La venganza del almirante
Dicen que la venganza es un plato que se come frío. También quizás, pasito, pasito, suave, suavecito, ¡como canta Luis Fonsi!
El 12 de Octubre del 2004, luego de un juicio sumario que tuvo lugar en la Plaza Venezuela, Cristóbal Colón fue declarado culpable, su estatua fue derribada, arrastrada por todo el Paseo Los Caobos y llevada hasta las puertas del Teatro Teresa Carreño donde el presidente Hugo Chávez celebraba el Día de la Resistencia Indígena.
Ahora, todos saben del mal carácter de los genoveses, avaros que si los pinchas no sale nada y vengativos como nadie.
Para ilustrar este hecho contamos la historia de Megollo Lercari. El Palacio Lercari, construido a mitades del siglo dieciséis, hermosísimo palacio en plena Vía Garibaldi, ubicado en el centro histórico de Génova y patrimonio de la humanidad según la Unesco, tiene una particularidad. Una de las estatuas de las dos columnas de la entrada evidencia una figura que no tiene nariz.
La razón de esta falta de nariz es la siguiente. Por el año 1300 había un hábil comerciante llamado Megollo Lercari. Él comerciaba con el Oriente y un día llegó a Trebisonda sobre el Mar Negro. Llegó a ser muy rico y popular también. No tardó en suscitar la envidia de otros porque además de ser un mercader astuto era también un excelente jugador de ajedrez.
Lo desafió un señor llamado Andrónico, favorito del emperador Alejo II. Durante el juego no dejó ni por un segundo de insultar a Génova y sus habitantes. Frío como el hielo, Megollo le hizo jaque mate. Luego informó al emperador que quería batirse en un duelo con el tal Andrónico. El emperador ni de casualidad iba a permitir ese duelo.
Megollo volvió a Génova, contó lo sucedido y enseguida preparó dos galeras y con otros genoveses se embarcó hacia Trebisonda. Habitante del imperio bizantino con que se encontraba era secuestrado. Le cortaban las orejas y luego la nariz. Estos los iban acumulando en un inmenso frasco.
Aterrado Alejo II mandó a preparar cuatro galeras para combatir a Megollo pero todo fue inútil. Las flechas se estrellaban contra las galeras de éste forradas de cuero.
Mientras tanto capturaron un señor ya muy anciano a quien Megollo quizás por mayor no quiso desnarizar pero, al perdonarlo, le exigió llevara al emperador el frasco de narices y orejas para intercambiarlas por Andrónico. El emperador no tuvo otra opción que plegarse a ese deseo.
Siendo así los genoveses, ¿qué tiene de extraño que el Almirante de muy larga memoria e implacable, desde el Más Allá, haya mandado decapitar, desmembrar e incendiar estatuas de Chávez en Táchira, Yaracuy, Carabobo, Zulia y Anzoátegui?
¿Y justo ahora, en vísperas del aniversario de su muerte acaecida el 20 de mayo de 1506?
Dicen que la venganza es un plato que se come frío. También quizás, pasito, pasito, suave, suavecito, ¡como canta Luis Fonsi!
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