Maduro abandonará el poder
Nicolás Maduro será recordado como el peor presidente de la historia contemporánea. No solo habrá destruido el país en lo económico y social, sino que, en lo político, su ambición desmedida de poder, lo ha llevado a cometer nefastos errores que han convertido su gobierno en una férrea neodictadura, la cual, obviamente, por tener matices arropados con un disfraz constitucional, no puede compararse con regímenes clásicos de aquellos sistemas políticos que controlaron los países latinoamericanos durante el siglo XX.
Cuando Maduro abandone el poder, sea quien sea su sucesor, dejará una nación empobrecida, sumida en la más espantosa inflación, una destrucción de la producción agrícola, pecuaria e industrial. Una caída de las reservas internacionales, reconocida por el Banco Central de Venezuela (BCV), hasta niveles registrados desde hace más de dos décadas, época en la cual solo teníamos un tercio de la actual población.
Maduro ha pervertido el ejercicio de la democracia y ha destruido el componente institucional del país. El tejido social no existe en su composición política ni económica. El ciudadano común se debate entre el hambre y la miseria. No existe salario alguno que pueda resistir la brutalidad de los precios. El bolívar como signo monetario regresó a los niveles de hace una década en términos de “cono monetario”. Es tal la destrucción monetaria que un modesto trabajador, además de pagar el regresivo impuesto al valor agregado (IVA), también debe pagar el impuesto sobre la renta, porque alcanza el rango de 1.000 unidades tributarias, es decir, en el gobierno “socialista” de Maduro, los más pobres somos quienes más debemos pagar, al ser nosotros la mayor cantidad poblacional que existe en Venezuela.
La salud no vale nada. Niños que nacen en cunas de cartón revela el colapso de los derechos humanos en Venezuela. Las personas con alteraciones cardiológicas, neurológicas o de cualquier patología están condenadas a ver el deterioro progresivo de su estado biológico, llegando incluso a producirse efectos irreversibles o hasta la muerte, al no poder encontrar los medicamentos necesarios. Jamás un gobierno había sido tan insensible con el dolor humano.
La crisis moral y ética en el seno del madurismo no tiene vergüenza. De hecho, hasta ministros de “alimentación” han sido acusados de corrupción y las autoridades que deberían investigarlos sobre esas supuestas irregularidades solo justifican la existencia del nepotismo “positivo” en el ámbito de su propia estructura, lo cual equivale a decir que el Estado está podrido en el principal organismo, responsable de denunciar cualquier desviación de los recursos presupuestarios del país.
Maduro durante el período que lleva su gobierno ha permitido la multiplicación de la delincuencia, que ha sido infructuosamente combatida con ineficientes programas, y cuya última creación, en la llamada Operación de Liberación del Pueblo (OLP), ha desencadenado masacres como las ejecutadas en Tumeremo, Cariaco o Barlovento, entre otras. Hechos que mantienen activo al Ministerio Público en investigaciones sobre más de 900 policías y militares, acusados de ser autores materiales e intelectuales de semejantes barbaries.
Ni siquiera los espacios cercanos, sobre lo que el gobierno se jacta en mencionar como ejemplo de “vivir viviendo”, es decir, la denominada Gran Misión Vivienda Venezuela, se escapan de la degradación social, cuando hemos regresado a los tiempos en que se asesinaba por un par de zapatos.
Maduro ha hundido el país en una simbiosis de anomia con monstruosidad social. No existe el Estado, porque quienes lo “dirigen” no trabajan para los ciudadanos sino por el afán de eternizarse en el poder, recurriendo para ello a las prácticas más perversas del dominio político y jurídico.
La extensión del gobierno de Maduro no podrá ir más allá de 2018, porque la historia ni los venezolanos se lo vamos a permitir, pero debemos aceptar que cada día en que siga ejerciendo la presidencia será otro día de sufrimiento para un país, el cual debe terminar por comprender que los sistemas hegemónicos solo han traído podredumbre y quiebra social para Venezuela. Maduro abandonará el poder, pero dejará una nación destruida y carcomida por la corrupción y la impunidad.
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