La mentira del esbirro
Las mentiras que se le dan a los cuerpos de seguridad tienen la finalidad de incentivar la violencia que se platea dejar impune, la verdad es que un esbirro nunca llegará ni a juez ni fiscal aunque se finja que ocurrirá
Los ministros Delcy Rodríguez y Vladimir Padrino López lideraron un acto para decirle a un auditorio de funcionarios de la Guardia Nacional (con yesos en las piernas que no impidieron el uso de sus uniformes) que pueden seguir siendo esbirros porque cuentan con su venia, que aun siendo ellos los que hieran y asesinen, los malvados somos los manifestantes; que sus robos, tratos crueles y torturas, están inscritos dentro de su definición humanista y que además, tendrán también la posibilidad de establecer "la verdad" de lo que ha pasado en más de 60 días de protestas contra la ruptura del hilo constitucional.
Sujeta al guion de su propaganda, negando el estado de las cosas y los hechos, la verdad del PSUV está dirigida a fanáticos, socavando sus débiles apoyos por coerción y menospreciando la capacidad de razonamiento de cualquiera que viva en Venezuela. Atacar a un funcionario es atacar el estado de derecho, dijo la Canciller, que ha contribuido con tesón a destruir cualquier rastro de institucionalidad, burlando todas las leyes posibles. Un estímulo más eficiente para la ira del que disiente, que para la moral del represor.
El Gobierno insiste en felicitar a la Guardia Nacional, como si eso mitigara los efectos de tantas bombas lacrimógenas que terminarán teniendo secuelas más determinantes en ellos, por la continuidad de la exposición y los escasos protocolos para paliar sus efectos. Pero además, cuando las evidencias los superan, los superiores entregan a los imputados por el Ministerio Público sin remilgos, demostrando que los funcionarios son piezas prescindibles que solo cobran importancia cuando heridos o muertos, sirven para la propaganda.
Enfocados en hacer el mayor daño posible, esta semana multiplicaron robos y asaltos contra civiles, vigorizando el terrorismo de Estado junto a los allanamientos y ataques a zonas residenciales en horarios nocturnos. Otra apuesta al pánico, con saña, promesas de impunidad, ventajas para las represalias y un renovado discurso de odio. Un esbirro, jamás será fiscal ni juez y aunque así finjan que ocurrirá, la verdad termina decantándose.
El Gobierno cree que obtendrá como respuesta la violencia que necesita para justificar su desmán, demostrando cuánto desconoce lo que ha aprendido esta ciudadanía en años de miseria y anomia. No es adaptación, es resiliencia. Crecen las razones de nuestra protesta como crece la indignación; crece la solidaridad no el miedo, crece la convicción democrática. El problema no es la Constitución y la solución no será una Constituyente, esta, es la verdad.
Sujeta al guion de su propaganda, negando el estado de las cosas y los hechos, la verdad del PSUV está dirigida a fanáticos, socavando sus débiles apoyos por coerción y menospreciando la capacidad de razonamiento de cualquiera que viva en Venezuela. Atacar a un funcionario es atacar el estado de derecho, dijo la Canciller, que ha contribuido con tesón a destruir cualquier rastro de institucionalidad, burlando todas las leyes posibles. Un estímulo más eficiente para la ira del que disiente, que para la moral del represor.
El Gobierno insiste en felicitar a la Guardia Nacional, como si eso mitigara los efectos de tantas bombas lacrimógenas que terminarán teniendo secuelas más determinantes en ellos, por la continuidad de la exposición y los escasos protocolos para paliar sus efectos. Pero además, cuando las evidencias los superan, los superiores entregan a los imputados por el Ministerio Público sin remilgos, demostrando que los funcionarios son piezas prescindibles que solo cobran importancia cuando heridos o muertos, sirven para la propaganda.
Enfocados en hacer el mayor daño posible, esta semana multiplicaron robos y asaltos contra civiles, vigorizando el terrorismo de Estado junto a los allanamientos y ataques a zonas residenciales en horarios nocturnos. Otra apuesta al pánico, con saña, promesas de impunidad, ventajas para las represalias y un renovado discurso de odio. Un esbirro, jamás será fiscal ni juez y aunque así finjan que ocurrirá, la verdad termina decantándose.
El Gobierno cree que obtendrá como respuesta la violencia que necesita para justificar su desmán, demostrando cuánto desconoce lo que ha aprendido esta ciudadanía en años de miseria y anomia. No es adaptación, es resiliencia. Crecen las razones de nuestra protesta como crece la indignación; crece la solidaridad no el miedo, crece la convicción democrática. El problema no es la Constitución y la solución no será una Constituyente, esta, es la verdad.
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