Conflicto israelí-palestino: el papel de la rivalidad entre Hamas y Al Fatah en la escalada de violencia
escalada de violencia en Israel, Cisjordania y Gaza, en la que han muerto al menos 40 personas y han resultado heridas cientos de ellas, ha puesto de manifiesto que las líneas divisorias centrales del conflicto entre israelíes y palestinos siguen siendo profundas. Pero la dinámica de la violencia también pone de manifiesto las divisiones internas y las crisis de liderazgo de ambas partes.
- La mortíferaPara los israelíes, esto se ha manifestado en cuatro elecciones en dos años que hasta ahora no han terminado en la formación de un gobierno estable. Las últimas elecciones, celebradas el 23 de marzo, siguen sumidas en las disputas entre varios partidos y facciones. Las conversaciones sobre la coalición se congelaron el lunes tras el estallido de violencia en Jerusalén y Gaza.
Para los palestinos, mientras tanto, la actual crisis de liderazgo se ha encapsulado en el mando de la resistencia por parte de Hamás, marginando aún más al partido Fatah de Mahmud Abbas y a la Autoridad Palestina, de la que es presidente.
Las tensiones entre Al Fatah y Hamás han dominado la política palestina desde 2006, cuando Hamás salió victorioso en las últimas elecciones parlamentarias de la Autoridad Palestina para el Consejo Legislativo Palestino, poniendo fin a la era de dominio de Fatah. Tras el conflicto armado entre las dos facciones y el fracaso de un intento de gobierno de unidad, la dirección palestina ha estado dividida desde 2007, con la Autoridad Palestina dirigida por Fatah gobernando Cisjordania, y Hamás gobernando la Franja de Gaza.
A pesar de los numerosos esfuerzos de reconciliación realizados en los últimos 15 años, las desavenencias persisten. Ambas partes acordaron en otoño de 2020 celebrar nuevas elecciones, pero estas fueron aplazadas “indefinidamente” por Abbas a finales de abril.
Aunque la Autoridad Palestina citó las restricciones israelíes al voto de los residentes de Jerusalén como causa de este retraso, muchos suponen que la suspensión se debe más a la baja popularidad de Abbas en las últimas encuestas, con desafíos no sólo de Hamás, sino también de dos grupos escindidos de Fatah.
En el período previo a las elecciones, Hamás trató hábilmente de vincular su movimiento con la protección de Jerusalén, una cuestión de gran resonancia política y religiosa, especialmente durante el mes de Ramadán. Hamás planeó presentar una lista electoral de candidatos con el lema “Jerusalén es nuestro destino”, y dispararon cohetes como muestra de fuerza y solidaridad con los palestinos que protestaban contra la policía israelí que restringía el acceso a la Puerta de Damasco. La Puerta de Damasco es una de las principales entradas a la Ciudad Vieja de Jerusalén, y un popular punto de encuentro para los palestinos, especialmente durante el Ramadán, después de la oración de la tarde.
Más tarde, Mohammed Deif, líder del ala militar de Hamás, lanzó una advertencia a Israel por el desalojo de palestinos del barrio de Sheikh Jarrah. Los continuos intentos de alterar la demografía de este suburbio de mayoría árabe han movilizado amplias manifestaciones populares en las últimas semanas.
Estas muestras de solidaridad de Hamás contrastan con las de la Autoridad Palestina, dirigida por Al Fatah, que no ha respondido directamente a las tensiones en Jerusalén. No ayuda el hecho de que la Autoridad Palestina reanudara la cooperación en materia de seguridad con Israel a principios de este año.
La cara de la resistencia
Sin las urnas para demostrar su legitimidad, Hamás ha redoblado sus esfuerzos para proyectar su imagen como rostro de la resistencia a la ocupación. Desde el asalto a la mezquita de al-Aqsa de Jerusalén por la policía israelí el lunes 10 de mayo, Hamás ha lanzado más de 1.000 cohetes contra Israel.
Estos han sido neutralizados en gran medida por el sistema de defensa antimisiles “Cúpula de Hierro” de Israel, que ha respondido con ataques aéreos sobre Gaza. Decenas de civiles han muerto y decenas han resultado heridos, lo que parece preparar otra “guerra de Gaza” como las de 2009, 2012 y 2014, que causaron miles de víctimas.
Hamás no necesita “ganar” guerras en el sentido tradicional para salir victorioso. Simplemente resistiendo, afirma su legitimidad y popularidad, que ha tendido a aumentar después de tales escaladas en el pasado. Esto es especialmente cierto en comparación con la Autoridad Palestina, que se considera débil en el mejor de los casos y cómplice en el peor en cuanto a las relaciones con Israel.
Esto no significa que la ideología o el gobierno de Hamás sean populares; existe un descontento generalizado con las condiciones de Gaza que algunos achacan tanto a Hamás como a Israel. Pero Hamás no pierde el tiempo y aprovecha el momento de la crisis actual para reforzar su posición, tanto en Gaza como fuera de ella.
No obstante, la cuestión sigue siendo si los activistas y organizadores que lideran los levantamientos populares en Jerusalén y otros lugares seguirán viendo a Hamás como un aliado o un líder, o simplemente como otra facción que explota la crisis y secuestra la resistencia.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
RV: EG
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