Sainete con fusiles. (La cachucha inútil)
El sainete posmoderno con visos de tragicomedia en que se convirtió nuestra política sería simpático si ocurriera en las tablas y no en nuestras aceras ensangrentadas, en las alacenas repletas de nada, en los hospitales hasta el techo de todo bicho de uña, y con apenas 2 ampolletas y uno que otro parche poroso para el tratamiento de cualquier cosa. Doloroso e inaudito. Los que deben resolver esto se dedican a hacer magia negra apareciendo y desapareciendo los billetes de 100, y haciendo creer a los ilusos que acuden a su escatológico espectáculo de lupanar que el arribo de billetes nuevos es un triunfo cuando realmente es la más patética certificación de la reducción del poder adquisitivo de nuestra moneda. Viendo esto, un director teatral amigo me invitó a montar una obra realista y sugirió un título de Henrik Ibsen, el padre del realismo escandinavo, y pude ver que para mostrar la realidad venezolana en el teatro hay que montar a Ionesco, porque nuestra realidad es absurda: ¡le quitas los lentes a la tumba-puertas, le pelas el coco y es la cantante calva! Lo sustancial del sinsentido y absurdo teatral está en lo que ella dice y hace. Lo otro es simple maquillaje y ropa fina. Pero este menjurje político-teatral efervece y se me hizo más acalorado que zarzuela en gallinero colonial, cuando hace rato escuché gritar a mi colega y vecina millonaria, haciendo alarde de sus pulseras de oro y con un golden retriver:
—¡En este país no hay salida civil! Hace falta una verdadera cachucha para poner orden. ¡Un golpe! ¡Un golpe!
Distante de su Mercedes, de pie, muy lejos de mi carrito porque me lo robaron hace unos días, la miré y no le dije nada, pero con una mirada de tragedia griega la increpé mientras pensaba: esta es la misma vieja que salivaba copiosamente cuando ganamos la Asamblea y cuando se inició la opereta del diálogo que defenestró el rostro de la MUD. Ahora quiere una cachucha y no se da cuenta de que Venezuela está sujeta a una dictadura militar con un testaferro subalterno de los intereses chino-cubanos. Ahora ella le hace el juego a los que insisten en elecciones generales y relancinas como si esto fuera ajiley, sabiendo que eso no se va a dar, cuando ni siquiera pudimos con el revocatorio. Ahora esta señora se une a los que dicen que los dos problemas son la oposición y el gobierno, confundiendo a propios y extraños porque está claro que el responsable de este vaudeville rojo y negro es el oficialismo y la oposición es la solución, óigase bien: la solución. Todos a la calle dentro de la Constitución, el pueblo a la calle pero en orden y no para tumbar a nadie, sino para presionar a los militares para que den visto bueno a las elecciones de gobernadores y pronto. Debemos reorganizarnos ya y dentro de las leyes. El atajo sería mortal. Un día de estos los furibundos saldrán gritando “¡Viva Pérez Jiménez!”, teniendo el poder en las manos: el glorioso pueblo vencedor en la Asamblea hace un año. Aquí estamos. Firmes. No como los cómicos políticos que parecen salidos de una opereta de El Coso de Cipreses, recitando textos de Leo y Job Pim pero sin la gracia de Guinand, dando “Un salto atrás.” Nosotros, con nuestra pluralidad de líderes nos pondremos de acuerdo en breve y seremos más que vencedores, como dijo Cristo, no como le reza el fantasma del pajarito desde un sacrificio de sangre de chivo o gallina al títere vociferante. Somos auténtica gente de fe, no sobrinitos profidelianos con pasaporte diplomático para jugar al narco. Este es nuestro verdadero teatro, el del espíritu y la dignidad. El asunto no está en poner formalmente una cachucha por medio de un brinco constitucional, el asunto está en que la sociedad presione a las cachuchas para realizar elecciones. Si esto no ocurre, estos saineteros verdes, desde su comodidad, se perpetuarán en el poder y lo que pudo ser un teatro ligero e inteligente se convertirá en la más grande de las tragedias. Será Edipo quien nos sacará los ojos y él, con su visión 20-20. Esto no es juego.
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