Control informativo infructuoso
El dominio elitista de todos los espacios institucionales es la obsesión más apetecida por las mentes autoritarias. Bien saben que en democracia la discusión honesta y frontal de los conflictos con demás actores del estamento político implica resistencia, disconformidad y, por qué no, también aquiescencia. La discusión cívica lograda a alto costo a partir de 1958 pretende ser desarmada por quienes hoy, y eventualmente, controlan el gobierno. Incluso se sobresaltan con gestos despectivos y violentos cuando son exigidos a honestar las pautas innegociables de toda democracia como, por ejemplo, el sufragio popular.
El régimen comete un grave error, sobre todo desde el punto de vista estrictamente político, al suponer que puede limitarse la información que “los jefes” consideren “tendenciosa”. La gente rechaza cualquier restricción informativa, sobre todo cuando está referida a denuncias que se identifican con el contexto social de la mayoría. Prohibir reseñas sobre las colas; no referir el número de homicidios; negar la escasez o inflación; desmentir el colapso de la infraestructura; omitir la crisis hospitalaria, de nada servirá a los estadísticos oficialistas que siguen ostentando un socialismo “que goza de apoyo popular”.
Tampoco sirve la prédica de una estirpe de marxismo distributivo al estilo CLAP o Carnet de la Patria para controlar consciencias mientras existan niños y adultos comiendo de las basuras y la tasa de homicidios haya registrado un incremento de 1,8% en comparación con el año 2015 (Observatorio Venezolano de Violencia). De acuerdo al informe de esta ONG, el 2016 cerró con la cifra de 28 mil 479 muertes violentas frente a los 27 mil 875 homicidios del 2015. Es decir, 10 asesinatos cada tres horas.
Ante esa sombría realidad, la cofradía chavista insistida en gruñirse como revolucionaria, ya no tiene cabida social. Fracasó no sólo en los hechos, también en su fantasía. Tomemos el caso de la seguridad. La cuota de violencia que logra divulgarse en los medios y la que ocurre ante nuestros ojos, no puede ser ocultada. ¿Cómo se concilia esta feria de violencia diaria con la intención de presentar una imagen de armonía socialista? Las contradicciones dentro del gobierno son tan evidentes que se les “hace forzoso” atribuir la debacle a terceros e intimar a la opinión pública para “que crea” que los culpables son el imperio; la derecha; antes Obama y ahora Trump. Ellos son “los malos” y nosotros por socialistas, “los buenos”. Ese ideal reduccionista, tampoco tiene cabida nacional. Veamos los números:
La encuesta Datanálisis (Nov. 2016) refleja que 8 de cada 10 venezolanos quiere cambio de gobierno. El apoyo a la gestión del presidente Maduro cayó a 19,5%. El 78,5% desaprueba su “obra administrativa”. El 95,1% califica como negativa la situación del país. Por otra parte, la encuestadora Delphos (Ene. 2017) señala que la popularidad de Maduro está por debajo del 10%. Su director, Félix Seijas, indicó que es muy difícil redimir esa cifra. Así el aparato oficial de fabricación de noticias con auxilio cubano, de nada servirá para encubrir la afligida realidad. El control elitista queda una vez más al desnudo junto con sus denuncias para cargar la debacle a “los otros”.
El colapso del puente El Guanape, en La Guaira, es fiel ejemplo del actual “desarreglo administrativo”. No fue desidia en su mantenimiento, fallas de construcción, sobrecarga no controlada, insuficiencia de la capacidad portante de la estructura, baja calidad de los componentes estructurales. ¡No!, fue “sabotaje”, según dijeran a priori el gobernador Jorge Luis García Carneiro y el ministro de Transporte y vicepresidente del Servicio y Obras Públicas, Ricardo Molina. Lo único cierto es que el puente colapsó.
La afluencia masiva de noticias no es materia que pueda controlarse sólo por una élite gubernativa como sucedía hasta hace poco. Hoy es imposible institucionalizar la trampa informativa. Más del 80% del país sabe lo que sucede porque padece las secuelas de una gestión de gobierno sellada por la inutilidad, impostura y corrupción. El cambio del actual estatus político sólo es posible mediante el sufragio democrático. Todo lo demás es fantasía inútil.
@MiguelBM29
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