De revolución, fantasías y delirios
DANIEL ASUAJE | EL UNIVERSAL
miércoles 2 de septiembre de 2015 12:00 AM
La relación entre fantasía y delirio se parece a la existente entre revolución y caos. En muchos casos la diferencia es tenue, en otros el uno no existe sin el segundo. Que sea de una manera u otra depende mucho de algunas sutilezas fácticas, cuando no lingüísticas. Construir el futuro exige imaginarlo primero. El contenido de ese futuro puede ser factible si se cumplen tres condiciones: voluntad para emprenderlo, recursos para realizarlo y posibilidad real de realización. Si no se cumplen estas condiciones cualquier realidad postulada, sea presente o futura, es una idea delirante. La revolución chavista ha sido pródiga en imaginar el futuro: "Venezuela, libre de pobreza en el 2013", "En un año no deben (sic) haber niños de la Patria en las calles o me dejo de llamar Hugo Chávez". En Miraflores funcionará la Universidad Popular Bolivariana, igualmente se prometió un gasoducto desde Venezuela hasta la Argentina y otro hasta la costa del pacífico colombiana, las areperas bolivarianas, la ruta de la empanada, la fábrica de bicicletas chinas, tener cultivados los Valles de Aragua y el Valle del Turbio, crear sembradíos de palma africana y café, gallineros verticales y los fundos zamoranos, la red de termo generadores a gas, el parque temático de La Carlota Comunal y, sobre todo, ser una potencia soberana. Recuerdo una valla en la cual Chávez estaba en primer plano retratado con un pote de leche en polvo ofreciendo "soberanía alimentaria". Era visible en el envase de leche la leyenda "made in Holland".
De las centenares de promesas de todo tipo y calibre, muchas como los viveros en el Valle del Turbio y el Hospital Cardiológico de Caracas son obras que no se terminaron. Basten estos ejemplos para mostrar a una revolución cuya carencia de éxitos no es por falta de promesas. Muchas de las fechas de culminación se han venido moviendo en el tiempo, como la terminación del ferrocarril. Una fácil manera de tener siempre un futuro por hacer y coronado por un presente de fantasías. Es el caso de la suposición de ser el país con las mayores reservas probadas de petróleo.
Casi con certeza al momento de formular estas promesas, se tenían sinceros deseos de hacerlas. En muchas fallaron las otras dos condiciones ya mencionadas. En algunos casos, como en la importación de alimentos, se daban las tres pero salía más barato para los empresarios importadores dejarlos perder y pedir más dólares que distribuir los productos nacionalmente: Conspicua expresión del chavismo salvaje. En otros, como la promesa de Maduro de abastecimiento pleno en agosto, formulada hace dos meses atrás, fue una combinación de voluntad con la esperanza de ocurrencia de algún milagro providencial transformador de la realidad. Por tener en mente hechos como este último, modernamente se tiende a ver, más bien, a las personalidades delirantes con nexos cognitivos y sensoriales cambiados, distintos al de sus semejantes, en lugar de cortados con la realidad; vale decir, viven realidades distintas a las de los demás porque o bien seleccionan otros datos o interpretan los disponibles de modo diferente al resto de las personas.
La revolución chavista no solo consiste en promesas de cambios a futuro, consiste en alteraciones de la historia: Bolívar fue envenenado por la oligarquía. Jerarcas como J. Chacón han afirmado sin rubor perlas tales como que desde 1957, y hasta la llegada del chavismo al poder, no se realizaron inversiones en el sector eléctrico. Olvidó, apenas, Guri y Planta Centro. También han dicho que nunca gobiernos anteriores construyeron viviendas para los necesitados. La nacionalización petrolera es ignorada sistemáticamente.
El poder de las revoluciones no se limita a su capacidad para modificar el pasado y postergar indefinidamente el futuro por ellos prometido. También buscan cambiar el presente. Aquí las alteraciones fantasiosas del pasado y del futuro se transmutan en caos delirante. Maduro saluda la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU como un triunfo de "la dignidad cubana". Dice que la Venezuela actual es víctima de una guerra mediática, económica y política. Las menciones no complacientes de Venezuela en la prensa mundial y nacional son fruto de una campaña mentirosa, no porque ocurre lo que reseñan. Lo que otros llaman desabastecimiento e inflación, el Gobierno lo llama acaparamiento y especulación. La crisis venezolana es culpa del imperio, de la Exxon, del eje Bogotá-Madrid y por supuesto, de sus aliados: La derecha golpista y la oligarquía nacional. No de las políticas puestas en práctica, por más que así lo digan los entendidos y así hoy lo crea más del 70 por ciento de los venezolanos. Los chavistas desestiman la terca costumbre de ciertas fantasías políticas, las delirantes, en transformarse en realidades trastornadas en todos los órdenes, incluyendo el mental. Y es que, trágicamente, revolución, fantasía, caos y delirio son consustanciales.
dh.asuaje@gmail.com
@signosysenales
De las centenares de promesas de todo tipo y calibre, muchas como los viveros en el Valle del Turbio y el Hospital Cardiológico de Caracas son obras que no se terminaron. Basten estos ejemplos para mostrar a una revolución cuya carencia de éxitos no es por falta de promesas. Muchas de las fechas de culminación se han venido moviendo en el tiempo, como la terminación del ferrocarril. Una fácil manera de tener siempre un futuro por hacer y coronado por un presente de fantasías. Es el caso de la suposición de ser el país con las mayores reservas probadas de petróleo.
Casi con certeza al momento de formular estas promesas, se tenían sinceros deseos de hacerlas. En muchas fallaron las otras dos condiciones ya mencionadas. En algunos casos, como en la importación de alimentos, se daban las tres pero salía más barato para los empresarios importadores dejarlos perder y pedir más dólares que distribuir los productos nacionalmente: Conspicua expresión del chavismo salvaje. En otros, como la promesa de Maduro de abastecimiento pleno en agosto, formulada hace dos meses atrás, fue una combinación de voluntad con la esperanza de ocurrencia de algún milagro providencial transformador de la realidad. Por tener en mente hechos como este último, modernamente se tiende a ver, más bien, a las personalidades delirantes con nexos cognitivos y sensoriales cambiados, distintos al de sus semejantes, en lugar de cortados con la realidad; vale decir, viven realidades distintas a las de los demás porque o bien seleccionan otros datos o interpretan los disponibles de modo diferente al resto de las personas.
La revolución chavista no solo consiste en promesas de cambios a futuro, consiste en alteraciones de la historia: Bolívar fue envenenado por la oligarquía. Jerarcas como J. Chacón han afirmado sin rubor perlas tales como que desde 1957, y hasta la llegada del chavismo al poder, no se realizaron inversiones en el sector eléctrico. Olvidó, apenas, Guri y Planta Centro. También han dicho que nunca gobiernos anteriores construyeron viviendas para los necesitados. La nacionalización petrolera es ignorada sistemáticamente.
El poder de las revoluciones no se limita a su capacidad para modificar el pasado y postergar indefinidamente el futuro por ellos prometido. También buscan cambiar el presente. Aquí las alteraciones fantasiosas del pasado y del futuro se transmutan en caos delirante. Maduro saluda la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU como un triunfo de "la dignidad cubana". Dice que la Venezuela actual es víctima de una guerra mediática, económica y política. Las menciones no complacientes de Venezuela en la prensa mundial y nacional son fruto de una campaña mentirosa, no porque ocurre lo que reseñan. Lo que otros llaman desabastecimiento e inflación, el Gobierno lo llama acaparamiento y especulación. La crisis venezolana es culpa del imperio, de la Exxon, del eje Bogotá-Madrid y por supuesto, de sus aliados: La derecha golpista y la oligarquía nacional. No de las políticas puestas en práctica, por más que así lo digan los entendidos y así hoy lo crea más del 70 por ciento de los venezolanos. Los chavistas desestiman la terca costumbre de ciertas fantasías políticas, las delirantes, en transformarse en realidades trastornadas en todos los órdenes, incluyendo el mental. Y es que, trágicamente, revolución, fantasía, caos y delirio son consustanciales.
dh.asuaje@gmail.com
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