El día a día venezolano
Mucho pasa en un país invadido por la ambición del poder perverso. Por eso avanza el rechazo que toma cuerpo día tras día. La manifestación de ese rechazo activo y permanente de los ciudadanos ante la necesidad de la convivencia social es la más auténtica expresión de lo que mantiene activa la lucha contra esa pretensión inquisitorial por los dólares petroleros de Venezuela. Es una lucha que avanza día tras día para la vuelta al régimen de libertades públicas y, con ello, la eficiencia y honradez administrativa en función de la deseable armonía nacional.
Estamos ante un cuadro que perjudica al pueblo de lo que no se quiere ni se acepta. Nada edificante puede esperarse de este cuadro desolador de la corrupción que saquea a diario las arcas de la nación. Las acciones destructivas representan la conducta del tinte imborrable del odio visceral. Ello está dado en las actitudes abyectas que dejan a su paso ruindad y graves trastornos sociales que se manifiestan, en el caso venezolano, con un estado de agudos problemas que solo el temple de una sociedad con valores democráticos es capaz de superar abriendo espacios para las acciones contundentes de la vindicta pública.
Es entonces, en esa fuerza de lucha sistemática de valores y principios democráticos, que los cauces de normalización de la vida venezolana vienen dados en esa imperativa actitud de abrir espacios con la rectitud en el proceder para que la convivencia social sea el esfuerzo edificante y constructivo de una Venezuela en paz. Porque de lo contrario entraríamos en la más triste y penosa manera de vivir sin saber realmente que se vive. Ya Venezuela está envuelta en esa espiral de violencia que semana a semana deja decenas de muertos.
Hambre, inseguridad, violencia inaudita, corrupción a diestra y siniestra, así como las carencias que orbitan en la capacidad de conducción de una nación sumida en graves dificultades. Lo que amenaza su propia estabilidad como nación libre y soberana están en el orden del día venezolano. Hechos que la racionalidad muestra en su justa dimensión por cuanto nada sucede sin que las motivaciones estén en el centro mismo de las circunstancias. Lo que se vive hoy en el pueblo venezolano no es fortuito, ni es obra de la casualidad. Es producto de largos años de acciones pervertidas del poder.
El caso venezolano obedece particularmente a la quiebra de valores y principios en la función de gobierno, que están dadas en el desenvolvimiento mismo de un régimen ajeno a la responsabilidad de la función de gobernar. Allí están los hechos y una población sumida en graves problemas.
El día a día de millones de hombres y mujeres de Venezuela es de agudas carencias. Es de problemas que se multiplican aceleradamente porque escasean productos para la vida, entre los que se cuentan medicinas para la salud. Entonces, esto que pasa en nuestra Venezuela no es fortuito. Vivimos en un país envuelto en graves problemas que atentan a diario contra la salud y la vida de la población en general.
El día a día venezolano tiene que verse como un alerta para salvar al país. Vivimos en un estado de serias dificultades que se derivan de la escasez de alimentos y medicinas y con la inseguridad que cunde en toda nuestra geografía, para solo mencionar tres aspectos que comprometen la estabilidad de la nación.
A los venezolanos nos toca entonces luchar con la unidad militante y activa para la paz y el imperio de la legalidad en Venezuela.
bello.rafael@yahoo.es
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