¿Quo Vadis?
LINDA D'AMBROSIO | EL UNIVERSAL
lunes 21 de marzo de 2016 12:00 AM
Diversos documentos recogen lo que aconteció tras la resurrección de Jesucristo. De ellos, el Nuevo Testamento toma el libro denominado Hechos de los apóstoles, cuyo autor es Lucas, el evangelista, médico y colaborador de San Pablo, según afirman, entre otros, San Policarpo, San Clemente Romano, San Ireneo y San Justino.
Los hechos narran la historia de la Iglesia cristiana primitiva. Reseñan cuanto ocurrió en torno a Pedro y a Pablo de Tarso, aunque al inicio se enumeran los doce apóstoles, incluyendo a Matías, que reemplazó a Judas Iscariote. Se piensa que debió de ser escrito hacia el año 60, puesto que no se mencionan eventos que tuvieron lugar posteriormente, como la muerte de Pedro o la destrucción del templo de Jerusalén.
Existen otros textos, no incluidos en la Biblia, que también relatan sucesos de la época: son los llamados libros apócrifos. Muchos detalles, a menudo representados en la iconografía cristiana, provienen de ellos, tales como la historia del Buen y el Mal Ladrón, o el nombre del centurión que atravesó el costado de Jesús: Longinos.
Entre estos libros se cuenta el de los Hechos de Pedro. Aunque escrito originalmente en griego, la mayor parte de su contenido se conoce solo a través de su traducción al latín, que se conserva en Vercelli: el Actus Vercellensis. Es allí donde se relata, por ejemplo, la crucifixión de Pedro en Colina Vaticana, donde hoy se yergue la Basílica que lleva su nombre, en donde se dice que reposan sus restos.
De los Hechos de Pedro proviene también la historia que inspiró la película ¿Quo Vadis?, basada en la novela homónima de Henryk Sienkiewicz: al desatarse la persecución de los cristianos, Pedro quiso huir de Roma, pero al llegar a las afueras tuvo una visión de Jesús. ¿Quo vadis, Domine? preguntó Pedro (¿Adónde vas, Señor?). Y cuenta la tradición que este le respondió que iba a Roma, para ser crucificado de nuevo. En ello creyó ver el discípulo una señal de que debía volver y continuar su labor apostólica.
En la película puede verse cómo, en varias ocasiones, alguien traza la imagen de un pez para comunicar subrepticiamente que es seguidor de Jesús. En efecto: el pez fue uno de los muchos signos a los que se vieron obligados a recurrir los cristianos de cara a las persecuciones. El vocablo griego que corresponde a "pez", ICTUS, conforma el acrónimo Iesûs Christós Theoû Uiós Sotér, Jesucristo, hijo de Dios Salvador. Algunas de estas imágenes aparecen en las catacumbas, galerías subterráneas concebidas como cementerios, en las que se celebraban secretamente el culto y la catequesis. La imagen del Moscóforo, el pastor que carga con la oveja en sus hombros, originalmente griega, se recupera en referencia al Buen Pastor, y está presente, por ejemplo, en la catacumba de San Calixto.
Otros signos fueron también frecuentes en los primeros tiempos del cristianismo y a lo largo de toda la Edad Media. El pavo real, alegoría del sol y de la divinidad en diversas culturas, alude en este contexto a la Resurrección, puesto que cambia su plumaje durante la primavera, coincidiendo con la Pascua, y se dice que su carne no se corrompe. El cordero remite al sacrificio. El pelícano se rasga el pico para alimentar a sus crías, lo que recuerda al que da su vida por otros. La fuente sugiere la vida y rememora que Cristo es Fuente de agua viva, mientras que el claustro de las edificaciones religiosas representa el Jardín del Paraíso.
En muchas épocas, incluyendo la actual, los cristianos han sido perseguidos, al igual que otros grupos sociales. La fe y la confianza en los valores que alienta el Evangelio les han sostenido. Resistir es la clave.
linda.dambrosiom@gmail.com
Los hechos narran la historia de la Iglesia cristiana primitiva. Reseñan cuanto ocurrió en torno a Pedro y a Pablo de Tarso, aunque al inicio se enumeran los doce apóstoles, incluyendo a Matías, que reemplazó a Judas Iscariote. Se piensa que debió de ser escrito hacia el año 60, puesto que no se mencionan eventos que tuvieron lugar posteriormente, como la muerte de Pedro o la destrucción del templo de Jerusalén.
Existen otros textos, no incluidos en la Biblia, que también relatan sucesos de la época: son los llamados libros apócrifos. Muchos detalles, a menudo representados en la iconografía cristiana, provienen de ellos, tales como la historia del Buen y el Mal Ladrón, o el nombre del centurión que atravesó el costado de Jesús: Longinos.
Entre estos libros se cuenta el de los Hechos de Pedro. Aunque escrito originalmente en griego, la mayor parte de su contenido se conoce solo a través de su traducción al latín, que se conserva en Vercelli: el Actus Vercellensis. Es allí donde se relata, por ejemplo, la crucifixión de Pedro en Colina Vaticana, donde hoy se yergue la Basílica que lleva su nombre, en donde se dice que reposan sus restos.
De los Hechos de Pedro proviene también la historia que inspiró la película ¿Quo Vadis?, basada en la novela homónima de Henryk Sienkiewicz: al desatarse la persecución de los cristianos, Pedro quiso huir de Roma, pero al llegar a las afueras tuvo una visión de Jesús. ¿Quo vadis, Domine? preguntó Pedro (¿Adónde vas, Señor?). Y cuenta la tradición que este le respondió que iba a Roma, para ser crucificado de nuevo. En ello creyó ver el discípulo una señal de que debía volver y continuar su labor apostólica.
En la película puede verse cómo, en varias ocasiones, alguien traza la imagen de un pez para comunicar subrepticiamente que es seguidor de Jesús. En efecto: el pez fue uno de los muchos signos a los que se vieron obligados a recurrir los cristianos de cara a las persecuciones. El vocablo griego que corresponde a "pez", ICTUS, conforma el acrónimo Iesûs Christós Theoû Uiós Sotér, Jesucristo, hijo de Dios Salvador. Algunas de estas imágenes aparecen en las catacumbas, galerías subterráneas concebidas como cementerios, en las que se celebraban secretamente el culto y la catequesis. La imagen del Moscóforo, el pastor que carga con la oveja en sus hombros, originalmente griega, se recupera en referencia al Buen Pastor, y está presente, por ejemplo, en la catacumba de San Calixto.
Otros signos fueron también frecuentes en los primeros tiempos del cristianismo y a lo largo de toda la Edad Media. El pavo real, alegoría del sol y de la divinidad en diversas culturas, alude en este contexto a la Resurrección, puesto que cambia su plumaje durante la primavera, coincidiendo con la Pascua, y se dice que su carne no se corrompe. El cordero remite al sacrificio. El pelícano se rasga el pico para alimentar a sus crías, lo que recuerda al que da su vida por otros. La fuente sugiere la vida y rememora que Cristo es Fuente de agua viva, mientras que el claustro de las edificaciones religiosas representa el Jardín del Paraíso.
En muchas épocas, incluyendo la actual, los cristianos han sido perseguidos, al igual que otros grupos sociales. La fe y la confianza en los valores que alienta el Evangelio les han sostenido. Resistir es la clave.
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