PRODAVINCI, 25/02/2018
Al revisar las imágenes del Archivo Fotografía Urbana nos imanta esta gráfica captada en el Cementerio del Sur, en Caracas. La corbata fina, las hombreras de la amplia chaqueta y el bigotico del orante nos remiten a los años 50. Pero no son los personajes arrodillados (ella con lo que parece una base de maquillaje un par de tonos más claros que el suyo, lo que le da un aire de máscara ritual), ni el bosque de cruces ni el Cristo de plata en primer plano lo que pone en tensión nuestra mirada. Tampoco la barra cuajada de rocío ni el damero de baldosas donde se empoza el agua. Lo que nos amosca, lo que nos erotiza, se diría, es la lata en su mínimo pedestal; y no porque se quedó esperando las flores que estos dolientes olvidaron tributar, sino porque se trata de un recipiente de June Dairy, esto, de leche en polvo, ¡leche completa!
Quien contempla esta foto no son los ojos ahítos y más o menos aburridos del aficionado a las artes visuales, sino el hambre de Venezuela. Esta semana recibimos doble confirmación científica de lo que ya percibíamos como una catástrofe. En los mismos días se nos entregaron los resultados de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la Población Venezolana (ENCOVI 2017), hecha por las universidades Católica Andrés Bello, Central de Venezuela (UCV) y Simón Bolívar, y un par de trabajos de investigación del portal informativo Armando.info acerca del verdadero nutricional (en realidad, del falso contenido nutricional) de la “leche” en polvo incluida en los CLAPS que el gobierno de Nicolás Maduro vende a los pobres.
La reciente ENCOVI puso cifras a lo indecible: 87% de los venezolanos son pobres y 61% lo son en extremo. La pobreza por ingresos creció 5,2% en un año y pasó de 81,8% en 2016 a 87% en 2017. Casi 9 de cada 10 hogares no tienen, pues, los recursos para acceder a los bienes mínimos necesarios; 9 de cada 10 de nosotros no puede costear su alimentación diaria; alimento en el hogar o por la escasez; 8,2 millones de venezolanos ingieren dos o menos comidas al día, y esas comidas son de mala calidad, principalmente tubérculos. Las proteínas están desapareciendo de la dieta. De resultas, 6 de cada 10 venezolanos (64%) han perdido aproximadamente 11 Kg de peso en el último año por hambre.
Este es el paisaje en el que actúan los buhoneros de Nicolás Maduro. Esta es la estepa por donde van de cacería los depredadores de la revolución chavista. Incapacitados por la hiperinflación, la devaluación de la moneda y la escasez, los desesperados venezolanos le compran al régimen unas bolsas CLAP (que pagan por adelantado). Confían en que traerán leche; y lo creen porque, efectivamente, reciben unos paquetes en cuya etiqueta pone “Leche”. Pero según acaban de demostrar los periodistas de Armando.info, -quienes le encargaron al Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos de la UCV, un análisis químico a ocho marcas mexicanas que el Gobierno venezolano vende a la población de bajos recursos-, el contenido de esos paquetes no es más que fraude.
Las ocho marcas mexicanas que los bolivarianos les venden a los pobres no son iguales, pero todas son pésimas. Ninguna cumple ni de lejos con los estándares internacionales y tampoco con las normativas establecidas por las propias instituciones del Estado venezolano, pero es su contenido tampoco es lo que prometen en los empaques. Una marca, por ejemplo, dice contener 26 gramos de proteína por cada 100 gramos de producto, pero los químicos de la UCV comprobaron que apenas llegaba a 8,79 gramos, una fracción de un cuarto del aporte de referencia establecido por el propio Estado a través de sus entes reguladores. Mientras que el sodio duplica la cantidad que el empaque dice, que ya es , por cierto, el máximo permitido en los estándares nacionales e internacionales para la leche.
Y hay otra marca que apenas tiene 4,7 gramos de proteína por cada 100, en vez de los 29 prometidos en la etiqueta; y apenas 115,33 miligramos de calcio, una fracción ínfima de los 900 que asegura tener. Ese déficit de proteínas y calcio no es dato irrelevante en un país donde ha recrudecido la desnutrición grave, que cobra muertes cada semana entre los niños, principalmente.
No es de extrañar que el empaque pone que el vil engrudo es “Para ser distribuido en la República Venezolana de Venezuela”. Nadie más lo quiere. Y, sobre todo, nadie más paga el realero que los jerarcas chavistas pagan por la chorrada con que engañan a los pobres, un engrudo salado, lleno de grumos, que produce diarrea en muchos casos. Piénsese que un kilo de leche en polvo cuesta alrededor de 3 dólares en el mercado internacional, pero lo que están enviando a Venezuela vale menos de la mitad. Los empresarios mexicanos les han ofrecido todas las calidades a sus clientes chavistas, pero estos piden lo más barato. Esto es, lo de menor calidad. Y, sin embargo, los hijos de Chávez pagan entre 4 y 7 dólares por un kilo de la falsa leche.
“Con las marcas mexicanas que llegan en los CLAP, -dice Armando.info- habría que beber entre 13,1 y 41,3 vasos cada 24 horas para alcanzar el requerimiento mínimo de calcio para niños de 2 a 4 años, calculado en 500 miligramos diarios”. Claro que si pudieran hacerlo, entonces se estarían atiborrando de carbohidratos y sodio en proporciones terriblemente dañinas.
El desfalco, como bien apunta Armando.info, lesiona a las arcas y a la salud pública, al ofrecer, a precio de oro, como alimento un amasijo pobre en calcio y proteínas, al tiempo que repleto de carbohidratos y sodio.
Qué iba a pensar el autor de esta fotografía, por cierto, una auténtica filigrana de blancos y negros, que a medio siglo de apretar el obturador nos iba a estrujar el alma.
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