Repetir las palabras del Ángel – “Dios te salve, llena de gracia” - representa un arma espiritual, como al Padre Pio de Pietrelcina le gustaba llamar al Rosario. Un arma ¿por qué? ¿Contra quién finalmente? “Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre”, responde San Pablo” sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.” (Efesios 6,12)
En ese sentido, el Rosario es un arma contra Lucifer y sus demonios: les arroja a la cara la grandeza de la Virgen María, hiere su orgullo mostrándoles como Nuestra Señora puede, por humildad y por amor, convertirse en la Reina del Cielo y de la tierra. Es en razón de este inmenso amor de la Virgen por Dios que Gabriel le dice: “El Señor está contigo” (…).
Esta verdad del amor de Dios en el corazón de María es una de las armas más eficaces contra los asaltos del diablo, contra los ataques que no puede aceptar que no es el orgullo, sino la humildad lo que nos hace reinar con Dios. Recemos pues, el Rosario todos los días y pidamos a la Santísima Virgen, su dulce ayuda, ahora pero sobre todo a la hora de nuestra muerte.
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