Los dos yo

Si fuese otro Gustavo Tovar-Arroyo, uno que a diferencia del que soy (activista gandhiano e idealista de la lucha no violenta), ya hubiese organizado una insurrección violenta contra la tiranía chavista. Sobran razones éticas, políticas e históricas para levantarse en armas contra la podredumbre criminal que usurpa el poder y hambrea a Venezuela, pero soy Gustavo Tovar y no tengo idea de cómo usar una pistola, rifle, metralleta o bazuca. Mi ensoñación no es real. Lo sé.

¿Debería aprender? ¿Deberíamos aprender? Creo que sí, la insurrección armada –imaginaria o no– será pronto una necesidad ineludible para derrocar al chavismo.

Imagino que estás claro, como los dos yo.

El ensueño aniquilador

Soy Gustavo Tovar-Arroyo, el activista de la no violencia, pero el otro que también podría ser en un simplísimo pero optimista ejercicio de imaginación guerrerista, no emplearía las armas para cometer masacres masivas –como sí hizo Hugo Chávez en su momento–, creo que el otro Tovar, el aniquilador de la ficción liberadora, sería selectivo y quirúrgico en la gerencia de la sangre enemiga de Venezuela. No es necesario apocar a cientos, bastarían solo unos cuantos

Ese Tovar –el soñador– buscaría entre cinco o veinticinco jefazos de la tiranía chavista y les haría correr la suerte que ellos hicieron correr a nuestros niños libertadores en 2017.

Sería justo, ¿o no?

El realista pacificador

Pero el Tovar que soy y que esto escribe, pese a su inatrapable imaginación, aunque sabe que su idealismo pacifista es ineficaz y que la sangre, el hambre, la enfermedad y la ruina que está causando el chavismo son mucho más dañinas, feroces e injustas que su soñada cacería selectiva de jefes chavistas, no se atreve ni siquiera a soñar despierto. ¿Por qué? Probablemente por irresponsable, sí, por irresponsable, porque si el Tovar que sueña con liberaciones armadas fuese realmente un patriota ya estaría resolviendo sus dilemas existencialistas y estaría buscando hacer su sueño realidad.

Claro, deberían de ser otros, menos idealistas y más realistas, formados y entrenados para salvar naciones de tiranías y de ejércitos extranjeros los que deberían actuar, pero no lo hacen.

Los militares son un sueño, no existen. Los poetas somos la triste realidad.

¿Ensueño o realidad?

El Tovar escritor, documentalista y activista de la libertad, que es realista, sabe que su oficio genera sensibilidad y conciencia, pero no libera naciones esclavizadas por terribles tiranías como la chavista. La libertad en las Américas se alcanzó empleando las armas, por eso el Tovar soñador –que también soy– quizá más consciente en sus ensueños que el Tovar de las realidades, entiende que soñarse a sí mismo como francotirador o como general estratega de una insurrección armada es más noble y patriótico que el otro Tovar, el no violento.

Con lo que está ocurriendo en Venezuela no soñar despierto con insurrecciones armadas es estar anulado, aplastado, abobado (tres “a” implacables) por la cruel realidad.

Hay que despertar y soñar otra realidad.

Libertad de soñar

Les confieso que mientras escribo estoy dormido y que, como todo durmiente, sueño. Mis sueños son urgidas realidades libertadoras. Soñar con una armada realidad es soñar despierto, no ocurrirá porque en el caso de Venezuela los militares no existen, son ensueños. Pero el pueblo es real y, como yo, también sueña (está dormido). Despertará, lo sé, yo desperté y mi realidad ya es otra, tan feroz y liberadora que sueño con liquidar a los tiranos uno a uno. No son necesarios muchos, solo unos pocos. ¿Quién puede ser censurado por soñar?

Si mi ensueño se convirtiese en realidad, el prófugo Tovar-Arroyo no seguiría en el destierro, su realidad –de ensueño– sería ser un ciudadano más viviendo y soñando en libertad en Venezuela.

Tovar –el realista– abraza a Tovar –el soñador– y le dice una sola palabra:

¡Pronto!

 

@tovarr