiones contemplen la salud y el bienestar de las mujeres de manera prioritaria, ya que solo así será posible construir un futuro más justo y sostenible para todos.
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