Idus de marzo, por Marisa Iturriza
Twitter: izaturri@gmail.com
5 de marzo: aniversario de la discreta partida de un hombre que enfrentó sin aspavientos lastimeros ni ruegos multitudinarios a las divinidades de diferentes cultos que sanaran lo incurable y que al final le ganó el 5 de marzo de 2013. Por acontecimientos simultáneos, su partida no contó con toda la presencia de amigos y admiradores que su obra y carácter le brindaron.
Queda el recuerdo de su temperamento impactante, voluntarioso, a veces caprichoso, humorístico, sensible y patrióticamente universal, aunado a la extensa obra que dejó en diversas facetas del arte. Obra de paz en la que ese escultor del hierro utilizó el hierro para el arte, para la patria, para la vida, no para la muerte.
Ese hombre se llama Víctor Valera.
Descansa en paz, amigo…
6 de marzo: ya hace tres años que ese hombre mágico (como denominó Oscar Marcano a Perán Erminy en una entrevista) no está sentado ante la mesa que está a la puerta de la terraza, en la que quedaron los papeles cuya escritura suspendió tarde en la noche, horas antes de que muriera en la mañana siguiente, el 6 de marzo de 2018. Esa ausencia es una presencia que aún no termina de convertirse en memoria y que lo que brinda algo de consuelo es que no está padeciendo los rigores que actualmente enfrenta el país, cuando, además del incremento de las escaseces ya establecidas, ahora llegan las limitaciones impuestas por el covid-19 para aumentarlas.
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Por no ser experta no enumeraré las múltiples actividades de Perán, sus foros en la Cinemateca ni las instituciones en las que participó, tales como AICA, ACC, AVAP y sabe Dios cuántas más.
Prefiero en esta época de víctimas contar la anécdota de la vez que fue con la hija a comprarle la barajita que necesitaba ¡ya! para el álbum correspondiente. Al ir su papá a pagar, ella se fijó en los números que la cajera tenía tatuados en el brazo y reclamó cómo esa señora sí podía tenerlos y a ella no le permitían que se los dibujara en el suyo. ¡Oh! Tras segundos de estupor, pudorosamente la cajera ocultó bajo la manga de su blusa el tatuaje de sobreviviente del Holocausto. Y es que a la víctima hasta le avergüenza serlo.
Perán fue víctima de tortura en la Seguridad Nacional finalizando una de nuestras dictaduras y nunca lo comentó. Lo hacían las cicatrices en su espalda, pero seguro que aspiraba a que llegue el día en que nadie sea torturado por diferir u opinar diferente a lo que el poder o lo que sea imponga, como sin alardes y sin agredir acostumbró hacerlo.
Descansa en paz, mi amor…
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