No, Duhalde. En Argentina ya hubo golpe, esto es la interna de los golpistas
El expresidente dijo por televisión que no habrá elecciones parlamentarias por una hipotética interrupción del sistema constitucional
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Anoche voló todo por los aires. En una entrevista que parecía de coyuntura, y que no iba a dejar grandes titulares más allá de la opinión de un expresidente, Eduardo Duhalde dejó en evidencia la fragilidad institucional argentina con un comentario. Ante la sorpresa de los periodistas que lo entrevistaban, el referente del peronismo bonaerense aseguró que no están dadas las condiciones para las elecciones legislativas de 2021. El «cabezón» cree que habrá un golpe de Estado.
Sin dar definiciones concretas, señaló que el militarismo se impone en la región. Hizo referencia a Brasil como un Gobierno democrático civil, pero también militar, a la dictadura chavista y a los carabineros y al Ejército de Chile, que son el frente de contención ante los manifestantes de izquierda que pusieron en jaque al Gobierno de Sebastián Piñera. Ya en esta instancia verborrágica hay algo para tomar nota: no definió este militarismo como algo malo per se. Hizo una ensalada de ejemplos, en su opinión, buenos, neutros y malos. Pero la cosa no terminó ahí. Luego de repetir que «no van a haber elecciones» dijo que para que los comicios tengan lugar, hay que «barrer» con todas las cosas que no generan consenso y acuerdo. ¿De qué habla Duhalde? De la reforma de la justicia que impulsa el propio peronismo, del que él es parte y referente.
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El sábado publiqué El misterio detrás del chavismo improvisado y suicida de Alberto Fernández y si bien seguía mi intuición en el artículo, temí haber ido demasiado lejos con una especulación que no tenía mayor sustento que mi impresión y olfato. Pasaron nada más que dos días y ahora caigo en cuenta que me quedé corto. Hay algo que no estamos viendo, pero que existe y es muy grande. Cuando Duhalde sale a decir que esto es «insostenible»… ¿Está criticando al Gobierno o está apoyando al mismo presidente en su discusión interna con el kirchnerismo? Lamentablemente, en el piso no había un periodista con la suficiente perspicacia como para interpretar lo que quería decir el exmandatario y todo giró sobre la cuestión de la posible interrupción democrática. Un desperdicio y una pena.
Nadie ve viable una interrupción militar como la de los cincuenta, sesenta o setenta y muchas personas consideraron en las redes que exmandatario está «gagá». Me guardo la duda al respecto y me pregunto si Duhalde no salió a marcar la cancha para respaldar a un sector del peronismo en el Gobierno, que necesita poner esto en discusión, pero que no puede hacerlo por sus propios medios por la presencia de Cristina Kirchner.
Igualmente, en Argentina ya hubo golpe (o «autogolpe»)
Los textos de estudio y la bibliografía oficial hacen referencia al autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) como el último golpe de Estado en el país. Puede sonar disruptivo, pero lo cierto es que, en mi consideración, dice otra cosa. Sin militares de por medio, en 2001 hubo un golpe de Estado y Eduardo Duhalde fue uno de los instigadores. El expresidente y el radicalismo de la provincia de Buenos Aires fomentaron las violentas protestas que terminaron con el timorato Gobierno de Fernando de la Rúa. El dirigente de la Unión Cívica Radical (UCR) no pudo hacer nada en contra de un peronismo golpista aliado a un sector de su propio partido. Pero la historia, al menos por ahora, no reconoce este suceso como un golpe y asegura que hubo una renuncia formal, en un marco de protestas y descontento, pero con continuidad institucional. Al no haber pronunciamiento militar y con la foto del exmandatario abandonando la Casa Rosada en helicóptero por sus propios medios, todo puede ser cuestión discutible. Pero mientras haya libertad de expresión en el país, yo seguiré considerando que lo ocurrido entonces no fue más que un golpe de Estado de un sector de la política. Es mi opinión.
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Si alguien se horroriza con ella, mejor que deje de leer aquí, porque menos acordará con la siguiente tesis: el último golpe de Estado no fue el de Duhalde, fue el del 20 de marzo de este año y lo hizo Alberto Fernández, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, y el intendente macrista de la Capital, Horacio Rodríguez Larreta. Paradójicamente, los tres atentaron contra el mandato constitucional de ellos mismos, en lo que se puede considerar un «autogolpe».
No hace falta poner los tanques militares en la calle. La cuarentena peronista sirvió de excusa para que el Poder Ejecutivo, en sociedad con los dos distritos más importantes del país, se arrogue la suma del poder público. Los que estábamos en contra incluso de la cuarentena en los términos que se dictó nos preguntábamos por qué Fernández no utilizó la figura del estado de sitio, ya que todas las normativas dictadas sin eso eran de dudosa constitucionalidad. Luego de casi medio año de encierro ahora nos damos cuenta. El Gobierno prefiere la ilegalidad de sus normas a reconocer que en Argentina ya no rige la Constitución.
Las agendas de los tres autogolpistas son diversas: el torpe gobernador bonaerense, fanático kirchnerista, pareciera disfrutar el colapso del sector privado, ya que ama la fantasía del Estado omnipresente que pretende hacerse cargo de todo. El intendente porteño, regulador estatista compulsivo, aprovechó la movida para pegarse a la Rosada y separarse de Macri. El kirchnerismo reconoce en Larreta al «opositor responsable». Esto se traduce en tranquilidad de fondos en un país centralista y podría concluir incluso en la idea de un «Gobierno de unidad» con un sector del peronismo. Si el intendente porteño sueña con esto, debería darse cuenta de que pasará a la historia como un traidor del votante opositor. El final de su carrera política está a la vuelta de la esquina.
¿El presidente? Es el más inteligente de los tres y seguramente tuvo varios incentivos para disfrazarse de monarca absolutista temporal. Seguramente, el principal motivo fue el congelamiento y la paralización total de la economía hasta conseguir un acuerdo con los acreedores privados externos para salir del default. Eso lo consiguió, pero Fernández se llevó un chasco importante al comprobar que la noticia, anunciada con bombos y platillos, no freno la corrida al dólar y el desastre económico. Como dijimos desde estas columnas, el acuerdo era «necesario pero no suficiente». En seis meses Fernández se dio cuenta de lo que a Macri le costó más tiempo: las reformas son urgentes. Cabe destacar que, como en los golpes tradicionales, el país ya cuenta con sus muertos y desaparecidos. No son políticos ni subversivos políticos, pero los casos de abusos policiales sobre gente que «violó» la cuarentena ya van saliendo a la luz. La historia de Facundo Astudillo, desaparecido cuyo crimen fue querer visitar a su novia en cuarentena, pretende ser silenciada por un kirchnerismo hipócrita que hablaba de «dictadura» en la época de Macri con el caso Maldonado.
Cómo salimos de esto es un misterio. De llegar a las elecciones de medio término del año próximo, es necesario refrescar el liderazgo de la oposición. Es necesaria una propuesta de refundación nacional total. El macrismo ya demostró que para eso no le da el cuero. Por lo pronto, sería positivo que Fernández renuncie a la reforma judicial para apaciguar el clima. En caso de que esto no haya sido una operación propia con este objetivo, claro. Para el caso es lo mismo. Hay que archivar este proyecto lo antes posible.
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