No vamos a desaparecer
Anoche el Tribunal Cuarto de Municipio Ordinario y Ejecutor de Medidas de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas practicó la medida de embargo ejecutivo contra la sociedad mercantil Editora El Nacional C. A., parte demandada en el juicio que por daño moral sigue en su contra el ciudadano Diosdado Cabello Rondón.
El cartel de notificación indica que con dicho acto se cubre la cantidad de 141.501,24 petros del total de 237.000 petros que el Tribunal Supremo de Justicia del régimen sentenció a pagar a la casa periodística por replicar, en 2005, informaciones de los diarios ABC de España y The Wall Street Journal de Estados Unidos, en las que se revelaba que Cabello estaba siendo investigado por supuestos vínculos con el narcotráfico. Es un atropello, insistimos, que debemos denunciar al mundo.
Desde el pasado 16 de abril, día en que el TSJ emitió la sentencia que ordena a El Nacional pagar esa cifra absurda y fuera de toda lógica legal y financiera que equivale a más de 13 millones de dólares por un delito que no ha cometido, presidentes y expresidentes, parlamentarios de varios países, altos directivos de organismos multilaterales y de entidades defensoras de los derechos humanos, dirigentes políticos de varios países de América Latina, periodistas y directivos de medios de comunicación, además de obsequiarnos estimulantes expresiones de apoyo y reconocimiento a los trabajadores y periodistas de El Nacional, han sido insistentes en una misma pregunta de fondo: ¿qué ocurre con Diosdado Cabello? ¿Qué explica su inquina, su aversión constante y sin disimulos?
Todo poder de vocación totalitaria tiene fundamento en la práctica y en la proyección del terror. Para mantenerse, la dictadura desarrolla prácticas cuyo objetivo es generar, entre los ciudadanos, un estado permanente e intenso de miedo. Se crean organismos o se pervierten los existentes, para que persigan, detengan, torturen y asesinen a quienes se le oponen. El terror, históricamente, ha hecho uso alternativo y combinado de la violencia verbal y física, los tribunales y la propaganda. Pero no basta con que existan estructuras policiales o paramilitares que actúan fuera de la ley: hace falta el hombre-terror, el que imparte las órdenes, el que amenaza, el responsable de que nadie olvide que el poder lo puede todo, si así lo desea.
No es prudente especular por las razones psicológicas, biográficas y políticas, que han conducido a Cabello a ocupar ese específico rol, ese perverso papel en el espacio público venezolano, que consiste en rumiar odios; emitir una gama incalculable de falsedades, señalamientos y acusaciones; proferir insultos sin limitación alguna; amenazar a diestra y siniestra, desde su programa Con el mazo dando. Por cierto, durante el procedimiento de embargo estuvo presente su jefe de medios y productor del programa de televisión, Héctor Canorea.
Pero, a pesar de los deseos del expresidente de la constituyente, El Nacional seguirá cumpliendo con su deber de informar a los venezolanos a través de todos los mecanismos que estén a su alcance.
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