Venezuela: ocho años de “profundización” del socialismo a la sombra de opositores incapaces
Ningún opositor ha podido frenar el legado que Chávez le dejó a Maduro. Henrique Capriles, Leopoldo López y Juan Guaidó siguen en su punto de partida
Han pasado 8 años desde aquel 7 de octubre de 2012, cuando la oposición venezolana –esa que abarrotaba las calles exigiendo democracia y libertad- acudió a los centros de votación seducida por otro eslogan electoral. El enérgico Henrique Capriles era el elegido para vencer al desahuciado Hugo Chávez. El opositor repetía “Hay un camino” a cada paso, por casi todos los rincones del país. Pero el poder del Estado secuestrado por el chavismo lo aplastó una y otra vez.
Efectivamente, la primera derrota de Capriles marcó el comienzo de la profundización de las políticas socialistas que hoy tiene al país en la miseria. “¡Venezuela más nunca volverá al neoliberalismo! ¡Venezuela seguirá transitando hacia el socialismo!”, anunció Chávez tras adjudicarse la victoria en la madrugada del 8 de octubre. Endurecer el socialismo era una sentencia de muerte para el país. Y de hecho, la muerte de Chávez también estaba ya sentenciada.
El 9 de diciembre de 2012, Hugo Chávez reconoció en cadena nacional de radio y televisión que el cáncer que padecía no le permitiría continuar al frente del poder. “Elijan a Nicolás Maduro como presidente”, pidió a sus seguidores. El daño ya estaba hecho. Nadie pensaba que el país podía ir a peor. Sin embargo, el mandatario se despedía dejando un cóctel explosivo: un proyecto de fortalecimiento de sus políticas en manos de Nicolás Maduro, un político sin carisma y que se entregaría a intereses extranjeros que lo ayudaran a mantenerse en el cargo.
La segunda derrota de Capriles
Desde entonces, el sucesor de Chávez se instaló en el Palacio de Miraflores. Primero, en calidad de vicepresidente encargado temporalmente de la Presidencia. Después como presidente electo, tras derrotar en unos reñidos comicios a Henrique Capriles. Y desde enero de 2019 como dictador, calificado así por más de 60 países que desconocen los comicios ilegítimos de mayo de 2018 en los que se declaró reelecto.
“Para saber ganar hay que saber perder”, dijo Capriles al reconocer su primera derrota. Los comicios en los que habría caído por segunda vez estuvieron marcados por el fantasma del fraude. Con una escasa diferencia de 1,49 %, Capriles exigió un lógico recuento de votos. Las dudas eran más que razonables.
El reclamo del candidato se fue desvaneciendo a medida que se debilitaba su discurso. Incluso llamó a sus seguidores a protestar desde sus casas “escuchando salsa”. Pero la insólita propuesta aumentó la decepción. Capriles finalmente desistió del reclamo y se refugió en la comodidad de un cuestionado liderazgo opositor que de igual forma se evaporó.
La era de Voluntad Popular
Siguió el turno de Leopoldo López. Con una estrategia más agresiva, el fundador de Voluntad Popular llamó nuevamente a la calle. Esta vez sin retorno. Se trataba de “La Salida”, un mecanismo de protesta que consistía en paralizar el país bloqueando cada calle, en cada ciudad, en cada pueblo. La entrega de Leopoldo López a las autoridades del régimen devolvió rápidamente la frustración a la ciudadanía que protestaba.
En enero de 2019 surgió un liderazgo inesperado. Las caras conocidas de Voluntad Popular estaban o en la cárcel o bien en el exilio. Igualmente, le correspondía al partido asumir la presidencia de la Asamblea Nacional. El elegido fue Juan Guaidó. Amparado por la Constitución y un respaldo internacional como ningún líder opositor había logrado, el inesperado referente antichavista se juramentó como presidente interino invocando vacío de poder. Lograr el cese de la usurpación de Maduro aún es una asignatura pendiente.
Han sido 8 años de estrategias fracasadas y diálogos estériles. Y entretanto, el socialismo ha mostrado su peor cara: pobreza extrema cercana al 80 %, éxodo de más de 5 millones de venezolanos, 20 % de la población infantil en riesgo de desnutrición, cortes diarios de electricidad por más de 8 horas y una inflación superior a 2 000%, la más alta del mundo.
Mientras las políticas socialistas se han profundizado, quienes han asumido la responsabilidad de detener la mayor crisis humanitaria de la región siguen estancados en el punto de partida. Por un lado, Juan Guaidó se aproxima a cumplir dos años al frente de un gobierno interino que sigue prometiendo el cese de la usurpación. Por otra parte, Leopoldo López sigue encerrado. Su única “salida” en 6 años ha sido de la cárcel de Ramo Verde a su residencia, y desde allí hacia la Embajada de España en Caracas. Y por último, Henrique Capriles sigue volcándose a procesos electorales fraudulentos ocho años después de su primera derrota.
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