Cubanos entre la espera y la fuga
Sumar adeptos a la lucha por la legitimación constitucional de los derechos fundamentales sigue siendo en Cuba un reto muy difícil de conseguir
lunes, agosto 17, 2015 | Jorge Olivera Castillo
LA HABANA, Cuba – Sumar adeptos a la lucha por la legitimación constitucional de los derechos fundamentales sigue siendo en Cuba un reto muy difícil de conseguir.
Las preferencias, abrumadoramente mayoritarias, siguen decantándose por la espera y los deseos de encontrar algún modo de asentarse fuera del país. Es una manera de enfrentar una realidad que el totalitarismo codificó con sus vastos arsenales.
Tantos los miedos, en ocasiones exagerados, como la certidumbre de que el choque con las huestes del Ministerio del Interior es una inversión inútil, operan contra el crecimiento exponencial del movimiento prodemocrático.
A pesar de los esfuerzos, materiales y humanos, destinados a cambiar el escenario, los progresos han sido discretos en un lapso de casi cuatro décadas.
Desde el nacimiento, en 1976, de un proyecto cuyas bases primigenias se centraron en las exigencias de respeto al ejercicio sin cortapisas, de los treinta artículos de Declaración Universal de los Derechos del Hombre, hasta los tiempos actuales, los resultados continúan dentro de los límites del testimonio.
Algo que no debería estimarse como un fracaso, pero que revela la complejidad para alcanzar un salto cuantitativo en la nómina de activistas y las respectivas articulaciones, sin las cuales es iluso pensar en la construcción de alternativas viables desde la oposición. Remontar las barreras de la pasividad social que contribuye al refuerzo del estatus quo es una aspiración a materializarse en un futuro no muy cercano.
El acceso a mayores cuotas de información a través de memorias flash y conexiones ilegales a televisoras hispanas con base en Estados Unidos, además de la relativa mejoría en las comunicaciones, gracias al uso de la telefonía celular y el acceso a algunas de sus aplicaciones, han ampliado el convencimiento sobre la necesidad de trasformaciones del sistema. Sin embargo tal tendencia no se manifiesta en disposiciones de enrolarse en alguna de las agrupaciones contestatarias.
La docena de jóvenes de entre 25 y 35 años, residentes en los municipios capitalinos de Centro Habana y la Habana Vieja y a los que le pregunté sobre la importancia del enfrentamiento a cara descubierta con el gobierno, ofrecieron opiniones que van de los encomios a las personas que se atreven a hacerlo, hasta las dudas en relación a los dividendos de este tipo de actitudes.
Al final todos coincidieron en afirmar que no vale la pena arriesgarse tanto, para acto seguido reconocer que la opción más juiciosa es sobrevivir a como dé lugar.
“Si me meto en problemas políticos estoy liquidado. Tú sabes que aquí hay que ‘trabajar’ al margen del Estado. Meterse en la boca del león no tiene sentido. Es una batalla perdida”, en esos términos se expresó un joven de 28 años, técnico en economía y que se gana la vida en la reventa de productos acaparados en la tiendas recaudadoras de divisas.
Pasar la página del acomodo a las circunstancias que mucho tiene que ver con el oportunismo y la resignación, es una posibilidad a mantener entre interrogantes.
Si la sobrevivencia en Cuba depende casi por completo de las habilidades que se tengan para interactuar en el mercado negro, se coligen las dificultades en encontrar personas dispuestas a alistarse en la lucha por una transición a la democracia. A esto hay sumar la impunidad de los cuerpos represivos, que incluyen la vigilancia a nivel de cuadra y en los centros laborales, juicios sumarios, palizas y arrestos arbitrarios.
Como se ha se visto durante el largo período dictatorial, la desmoralización por medio del chantaje ha sido un arma de vital importancia para desarticular cualquier intento de cruzar los borrosos márgenes de la tolerancia. La validez de los empeños en sacar de la postración a la sociedad por medio de mensajes y acciones que alientan la desobediencia civil, está fuera de duda.
El asunto estriba en la rentabilidad política. Un producto que se torna más inasible con el énfasis del gobierno en la aplicación de la fuerza en todas sus vertientes y el alza en los gestos de legitimación internacional al más alto nivel.
De todas formas es una de las opciones que permanece en pie y que con sus virtudes y defectos, ha podido mantenerse a pesar de la extrema violencia de los agentes progubernamentales. Un hecho destacable frente a lucha tan desigual y que apunta a extenderse por varios años más.
oliverajorge75@yahoo.com
Las preferencias, abrumadoramente mayoritarias, siguen decantándose por la espera y los deseos de encontrar algún modo de asentarse fuera del país. Es una manera de enfrentar una realidad que el totalitarismo codificó con sus vastos arsenales.
Tantos los miedos, en ocasiones exagerados, como la certidumbre de que el choque con las huestes del Ministerio del Interior es una inversión inútil, operan contra el crecimiento exponencial del movimiento prodemocrático.
A pesar de los esfuerzos, materiales y humanos, destinados a cambiar el escenario, los progresos han sido discretos en un lapso de casi cuatro décadas.
Desde el nacimiento, en 1976, de un proyecto cuyas bases primigenias se centraron en las exigencias de respeto al ejercicio sin cortapisas, de los treinta artículos de Declaración Universal de los Derechos del Hombre, hasta los tiempos actuales, los resultados continúan dentro de los límites del testimonio.
Algo que no debería estimarse como un fracaso, pero que revela la complejidad para alcanzar un salto cuantitativo en la nómina de activistas y las respectivas articulaciones, sin las cuales es iluso pensar en la construcción de alternativas viables desde la oposición. Remontar las barreras de la pasividad social que contribuye al refuerzo del estatus quo es una aspiración a materializarse en un futuro no muy cercano.
El acceso a mayores cuotas de información a través de memorias flash y conexiones ilegales a televisoras hispanas con base en Estados Unidos, además de la relativa mejoría en las comunicaciones, gracias al uso de la telefonía celular y el acceso a algunas de sus aplicaciones, han ampliado el convencimiento sobre la necesidad de trasformaciones del sistema. Sin embargo tal tendencia no se manifiesta en disposiciones de enrolarse en alguna de las agrupaciones contestatarias.
La docena de jóvenes de entre 25 y 35 años, residentes en los municipios capitalinos de Centro Habana y la Habana Vieja y a los que le pregunté sobre la importancia del enfrentamiento a cara descubierta con el gobierno, ofrecieron opiniones que van de los encomios a las personas que se atreven a hacerlo, hasta las dudas en relación a los dividendos de este tipo de actitudes.
Al final todos coincidieron en afirmar que no vale la pena arriesgarse tanto, para acto seguido reconocer que la opción más juiciosa es sobrevivir a como dé lugar.
“Si me meto en problemas políticos estoy liquidado. Tú sabes que aquí hay que ‘trabajar’ al margen del Estado. Meterse en la boca del león no tiene sentido. Es una batalla perdida”, en esos términos se expresó un joven de 28 años, técnico en economía y que se gana la vida en la reventa de productos acaparados en la tiendas recaudadoras de divisas.
Pasar la página del acomodo a las circunstancias que mucho tiene que ver con el oportunismo y la resignación, es una posibilidad a mantener entre interrogantes.
Si la sobrevivencia en Cuba depende casi por completo de las habilidades que se tengan para interactuar en el mercado negro, se coligen las dificultades en encontrar personas dispuestas a alistarse en la lucha por una transición a la democracia. A esto hay sumar la impunidad de los cuerpos represivos, que incluyen la vigilancia a nivel de cuadra y en los centros laborales, juicios sumarios, palizas y arrestos arbitrarios.
Como se ha se visto durante el largo período dictatorial, la desmoralización por medio del chantaje ha sido un arma de vital importancia para desarticular cualquier intento de cruzar los borrosos márgenes de la tolerancia. La validez de los empeños en sacar de la postración a la sociedad por medio de mensajes y acciones que alientan la desobediencia civil, está fuera de duda.
El asunto estriba en la rentabilidad política. Un producto que se torna más inasible con el énfasis del gobierno en la aplicación de la fuerza en todas sus vertientes y el alza en los gestos de legitimación internacional al más alto nivel.
De todas formas es una de las opciones que permanece en pie y que con sus virtudes y defectos, ha podido mantenerse a pesar de la extrema violencia de los agentes progubernamentales. Un hecho destacable frente a lucha tan desigual y que apunta a extenderse por varios años más.
oliverajorge75@yahoo.com
DIARIO DE CUBANET.
No hay comentarios:
Publicar un comentario