Máximo Kirchner, La Cámpora y la venganza montonera
El legislador nacional, hijo de Néstor y Cristina Kirchner, se prepara para liderar el peronismo bonaerense y su nombre suena como candidato a presidente para 2023
El diputado nacional Máximo Kirchner alineó al peronismo en la provincia de Buenos Aires, liquidó a las pocas voces que planteaban disidencias y, de a poco, se va perfilando para ser el próximo candidato a presidente del espacio. Alberto Fernández, a un año de gestión, ya parece estar lo suficientemente golpeado como para descartar cualquier sueño reeleccionario. Hasta el momento, al kirchnerismo le salieron todas bien con el “presidente títere” que eligió Cristina.
La definición no es mía, es del mismo jefe de Estado. Cuando todavía no estaba la fórmula presidencial confirmada, Fernández reconoció ante la prensa que prefería que fuera Cristina la candidata, o que en su defecto ella se apartara del armado en serio y por completo. Hace dos años, Alberto decía que, si CFK designaba a dedo a un candidato, este terminaría siendo un “títere” manejado desde el domicilio particular de la exmandataria. Las vueltas de la vida…
Antes de las elecciones legislativas, en la primera mitad de su mandato, Alberto Fernández ya fue vaciado de poder y humillado por el kirchnerismo. El problema es que, a diferencia de Héctor Cámpora, que reconocía públicamente su obsecuencia con Perón, el presidente prometió al electorado independencia de su vice. Incluso se enorgullecía de su gabinete “mixto”, del cual ya volaron dos ministros que le respondían a él. La llegada de Martín Soria a la cartera de Justicia, no hace otra cosa que confirmar que la que manda es ella. Las malas lenguas dicen que incluso hay una “lista negra” con los nombres de los restos «albertistas» del gabinete, como para ir tachando de a uno.
Pero, más allá de todo, lo curioso es que el kirchnerismo, si lleva a Máximo Kirchner en la boleta en 2023, hasta podrá darse el lujo de separarse del fracaso de Alberto. Dirán que se trató de una transición necesaria para salir del macrismo, pero que nunca expresó el proyecto K de paladar negro. Lo podrán jubilar y mandar a la casa, agradeciéndole por los servicios prestados.
La experiencia montonera y el fracaso de la infiltración en el peronismo
Con Juan Domingo Perón en vida, la izquierda peronista tuvo un intento fallido de copar el movimiento, y, por ende, el gobierno. Durante el exilio del General, Montoneros fomentó el regreso del líder, confiando que, al recuperar el poder, Perón implementaría el “socialismo nacional”. El problema es que simultáneamente la derecha sindical (con la que Perón se sentía más cómodo) estaba haciendo lo mismo. Ellos aguardaban por el retorno al modelo corporativista de los cuarenta y cincuenta. Ambas agendas eran absolutamente incompatibles a la hora de ejercer el poder.
Como era de esperar, el viejo caudillo se decidió por el sindicalismo tradicional, por lo que Montoneros asesina a José Ignacio Rucci (referente sindical de confianza de Perón) el 25 de septiembre de 1973 para «marcar la cancha». Aunque buscaron amedrentar al líder, Perón, lejos de ceder ante las presiones, expulsa de la Plaza de Mayo a la columna montonera. Sin eufemismos, los trató de “imberbes” y “estúpidos” en su discurso del primero de mayo de 1974. La rama izquierdista del movimiento peronista abandonó la plaza, entraron en la clandestinidad y enfrentaron al líder.
La actividad como guerrilla duró poco. Entre la Triple A y el gobierno militar que asumió en marzo de 1976 terminaron con el sueño violento de aquel peronismo socialista. El intento de cooptación del peronismo terminó siendo un fracaso estrepitoso que muchos pagaron con la vida. Parece que, los que enarbolan la representación de aquella generación, hoy tuvieron más suerte que sus predecesores.
Es que Alberto Fernández no es Perón. Pero lo cierto es que ellos tampoco son montoneros. Aunque los padres de muchos dirigentes del kirchnerismo actual pusieron el cuerpo por sus ideas en los setenta, absolutamente equivocadas, claro, al menos mostraron valentía y consecuencia. El “montonerismo milenial” es un poco más cómodo y burgués. Menos mal…
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