Tamara Salmen: La depresión en niños y adolescentes es uno de los efectos de la pandemia
POR Luisa Salomón
PRODAVINCI 12/05/2021
Los efectos de la pandemia podrían verse por más tiempo del que esperamos. Mientras una parte del mundo avanza con la vacunación para covid-19, y Venezuela sigue en el debate interno sin un plan de vacunación definido, se plantean retos nuevos que la humanidad debe enfrentar en la pospandemia.
Si el primer año de la pandemia exigió a la ciencia enfocarse en conocer la enfermedad, sus síntomas y posibles tratamientos, en esta nueva etapa las vacunas son el foco de atención. Pero, advierten especialistas, ya se pueden ver los efectos de un año de pandemia y confinamientos en la salud mental. Especialmente en niños y adolescentes, una población particularmente vulnerable en Venezuela.
Hambre y desnutrición, interrupción de los programas de vacunación, migración forzada, exclusión escolar, entornos violentos, padres emigrantes, trabajo infantil, son algunos de los problemas que enfrenta desde hace años la infancia y adolescencia venezolana. En este contexto llegó la pandemia, que provocó aún más interrupciones en el sistema educativo, y requirió medidas de prevención que provocaron un profundo impacto económico y psicológico.
“Es una generación que ya viene con secuelas. Las generaciones futuras van a venir afectadas. Aunque mañana tengamos las vacunas y comencemos a nutrirlos, ya la próxima generación está comprometida”, advierte la médico pediatra Tamara Salmen, quien es especialista en conducta y desarrollo infantil y este año fue electa como la presidenta de la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría (SVPP). Es la tercera mujer en ocupar este cargo en los 82 años de historia de la sociedad, que desarrolla labores de educación, atención médica en zonas rurales, divulgación científica, jornadas comunitarias y también denuncia las condiciones de salud de niños y adolescentes en el país.
“Tenemos representantes en la mesa nacional de vacunación, que está discutiendo lo que se va a hacer, si es que se va a hacer algún día, con el esquema de vacunación a través del Covax. Es una maquinaria de llenar todos los espacios necesarios para velar por la salud de los niños y adolescentes venezolanos. De allí viene nuestro lema: somos la voz de la infancia venezolana”, explicó la pediatra.
Salmen conversó con Prodavinci sobre el rol de la SVPP en el entorno venezolano actual, los efectos de la pandemia en la infancia y adolescencia, qué pueden hacer padres y madres para identificar posibles problemas de salud mental en sus hijos y cómo atenderlos.
Ha sido elegida presidenta de la SVPP en un contexto bastante complejo, que ya venía antes de la pandemia y ahora se ha profundizado. ¿Cuáles son los principales retos de la SVPP en este momento?
La Sociedad de Pediatría es una de las sociedades científicas más antiguas que hay en el país. Se fundó en 1939, después de la dictadura de Juan Vicente Gómez, durante el gobierno de Eleazar López Contreras. Lo que inspiró en aquel entonces a nuestros pediatras, liderados por el doctor Pastor Oropeza, fue crear una institución dedicada a la salud infantil. Ellos tenían como objetivo disminuir la morbimortalidad materno-infantil, salvaguardar la salud integral del niño y la lucha por los derechos del niño y adolescente.
Estamos 82 años después con los mismos objetivos. Queremos disminuir la mortalidad, queremos salvaguardar la salud integral de los niños y adolescentes, y luchar por sus derechos. Lo que nos diferencia con aquella época, y por eso es importante el contexto histórico en que se formó la sociedad, es que era labor del gobierno.
En esa época el gobierno estaba impulsando que se tomaran estas iniciativas para cuidar de la salud de los niños. Mira en el contexto en que estamos ahorita. Estamos prácticamente con los mismos objetivos, la misma situación, con la gran diferencia de que aquel entonces tenían el completo y absoluto respaldo del Estado venezolano. Ahora no tenemos ninguna ayuda. La motivación sale de nosotros. Seguimos de pie porque nos resistimos a dejar de hacer nuestro trabajo.
Hay una parte importante de la población escolar que se está quedando por fuera del sistema educativo por completo, ¿cómo los afecta esto en su desarrollo?
Son dos años sin estar inmersos en el sistema educativo. Me consta, porque he tenido pacientes que estudian así: les mandan tarea por email, ellos las hacen y las mandan de vuelta por email. Esa es la educación que muchos están recibiendo, y eso en aquellos que tienen megas para enviar sus tareas. No tienen ningún contacto con profesor ni maestro.
No nos está pasando solamente a nosotros. Venezuela salió calificada entre los diez países más pobres del mundo. Le puede estar pasando también a los niños en Zimbabue, Madagascar, Yemen. A lo mejor está pasando lo mismo, pero yo me pregunto si también tendrán aunadas todas esas situaciones que rodean la infancia venezolana.
Aquí es donde quiero insistir: hay algo que se llama estrés tóxico. Cuando un niño, inclusive desde el vientre materno, es sometido a situaciones de estrés que se prolongan en el tiempo, puede desencadenar unas reacciones en su ADN, que es lo que nosotros llamamos Epigenética. Son todas esas noxas o factores que puede haber en el medio donde se desarrolla el niño (familiar, social, medio ambiental) que, al estar expuesto el tiempo suficiente, pueden afectar su ADN.
Esto se viene describiendo desde hace muchos años. Se han observado aspectos de este tipo de estrés en la generación que siguió a los prisioneros de guerra de la Guerra Civil de Estados Unidos. Hijos de esa generación nacieron con peso y talla menor y con mayor disposición a depresión que la generación anterior. Aunque ellos nacieron después y no vivieron la guerra. También hay estudios sobre los hijos de quienes padecieron hambruna y fueron sometidos en campos y tortura durante la Segunda Guerra Mundial, la generación posterior salió comprometida también desde el punto de vista de peso y estatura.
Traslademos eso a nuestro contexto. Todo lo que pasa con los niños en Venezuela desde el punto de vista de hambre, nutrición, salud mental, niños abandonados por su familia o por padres que se han tenido que ir y los dejan a cargo de un hermano mayor o un abuelito, que vaya a ver en qué condiciones está. ¿Cuántos niños vemos trabajando en la calle? La labor infantil está prohibida por la ley. Falta de educación. Estamos viendo una epidemia de ansiedad y depresión adolescente. Tenemos suicidios, pero no tenemos cifras y no se habla de eso. También falta de vacunas, y no hablo de la covid, las vacunas que están en el programa de inmunizaciones que no se está cumpliendo desde 2017.
No hay política de Estado para cubrir ese tipo de deficiencias que están pasando con estos aspectos en la población.
Los cambios epigenéticos están allí presentes. Es el compromiso en que se encuentra la salud de nuestros niños y adolescentes, actuales y futuros. Es la futura generación.
El efecto que puede tener el estrés tóxico sobre los niños es un tema de gran preocupación: deserción escolar, enfermedades mentales, hipertensión, ludopatía, delincuencia juvenil, conductas de alto riesgo, dificultad de formar familia, porque no tienen referencia o patrón y, por supuesto, drogadicción. Es un sistema que ha estado sometido a todos estos neurotransmisores que liberan hormonas del estrés, como el cortisol, continuamente.
Todo esto son las secuelas del estrés tóxico, aparte de enfermedades metabólicas, enfermedades cardiovasculares. Eso es lo que vamos a tener, y estamos teniendo ya, en nuestra población infantojuvenil.
Esa es la gran preocupación que nosotros tenemos.
Lo único que podría salvarlos es que de verdad venga un gran cambio y haya políticas de Estado que traten todos estos temas que acabo de mencionar. No basta con la Sociedad de Pediatría. Nosotros hacemos nuestro trabajo. Formándonos, porque es la única forma que tenemos de resistir. Ayudando en lo que podemos ayudar, pero tienen que salir políticas de Estado que cubran todas estas necesidades. Es muy grave.
Además de los problemas estructurales en Venezuela, los niños se enfrentan con la pérdida de la escuela, que también es santuario para muchos niños. Más allá del aprendizaje, la escuela sirve para detectar abuso, violencia, ¿cómo afecta tener la escuela cerrada a un niño y adolescente en su conducta y desarrollo?
Es una infancia desamparada. ¿Qué fue lo primero que se disparó en las sociedades pediátricas del mundo cuando inició la pandemia? Abuso infantil y maltrato dentro de las casas. Los niños presos con sus maltratadores, así como también le pasó a muchas mujeres. Las trabajadoras sociales ya no podían supervisar en confinamiento y tampoco tenían a los maestros y docentes, que eran los que estaban en primera línea salvaguardando la salud de esos niños.
La juventud y la infancia están completamente desamparadas. Además de afectada en la parte social, sobre todo en el caso del adolescente. El hábitat normal de un adolescente es estar entre sus pares. Le puedes decir que tiene celular, que tiene reuniones en cualquiera de estas plataformas en línea, pero eso no es suficiente porque resulta que el adolescente necesita crecer fuera de casa para identificarse. El no tener esa posibilidad le está también coartando su crecimiento.
¿Qué ocurre con un adolescente que no tiene la posibilidad de socializar?
Lo que vemos ahora: primero se ponen ansiosos, se desmotivan y por último se deprimen. Estamos viendo muchísimos adolescentes deprimidos. Eso es materia de publicación en todas partes del mundo hoy en día. La depresión en niños y adolescentes es un efecto de la pandemia.
Si los jóvenes tienen poca socialización, la única ventana que queda son las redes sociales y el Internet. En confinamiento pueden tener una sobreexposición a este entorno, que no necesariamente es positivo. ¿Cómo afecta esta situación a su desarrollo?
En marzo de 2020, aparte del maltrato, la otra alarma era la alta frecuencia del cyberbullying porque al estar los niños tanto tiempo frente a pantallas pueden incurrir en este tipo de actividades. No solamente ser víctimas, sino que ellos también pueden ser los bullies, los agresores, en el ciberespacio.
Es preocupante, además, la cantidad de efectos nocivos que sabemos que ocurren a nivel de la estructura cerebral cuando un niño con un cerebro en formación está sometido tanto tiempo a pantallas. La Academia Americana de Pediatría empezó a alertar desde 2010 sobre el efecto de la pantalla que tiene sobre el cerebro de un niño. Por eso salió la famosa recomendación de que nada de pantalla antes de los 2 años, una hora de pantalla al día entre los 3 y los 5 años, dos horas de pantalla después de los 6 años. Porque antes de los 2 años le puede traer retardo en el lenguaje, hiperactividad, trastorno de sueño. Después de esa edad, si se exponen más de lo recomendado, puede causar bajo rendimiento académico, hiperactividad, y problemas del sueño.
¿Y ahora qué decimos si ellos pasan horas frente a la pantalla solamente en clase? ¿Qué decimos si ahora hasta los preescolares dan clase online?
Entonces esta situación es un problema y las secuelas, lo que ha sucedido a raíz de la educación en línea con esos cerebros, no lo sabemos.
La pandemia trae consigo una sensación de pérdida muy importante, que afecta a adultos, pero también a niños y adolescentes. No solo por familiares fallecidos, también por no poder ir a la escuela, no poder ver a los amigos, perderse la graduación. ¿Cómo manejar esa pérdida con niños y adolescentes?
Eso los define. Esta no es la realidad de un adolescente. Los padres a veces lo único que dicen es «¿De qué te quejas? Esto va a pasar y estás estudiando». Pero no se dan cuenta que un año o dos años en la vida de una personita que tiene 16 o 17 es mucho tiempo. Dos años en la vida de uno que tiene 40, 50 o 60 años no es nada. Para ellos es también una incapacidad de ver hacia adelante. Un adolescente está hecho para soñar, para hacer planes. Así no lo pueden hacer.
Hay que entenderlos, hay que escucharlos, hay que ponerse en sus zapatos. Decirles: «tienes toda la razón, mi niño, ¿cómo crees tú que te puedo ayudar?». No podemos subestimar sus preocupaciones.
El adolescente tiene que estar acompañado y por sus propios pares. No porque él no quiera estar con su mamá, su papá y su familia. Por el contrario, el adolescente necesita enormemente de esa base de seguridad que le da su familia, pero necesita verse cómo es aceptado, cómo es incluido, cómo es tomado en cuenta por su mismo grupo de edad. Él sabe que en casa es querido, pero está en su búsqueda: cómo me visto, cómo actúo, qué música me gusta. Todo eso está dictaminado con lo que dice el grupo. Por eso todos se visten igual, huelen igual, oyen la misma música, hablan igual. Es la identidad de grupo que necesitan para crecer. Ese es el proceso de identificación del adolescente, basado en los valores y principios familiares, y lo que él toma del ambiente que lo rodea entre sus pares. De manera que para ellos ha sido extremadamente difícil.
En el caso de estos padres que están aprendiendo esta nueva dinámica en casa y quizás intuyen que algo pasa a sus hijos, pero no saben cómo identificar si es un problema de salud mental, ¿cuáles son esas señales de alerta que deberían atender?
Los signos de alarma en niños de hasta 6 años:
- Está extremadamente irritable.
- Se despierta bravo.
- Pasa todo el día llorando, nada lo consuela.
- Demanda atención constantemente.
- Con miedos fuera de los esperados para esa edad.
Los miedos esperados son la oscuridad, ruidos muy fuertes, la pérdida de alguna persona. Pero el miedo extremo, ansiedad extrema que les impide quedarse solos en una habitación o separarse de sus padres, es signo de alarma en niños pequeños.
Se supone que a esas edades los niños están constantemente explorando, curioseando, inventando. Sobre todo después de los tres años tienen una capacidad ilimitada de imaginar. Ni siquiera necesitan un juguete, pueden jugar solos porque se imaginan hasta a sus compañeros, que son los famosos amigos imaginarios. Un niño que no haga las cosas esperadas para su edad y se muestre completamente retraído, irritable, miedoso, es motivo de preocupación y consulta.
Señales de alerta en niños de edad escolar:
- Agresividad extrema, que antes no tenía. Contesta mal, intenta pegar hasta a sus padres. Muchas veces la agresividad es un síntoma de depresión a esta edad.
- Problemas de sueño. Comienzan otra vez a demandar que los papás estén con ellos o pasarse a la cama de sus padres. Estamos viendo crisis de pánico en niños a esas edades.
- Niños que no quieren hacer lo que normalmente les motivaba, como ayudar a las cosas en la casa, atender a sus clases. Se niegan a participar. Puede comenzar con una simple frustración y puede terminar con un problema emocional importante.
Signos de alarma en adolescentes:
- Adolescente que se aísla hasta de su familia, está en su cuarto solo, incomunicado. Ni siquiera con los amigos quiere interactuar, ni en línea ni en teléfono.
- Si pasa muchas horas conectado a Internet, metido día y noche. Nada le interesa más que estar en juegos.
- Un adolescente promiscuo en su manera de manejar las redes: publica desnudos, muestra actitudes sexuales, ese tipo de juegos de promiscuidad que puede haber en redes sociales. Hay que pensar qué está pasando con un adolescente que actúa de esa manera, porque no es lo usual.
- Un caso gravísimo es el cutting (cortarse). Ellos tienen algo doloroso con lo que justifican esto: dicen que es tanto el dolor que llevan dentro, que se cortan para enfocarse en el dolor de la cortada. Todos te dicen lo mismo. Es muy duro.
- Ideaciones suicidas. Ya eso es una alarma. Si oyes a tu hijo decir “ya no quiero vivir”, no lo tomes a la ligera.
Cuando ya ves ese tipo de conductas, no es que vas a consultar al pediatra, es que debes ir directamente a un especialista en salud mental. Un psiquiatra especialista en adolescentes para que los vea. Ahora hay muchas líneas de consulta psicológica gratuitas, donde puede llamar a pedir primeros auxilios psicológicos. Pueden usar esas líneas para pedir asesoría.
Durante la pandemia siempre hemos recomendado tener aunque sea una hora familiar al día, puede ser después de la cena. Reunirse en familia a hablar de cualquier cosa, o ver una serie juntos, de manera que sea un momento de compartir.
Un reto de esta situación, que quizás ha aumentado con el confinamiento, es cómo balancear la intimidad del hijo adolescente a la par de monitorear qué está haciendo en sus redes.
Siempre le recuerdo a los padres algo: tu adolescente no llegó a tu vida a los once años de edad. Tuviste diez años para formarlo. Yo no puedo esperar que tenga once años para educarlo sobre el manejo de redes sociales, debo hacerlo mucho antes de que siquiera piense yo en dejarlo abrir una cuenta en una red social o regalarle un teléfono celular.
El analfabeta del siglo XXI es el que no sabe discernir la información que obtiene de las redes y los objetos electrónicos. Imagínate, con todos los fake news y teorías de conspiración que tenemos ahora. Imagina cuántos analfabetas hay por ahí. Como padre, yo tengo la responsabilidad de ir a formar a mi hijo en ese sentido, no para yo ser el ente rector y decirle lo que no puede decir o no puede escribir. Lo tengo que formar para que él sepa lo que puede hacer, lo que puede aceptar y leer. Hacer que él sea crítico y se pueda manejar solo.
En la adolescencia temprana, 11 o 12 años, en general se recomienda tener cierto control parental: puedes abrir una cuenta, pero yo voy a ser una de tus seguidoras para saber qué publicas. Más adelante, cuando ya crecieron en ese sentido de responsabilidad, no puedes entrometerte en su vida. Es una invasión a su privacidad. Pero eso no quiere decir que puedes dejar de estar pendiente de qué está haciendo. No espiando sus redes, sino hablando con él. ¿Cómo te sientes? ¿En qué andas?
Otra cosa: yo no puedo hablar con un adolescente invitándolo a tomarse un café frente a frente. Los adolescentes se trabajan en paralelo. Puedes salir, manejar, tenerlo sentado al lado tuyo y conversas con él. Vamos a ir a caminar y, mientras camino, voy hablando con él. Pero que tú te sientes a verlo frente a frente, no va a suceder. Les incomoda la interacción de uno a uno.
La relación que vas a tener con tu hijo adolescente la tienes que armar desde temprana edad. Tienes que tener esa ventana de comunicación con tu hijo antes de que entre en la adolescencia, para que cuando llegue no te tome por sorpresa.
Esa también es la edad en que necesitas cambiar como papá y mamá. Ya no es solo lo que yo digo, sino escuchar sus argumentos y vamos a discutirlo. Un adolescente que se siente tomado en cuenta, escuchado, validado en su opinión es muy difícil que busque esas cosas fuera de casa. Es difícil que sea influenciable, porque ya tiene una base sólida de esa formación que recibió. No es recomendable que se le invada a esas edades su intimidad, sobre todo desde los 14, pero sí estar muy pendiente de su comportamiento. Hay cosas que solo observándolas te das cuenta que no están bien.
Si bien esta es una situación compleja para la familia y también para los maestros a distancia, ¿cómo se pueden aprovechar los cambios que ha traído el confinamiento para sacar algo positivo?
Hay muchos aspectos, hablemos de la vida escolar o académica, que no se deben ver del todo negativas. Hay que buscar un balance, porque definitivamente para los niños la socialización es trascendente. Ellos tienen que volverse a reencontrar. Tienen que volver a tener la imagen del profesor, con quien ellos discuten, reciben la educación de primera mano, la escuela donde ellos pueden dar rienda suelta a su creatividad, interviniendo en clase, donde sean escuchados, donde puedan ejercer liderazgo, que no lo pueden hacer en su casa.
Desde el punto de vista familiar, la familia debe aprovechar este momento de oro para cerrar filas, para conocerse, para reencontrarse y para sembrar los valores imprescindibles para nosotros tener una sociedad parecida a la que soñamos, basada en tolerancia, porque es lo que hemos aprendido estando encerrados todos: a tolerarnos porque nos aceptamos. Ayudarnos y hacer las cosas entre todos. Si no lo estamos aprovechando ahorita con nuestros hijos en familia, no hemos aprendido nada de esta pandemia.
Muchas veces somos los adultos los que marcamos la pauta, porque somos los angustiados, a lo mejor en una situación laboral inestable, con un futuro incierto, padres que no saben si van a poder cubrir los gastos necesarios de alquiler, pagando comida, deudas en las que puedan haber incurrido. Eso se transmite a los hijos y es un gran trabajo de los padres poderse controlar. Tenemos que cuidarnos para enseñar a ellos a cuidarse también.
Los pediatras son los médicos que tienen más trabajo cercano a la vacunación porque los programas suelen enfocarse en infantes, pero en Venezuela no se está cumpliendo la vacunación desde hace unos años. ¿Cuál es la consecuencia y por qué deberíamos preocuparnos al no tener las vacunas infantiles?
Vamos a tener una población enferma. Tendremos gente con enfermedades que teníamos tiempo que no veíamos, como ocurrió en 2017 con sarampión y difteria. Eso refiriéndonos a las enfermedades con vacunas. Ni hablar de la malaria, que está otra vez en pleno auge, porque ya se dejó de fumigar como antes en zonas endémicas y gracias a la explotación del arco minero, que alborotó todo.
Una población sin vacunas es una población enferma, expuesta a estas enfermedades que son perfectamente prevenibles con una inyección. No estás curando, estás previniendo que aparezca, que es mucho mejor, además, por lo que le ahorra al Estado. Por cada vacuna que pones estás ahorrando todos los gastos de tratamiento médico y hospitalización de un niño que se enferma.
No se ha terminado la vacunación contra covid-19 en el sector salud y Pediatría no se ha considerado una especialidad prioritaria. Se estima que han muerto más de 500 médicos por covid en el país. ¿Cuál es la posición de la SVPP ante esta situación?
La posición de la SVPP es que queremos más vacunas y menos fallecidos por falta de vacunas. Necesitamos que se vacune a todo el mundo. No solo a los pediatras, también a los niños. Cuando decimos que queremos vacunas es porque queremos que se siga el plan de vacunación de los niños a la par del plan de vacunación contra covid.
En un contexto tan complejo como el actual, en el cual no hay apertura para participar en la creación de políticas públicas junto al Estado, ¿cuál cree que es el valor e importancia de las sociedades científicas?
De la mano de las personas con conocimiento es que se pueden encontrar las soluciones que se necesitan para salir de esta situación. La política sola no puede hacerlo y la gente que tiene conocimiento sola tampoco lo puede hacer.
Se necesita que se trabaje mancomunadamente para poder salir de esto. Los políticos se tienen que rodear de la gente que de verdad maneja el conocimiento, que en esta situación son las sociedades científicas.
Las sociedades científicas están trabajando. En la mesa de vacunación están representadas las sociedades de Infectología, Medicina Interna, Pediatría, está la Academia Nacional de Medicina, pero una cosa es lo que se diserta ahí y otra lo que se hace. Pero seguimos en la mesa, en la lucha y ofreciendo la información y colaboración. Siempre estamos abiertos a eso.
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Si usted o alguien en su familia requiere atención psicológica, la Federación de Psicólogos de Venezuela tiene una línea de atención de primeros auxilios psicológicos. Puede llamar a los números telefónicos: (0212) 416-3116 / (0212) 416-3118.
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