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Enfrentamos una realidad indeseable que se nos impone y frustra todas nuestras expectativas, sociales y políticas


Oscar Battaglini
La situación que actualmente presenta la sociedad venezolana es tan desastrosa y lamentable que no admite comparación con la que existía para el momento en el que Chávez es electo Presidente; resulta increíble, pero es así. La situación debió ser muy mala para que un proyecto político como el puntofijista que tenía más de 40 años en el poder, fuera vencido electoralmente por un individuo completamente anodino, del cual sólo se sabía que había participado en un intento fallido de golpe de Estado; que no se le conocía ninguna participación en la vida política y que no tenía nada que ofrecerle a los venezolanos como proyecto alternativo como no fuera -frente a la problemática general de ese momento- la aventura de instaurar una revolución trasnochada en pleno siglo XXI. Ninguna propuesta frente a la crisis económica por la que atravesaba el país; sobre la cuestión petrolera; el desempleo; la inflación; el desabastecimiento y la escasez de productos de primera necesidad, la inversión productiva de los ingresos rentísticos, en definitiva, la reactivación de la economía nacional, la adecuación de un sistema de salud, la educación, las universidades nacionales, la vivienda, la seguridad personal, la pobreza, la democracia política, la reforma institucional del Estado, los derechos humanos, etcétera. Nada, absolutamente nada que ofrecer, que no fuera más allá de los lugares comunes sobre el cuestionamiento que todos hacían sobre la burocracia política en el poder desde 1958, a la que se responsabilizaba del enorme malestar social generado por la crisis y la creciente descomposición del orden puntofijista en su fase terminal; el repudio a la grosera corrupción gubernamental, el descrédito de las clases dirigentes, el cuestionamiento generalizado a las medidas impuestas (paquete económico) por CAP; la condena a la brutal y sanguinaria represión practicada el 27 de febrero de 1989 y días subsiguientes. Nada –queremos repetirlo- que apuntara en la dirección de una opción política que se planteara efectivamente no sólo la superación del estado de cosas existente sino su transformación progresista y democrática. Eso explica en definitiva, el hecho de que aquí no se haya producido la tan ansiada superación de aquella situación sino, por el contrario, su empeoramiento progresivo, hasta llegar al grado insoportable al qué al que nos vemos sometidos los venezolanos. Nada de esto era así cuando Chávez y el chavismo acceden a la dirección del Estado. A pesar de la problemática social existente, la ciudadanía, en medio de las dificultades permanecía integrada a sus actividades habituales; casi todos, de acuerdo a las posibilidades determinadas sobre todo por los bajos ingresos y el desempleo, podía acceder -sin necesidad de hacer largas y humillantes colas- los alimentos, medicinas y bienes que necesitara a precios no inflacionarios ni especulativos; cualquiera podía recurrir a los servicios hospitalarios y recibir la atención correspondiente; así mismo, era accesible la posibilidad de viajar a cualquier parte del mundo, las universidades nacionales, no obstante los presupuestos deficitarios funcionaban a cabalidad; los ciudadanos podían salir a la calle sin el temor paranoico de ser asaltados, secuestrados, robados o asesinados en cualquier esquina, con todo, puede aseverarse que prevalecía un clima de relativa tranquilidad, por otra parte, no se había impuesto aun ese hecho estúpido y atosigante de las cadenas de radio y televisión que sólo han servido para poner en evidencia la mediocridad y la vulgaridad de los gobernantes que tenemos; para adoctrinar fanáticos y para crispar mediante el insulto y la amenaza al resto de la sociedad venezolana; como tampoco existía la imposición a los empleados públicos de cumplir con sus actividades con la indumentaria propia del partido de gobierno, lo que hace que en todas las oficinas públicas e instancias gubernamentales se tenga la sensación de ser atendido no por un funcionario del Estado, sino por un militante de Psuv, al mejor estilo de los camisas negras de Mussolini o los camisas pardas de Hitler.
En términos generales puede afirmarse que la situación de antes del chavismo no era buena y signada por una tendencia hacia el empeoramiento, sin embargo, como se ha dicho, permitía satisfacer cualquier tipo de exigencia sin que mediaran dificultades insuperables. Ahora, en las condiciones impuestas por el chavismo, eso no es posible. Además de las cuestiones ya señaladas y que determinan que las cosas se hayan dificultado en extremo, se hace obligatorio añadir:
1- La recesión económica (caída abrupta de la producción) agrícola e industrial provocada por una serie de medidas gubernamentales (entre ellas la política de precios) que han tenido como consecuencia la retirada de la inversión privada en la producción de bienes básicos de consumo nacional.
2- La ruinosa política cambiaria que este gobierno ha mantenido vigente durante tantos años; política que no ha impedido la fuga de capitales al exterior y que sólo ha servido para escamotearle la asignación de divisas a los importadores que se ocupan del surtido del mercado nacional, y para los grandes guisos con dólares a 6,30.
3- La hiperinflación y la extrema escasez de productos de la más diversa índole, que actualmente gravitan sobre la sociedad venezolana. El impacto negativo que estos dos fenómenos económicos es de tal magnitud, que no sólo han diezmado el ingreso familiar y en consecuencia la capacidad adquisitiva del venezolano y su calidad de vida, sino que ha creado al mismo tiempo un estado de angustia y desasosiego en el seno de la población, que está generando –sin exageración-, un problema de salud pública. Ese es el efecto que produce saber que lo que antes de la emergencia chavista costaba –para poner un ejemplo- 100 o 200 bolívares, hoy cuesta miles de bolívares. O pasar por la nefasta experiencia de necesitar un alimento específico o una medicina y no encontrarla disponible en el comercio, etc.
4- Lo mismo puede decirse con respecto al problema de la inseguridad personal que a diario padecemos. El asedio al que nos ha sometido el hampa desatada por las políticas irresponsables de este gobierno en el tratamiento de ese problema que nos obliga a vivir con miedo, dada la inminencia permanente de que cualquiera de nosotros o de nuestras familias puedan convertirse en víctimas de ese flagelo social.
El resultado final de todo eso es una realidad indeseable que se nos impone y frustra todas nuestras expectativas, sociales y políticas. De ahí la necesidad de canalizar el conjunto de nuestras energías, nuestro sentido crítico y el repudio que esa situación nos produce, en una dirección que culmine en la superación histórica y política de tal situación. El resultado electoral del pasado 6D, es un indicio claro que nos coloca en la dirección de tales objetivos.