“4 amigos entraron enfermos en el HUC y salieron muertos”
Desde agosto Hildren Guerrero está tratando de pagarse los exámenes que le indiquen cómo se encuentra su cuerpo. Padece lupus, fibromialgia, artritis reumatoide y vasculitis
Desde hace 16 años, Hildren Guerrero convive con un acompañante en su cuerpo que unas veces es silente y pasa inadvertido, y otras veces está tan presente que hasta la hace perder el conocimiento: en 2000 le diagnosticaron lupus eritomatoso sistémico, una enfermedad en la que el sistema inmunitario ataca por error al tejido sano y afecta la piel, las articulaciones, los riñones, el cerebro y otros órganos. A Hildren le desencadenó, además, fibromialgia, artritis reumatoide y vasculitis.
En mayo de 2014 cayó hospitalizada. Al darle de alta su médico le dijo que el lupus no estaba activo y ella, confiada, dejó de tomar el Plaquinol, antimalárico utilizado para el lupus y la artritis. “Eso fue lo peor. Pasé todo diciembre en cama. En enero casi no podía caminar. Volví a cero”.
Al año siguiente comenzó a tramitar su discapacitación ante el Ministerio de Educación, al que está adscrita como profesora, porque la demanda de energía de los colegios en los que trabajaba la agotaba y empeoraban los dolores en su cuerpo. Ahora, que cobra apenas 8.000 bolívares mensuales sin cestatickets, lo reciente. “Desde agosto de 2015 estoy intentando hacerme los exámenes para saber si los medicamentos hacen efecto, pero cada vez son más caros. Estoy muy angustiada porque no tengo para pagarlos. Tengo prednisona porque mi hermano me la manda de Chile, pero el Plaquinol no puede comprármelo porque es muy caro afuera, me queda para dos meses porque empecé a tomármelo un día sí y un día no”.
Cuando deja de tomar Plaquinol tiene crisis de dolor, no puede levantarse de la cama y siente agotamiento extremo.
“Para la vasculitis tomaba Flavol, pero tuve reacción adversa. Ahora no hay hematólogo en el Ipasme y no tengo quién me recete otra medicina. Por mi lado no tengo para pagar una consulta, me da pánico hasta preguntar cuánto cuesta la consulta”.
Su hija es su motor, dice, pero el estrés de verse sin medicamentos le resta gasolina. “He visto compañeros morirse por falta de medicamentos. He entrado en pánico. Tengo cuatro amigos que entraron enfermos en el Clínico y salieron directo a enterrarlos. No quiero que eso me pase a mí”.
La situación económica en casa también abruma a Hildren. Su esposo es carpintero, pero “la madera está muy cara y la gente no tiene plata”. En lo que va de año no ha hecho ningún mueble, así que hace carreras de taxi a los vecinos del edificio en el que vive en La Concordia, en el centro de Caracas.
“El colegio de la niña lo aumentan y uno sigue cobrando lo mismo”. Para subsistir, la mujer decidió volver a dictar clases. La experiencia ha sido alarmante. “Estoy atendiendo 27 niños de primer nivel. El día que empecé a hacer las suplencias, me desmayé cuando llevaba a los niños a una actividad. Los mareos se han repetido varias veces. La boca se me pone amarga. He querido hacerme los exámenes a ver cómo estoy, pero no he podido; me salen en 10.000 bolívares, más otros 20.000 bolívares para una placa. El problema es que sin los exámenes no puedo pedir los medicamentos en el Seguro Social”.
La fibromialgia, además de dolores, le causa fatiga intensa. Aunque vive muy cerca del colegio, para ir a trabajar se despierta a las 4:30 am para poder levantarse de la cama, caminar un poco y bañarse. Duerme muy poco.
El DatoComo paciente crónica, Hildren Guerrero aboga por que el presidente Nicolás Maduro permita la ayuda humanitaria. Entre las medicinas que requiere también está el Rivotril para dormir. Los dolores y la condición médica le alteran el sueño. Ahora tiene una caja porque una representante del colegio le consiguió de 20 mg. Como toma de 5 mg, tiene que partir la pastilla en 4. “Estuve dos meses sin Rivotril y me las vi negras. Si no descanso, el cuerpo no se mejora”.
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