Del Bolívar “fuerte” al ñereñere
Recuento anecdótico de una semana más sin billetes a pesar de que Sudeban y el BCV señalen lo contrario
Las colas frente a los cajeros electrónicos de bancos públicos y privados hace rato son tan comunes como las filas de espera para comprar cualquier otra cosa, alimentos o medicinas. Incluso teniendo dinero en nuestras cuentas, debemos pasar por la humillación de esperar frente a una máquina o rogarle al cajero de carne y hueso tras la taquilla que nos suelte algunos billetes, de esos que se llamaron “fuertes” a partir de 2008, y que hoy son un triste pichache devaluado.
Ñereñerele llamaba la abuela (y a mí me causaba gracia) porque todo “el sencillo” que le quedaba de sus compras me lo iba regalando “para guardarlo en la alcancía”. Así aprendimos a ahorrar los de nuestra generación, un concepto que parece no tener sentido cuando los ceros de una moneda son una pesadilla que la devalúan a diario. Con Dólar Today o sin él, la realidad de la calle es que el pasado viernes el bolívar se cotizaba en 3.000 por cada divisa gringa y siete días después ya rompió el techo de los 4.500.
Pensé mucho en mi abuela esta semana porque vi muchos viejitos, demasiados otra vez, saliendo con el cobro de sus pensiones metidos en voluminosos paquetes (y hasta bolsas de plástico). Uno los escuchaba suplicar por taquilla que les dieran “aunque fueran 5.000 bolos en billetes de a 100” y debían soportar casi siempre la negativa de los cajeros al explicar que “solo tenemos los de baja denominación con los que le estamos pagando”.
¿Y entonces? ¿No estaba decretado que se prohibía pagar las pensiones con el ñereñere de 20, 10 y 5? La semana pasada hasta se publicó, de manera oficial, y no se cumplió en absoluto. Vivimos tiempos de numismática irreal donde 50 billetes de nuestra mayor denominación, los 100 bolos, apenas equivalen a un dólar estadounidense, el billete de menor denominación en el país del norte. La suplica del jubilado del “aunque sea dame 5.000 en billetes de a 100” se traduce a “págame por favor un dolarito imperial en la menor cantidad posible de papel moneda local”. ¿Fuerte? Fuerte sí, este hecho, no nuestra divisa.
Mientras tanto también llama la atención el silencio que reina en el “ente emisor” donde nadie, ni siquiera su presidente aplaca la ansiedad para conocer las directrices sobre los nuevos billetes que deben entrar pronto en circulación. En el Banco Central toda la información que “se filtra” hacia la prensa llega “de manera extraoficial” ya que ningún vocero toma la palabra. Los diputados Sanguino o José Guerra dejan saber en la Asamblea Nacional que “ya están listos los de 500 para ser distribuidos” pero en el BCV nadie lo confirma y también le vetan la entrada a los periodistas para que “dejen de fastidiar a los directores”–como me dijo una recepcionista-.
También poseo, como recuerdo de visitas infructuosas a Carmelitas, con una solicitud de acreditación ante el Departamento de Prensa del BCV, no atendida, por supuesto, ya que la única vez que pude llegar a la oficina de Merentes fue, hace años, para llevar unos recaudos de la OPEP que nada tenían que ver con entrevistas de actualidad. Nelson es “EL PRESIDENTE” (en mayúsculas de personalidad inalcanzable.) Merentes ya es más grande que Tinoco y debe pasar a la historia como el peor regente que tuvo el Central después de permitir que la inflación se chupara la reconversión monetaria en tan solo 9 años. ¿Llamaremos “merenticos” a los billetes de 500?
Ayer, antes de escribir este artículo, cambié un cheque personal de 20 mil bolos en mi banco, el tope permitido allí en este momento para personas naturales. La cajera, muy amable, me señaló con voz apenada que sólo tenía billetes de 20. No me inmuté. Incluso, iba preparado para “más de lo mismo”. Cargaba hasta un pequeño morral donde sería cómodo meter los 1.000 billetes, todos nuevos y precintados por el BCV en paquetes de 100. Eso ni siquiera se verifica: se cuenta por paquetes y listo. Frente a mí, pegada en la taquilla había una calcomanía que recomendaba, por razones de seguridad, “evitar exponer en público el dinero de sus retiros”. ¡Qué ironía! ¿Sabe usted disimular un paquete de tales dimensiones?
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