Narrar para la democracia
El chavismo se convenció tanto que controlando los medios controla al país, que ya no le importa no poder llenar la avenida Bolívar si puede fingir que la llenó
En Venezuela pasa de todo, todo el tiempo, lo que reduce significativamente la delgada línea entre lo veraz y lo verosímil: funcionarios que entrenan aspirando degollar opositores, Nicolás hablando con vacas, Carreño presentando el plan de militarización del PSUV, abogados constitucionalistas que opinan que el voto sectorizado es una discriminación positiva y el ministro de Comunicación usando fotos y vídeos viejos para denunciar eventos recientes.
Como todo es posible, el rumor crece y se engrosa, porque en un país sin certezas es crucial para cualquier ciudadano forjarse las propias a razón de la información que recibe, con la inmediatez de las redes y el teléfono como recurso, aunque no la procese por completo y no la verifique. Esto se agrava porque hace mucho tiempo que el Gobierno renunció a la posibilidad de hacer ruedas de prensa y trasladaron a las redes sociales la información que no están dispuestos a argumentar en persona.
El chavismo se convenció tanto que controlando los medios controla al país, que ya no le importa no poder llenar la avenida Bolívar si puede fingir que la llenó, no le importa lanzar arengas a un grupo que no llena una cuadra, pero simulan –no necesariamente con solvencia– que le hablan a enormes masas. Si manipulando, mintiendo y tergiversando logran imponer su versión, el objetivo está cumplido; por eso insisten en hablar del apoyo popular a una Constituyente que no solventa ninguno de los problemas reales de los venezolanos.
Estamos en un momento crucial, no solo por la potencialidad de un punto de inflexión en la crisis sino también por la monumental distancia que ha cobrado la propaganda de la realidad y es aquí cuando ganan más valor las narraciones que los ciudadanos podemos hacer de lo que estamos viviendo, pues la diversidad garantiza audiencias: unos hablarán de la represión otros de la escasez y otros de los servicios públicos; unos con tuits, otros fotografías, otros con textos más largos, pero combinados, se convierten en una fuente importante de registro y memoria colectiva.
Venezuela no se puede resumir, pero tú puedes decidir qué líneas seguir y por cuáles razones. Un periodista no puede formar parte de la noticia ni emitir juicios de valor, pero un ciudadano sí puede hacerlo y ahí reside la importancia de que más personas narren, una forma noble de estimular la civilidad y de aprender también a conservar espacios donde la intimidad no sea minada por lo público. La narración crece con la práctica, se vigoriza con la constancia y se hace hábito. Más narraciones ciudadanas harán mella en las groseras versiones oficiales, permitirán a otros comparar la propaganda y vivir el necesario ejercicio de la crítica desde lo diverso, ese rasgo irrenunciable de los demócratas.
Como todo es posible, el rumor crece y se engrosa, porque en un país sin certezas es crucial para cualquier ciudadano forjarse las propias a razón de la información que recibe, con la inmediatez de las redes y el teléfono como recurso, aunque no la procese por completo y no la verifique. Esto se agrava porque hace mucho tiempo que el Gobierno renunció a la posibilidad de hacer ruedas de prensa y trasladaron a las redes sociales la información que no están dispuestos a argumentar en persona.
El chavismo se convenció tanto que controlando los medios controla al país, que ya no le importa no poder llenar la avenida Bolívar si puede fingir que la llenó, no le importa lanzar arengas a un grupo que no llena una cuadra, pero simulan –no necesariamente con solvencia– que le hablan a enormes masas. Si manipulando, mintiendo y tergiversando logran imponer su versión, el objetivo está cumplido; por eso insisten en hablar del apoyo popular a una Constituyente que no solventa ninguno de los problemas reales de los venezolanos.
Estamos en un momento crucial, no solo por la potencialidad de un punto de inflexión en la crisis sino también por la monumental distancia que ha cobrado la propaganda de la realidad y es aquí cuando ganan más valor las narraciones que los ciudadanos podemos hacer de lo que estamos viviendo, pues la diversidad garantiza audiencias: unos hablarán de la represión otros de la escasez y otros de los servicios públicos; unos con tuits, otros fotografías, otros con textos más largos, pero combinados, se convierten en una fuente importante de registro y memoria colectiva.
Venezuela no se puede resumir, pero tú puedes decidir qué líneas seguir y por cuáles razones. Un periodista no puede formar parte de la noticia ni emitir juicios de valor, pero un ciudadano sí puede hacerlo y ahí reside la importancia de que más personas narren, una forma noble de estimular la civilidad y de aprender también a conservar espacios donde la intimidad no sea minada por lo público. La narración crece con la práctica, se vigoriza con la constancia y se hace hábito. Más narraciones ciudadanas harán mella en las groseras versiones oficiales, permitirán a otros comparar la propaganda y vivir el necesario ejercicio de la crítica desde lo diverso, ese rasgo irrenunciable de los demócratas.
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