Dictadura a la cubana
Eso demuestra la compasión de esos tiranos por los seres humanos; como muestra del botón malévolo, la ex canciller de la República cuando afirma que: “no importa que el pueblo pase hambre, mientras la “revolución” se mantenga en pie”. El cinismo de frente
En estos momentos de tragedia que viven los venezolanos, por la insensatez de la cúpula cívico-militar que hacen vida en este desgobierno, viene a ser el más sensor, más represivo, más criminal, más mentiroso y chapucero de América Latina. Si un ciudadano, de cualquier estimación social, responde a la felonía de la dictadura, la que anda violentando cada rato la Constitución Nacional, un tribunal de guerra acaba con la libertad.
No encuentran qué hacer con el país que engañaron, que se robaron, montando por todo el país, porque para eso si tienen los reales, las “carpas” de las mentiras, llamando a votar por una constituyente, hecha a la medida por los cubanos y que es un atropello a la soberanía nacional; colocan un cartel con la fotografía de Chávez al que traicionaron cuando desconocen y echan a la basura, “la mejor Constitución del mundo”
Un mamotreto de esta naturaleza, no deja ser más que una escaramuza, de esas que acostumbran los tahúres en el juego, donde los pícaros se adelantan con las “marcadas” para engañar al adversario. Una vez en el tugurio se pudieron dar cuenta que el pueblo se estaba percatando de la jugada y decidió enfrentarlos, maldecirlos; ya los tiene en la calle, acorralados, para que paguen todas las maldades que han cometido. No es un arroz a la cubana.
Esta dictadura de ahora. “moderna”, nació como producto de la fe del pueblo que no los quiere, y el temor a dejar el poder, los convierte en fieras enjauladas, que se brincan el respeto que se merece el ciudadano, y se lanzan a la agresividad porque la razón no está de su parte y le es más fácil “disparar primero y averiguar después”. Los dictadores tienen la templanza del miedo, y la cobardía su rol necesario.
Niegan la Constitución de Chávez, y con una propuesta viciada, inconstitucional, convocan a su militancia rojita tarifada para que voten por una constituyente para transformar el Estado, es decir, eliminan las gobernaciones, las alcaldías, los consejos legislativos, la asamblea nacional, la fiscalía general, y el resto de los poderes quedan como aparatos al servicio de la dictadura.
Los trabajadores de la administración pública, los que quedan, son sometidos al peor de los escarnios laborales: los amenazan, los agreden, los coartan, los chantajean, obligándolos a votar por la dictadura, sino serán cesados de sus cargos sin miramiento alguno. Eso demuestra la compasión de esos tiranos por los seres humanos; como muestra del botón malévolo, la ex canciller de la república cuando afirma que: “no importa que el pueblo pase hambre, mientras la “revolución” se mantenga en pie”. El cinismo de frente.
Ante el poderoso auge de las fuerzas del pueblo en estos momentos y el crecimiento incesante de su presencia en las calles ya no hay fuerzas armadas y “colectivos violentos que puedan detener esta avalancha. Hoy por hoy, la dictadura se ve obligada a retroceder, a maniobrar a buscar nuevas condiciones de hacer política. A medida que se desarrollan los acontecimientos, los esbirros del desgobierno tienen que mirar, palpar, oír que sus posibilidades de seguir gobernando, por ese sendero, les llegó su fin.
Se sabe de antemano que la dictadura, con más fuerza, se afinca en la propaganda mentirosa; que su malsana publicidad, gira día y noche para demostrar la colosal mentira de que Venezuela es un país libre y soberano; como si los venezolanos vivieran en un país donde “creo que no nos quedamos ciegos, creo que nos quedamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven. Luego alzó la cabeza al cielo y lo vio todo blanco, ahora me tocó a mí, pensó. El miedo súbito le hizo bajar los ojos. La ciudad aún estaba allí” (José Saramago, Ensayo Sobre la Ceguera.)
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